Autoría de 8:00 am Braulio Guerra - Desde el muro

El PRI nonagenario: última llamada – Braulio Guerra

Este 4 de marzo el PRI tendrá una edad política de 90 años. ¿Y cómo llega el Revolucionario Institucional a este cumpleaños? A una década de su primer centenario: en crisis. Pero de las crisis surgen las oportunidades; todo está en cómo se enfrenten y que se haga al respecto.

Quienes militamos en esta organización política, en mi caso desde mis 15 años de edad, en 1988, registramos un momento complejo y retador. Decía Reyes Heroles que los partidos son entelequias, que representan un ideal o un modelo, pero para bien o para mal son encarnadas por personas, que como en toda organización, se conforman en su mayoría con mucha gente positiva, y también, con algunas, que son los menos, definitivamente muy negativas.

Los antecedentes de corrupción de algunos gobernadores, sus excesos y el deterioro de la imagen de algunos personajes nacionales, no le permitieron a un hombre como José Antonio Meade, de una calidad humana y profesional excepcional, hacerse de la Presidencia de la República como candidato del Revolucionario Institucional. El voto antisistémico borró toda posibilidad.

El PNR en 1929 surgió como una gran opción de ser un partido nacional, ante la dispersión de partidos políticos locales y del caudillismo que centraba el poder en las individualidades y no, aún, en las instituciones y su permanencia. El poder en México en las primeras tres décadas del siglo XX se arrancaba a través de la sangre, de las balas, de la violencia y el asesinato; ahí está Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón.

El partido naciente en ese entonces significó un primer pacto nacional de orden y pacificación política para transmitir el poder de forma institucional y sin violencia cada seis años; a la persona que mediante, quizá una decisión unipersonal o consensuada entre los factores reales de poder en México daba así a nuestro país su carácter de República al no depositar el poder en una sola persona durante décadas, como fuera el caso de Porfirio Díaz.

Desde los años treinta el poder se transmitió, en circunstancias que no acontecieron en la muerte, derrocamiento o ausencia de un presidente en funciones; si lo vemos así, desde hace noventa años aproximadamente todos los presidentes han terminado sus periodos.

Cárdenas cambió sus siglas por el PRM y Alemán por PRI. Pero en sí, esta institución no ha sido la misma a través del tiempo; sino que, se ha ido adaptando a sus circunstancias históricas y al péndulo democrático desde el año 2000 cuando fue derrotado por Vicente Fox.

En 2018 el juego cambió; el bipartidismo reinante con posibilidades de acceso real al poder, lo detentaron quienes se convirtieron en vecinos que compartían la cuadra y los momentos, de ida o de vuelta en el ejército del poder, el PAN y el PRI. Pero el año pasado, llegó un nuevo inquilino, y ello movió la geografía política de México. ¿En qué parte de esa geografía ideológica o pragmática se encuentra el PRI? Ahí está la pregunta.

El PRI perdió definición y timón ideológico y se convirtió en una fuerza política pragmática; es decir, que tomó y toma en ocasiones decisiones en los órganos legislativos y otros espacios, según para donde el viento sople; sin una postura nítida, identificada, firme y sin contradicciones.

En mi muy particular punto de vista el PRI se “aderechó” también en el camino, y terminó perdiendo sus principios originales y esas causas populares o sociales que se diluyeron en la tecnocratización de la política partidista.

Sin marcar distancia de la clase empresarial desde luego, con quienes se debe fortalecer una agenda de trabajo; pero en sí, el PRI nace como un partido con un sector obrero, para defender al más débil en las relaciones laborales, y no con la clase patronal en sí misma; El PRI nace con un sector campesino, y no con los “industriales” del campo, que insisto, no visto desde una óptica cerrada, sino en la identificación de las clases sociales más débiles, como es el caso de su sector popular, con sus organizaciones sociales, con las universidades y sus profesionistas, etc.

El PRI extravió esa brújula y sucumbió al pragmatismo, los factores e índices económicos, sin aliarse con sus organizaciones históricas. Buscar el ser un partido popular, es muy distinto a ser un partido populista. Siempre existen caminos para estar cerca y cultivar una buena percepción de sus electores. Pero no lo hicimos.

En el presente, el PRI no puede estar disociado de la realidad como si no hubiese pasado nada y como si no pasara nada.
No se puede pensar y actuar igual que antes. Si el PRI quiere superar la terapia intensiva, debe buscar nuevas fórmulas, recrearse, renacer y no sólo reinventarse, sino también reivindicarse.

Buscar nuevos perfiles, y no solamente por juventud o género, sino también por muchos y muchas personas talentosas que tienen años y años buscando una oportunidad desde sus bases.

Se requieren acciones que terminen con el gigantesco éxodo y renuncias locales y nacionales al partido; que ni Moisés tuvo en esos volúmenes masivos en camino hacia la tierra prometida. Sin dejar de decir que quienes se van, también viajan a la incertidumbre total o bien por el sentido práctico de otro tipo de motivaciones políticas personalísimas.

Es tiempo de repensar la posición en la cancha y en el tablero; nuevas alianzas, que rompan con antiguos prejuicios; candidaturas comunes y otras estrategias que le permitan salir a flote a corto y mediano plazo.

Hoy distintos personajes se disputan la dirigencia nacional del PRI y el Consejo Nacional aprobó democratizar el proceso. Pareciera que que a veces los partidos cuando son gobierno se burocratizan y cuando no lo son se democratizan. Enorme responsabilidad recae sobre sus hombros; o son creadores y renovadores o testigos del tiro de gracia si las cosas no se hacen bien. No hay nadie que rechace la idea de un partido renovado.

¿Porque todo lo que hoy se ve como reflexión y análisis respecto de la situación del partido se ignoró en 2018? Todos los veían, todos los sabían. Incluso así lo expresé en una conferencia de prensa en el mes de febrero de 2018 que muchos escucharon pero que pocos atendieron. Ya estamos en una crisis histórica, sólo era cuestión de tiempo.

¿Esta fuerza política se debe refundar? Hay quienes hay sugerido su cambio de nombre y de siglas; a mí me parece que si los arreglos son cosméticos y no de fondo, el éxodo se acrecentará. El hecho es que la imagen no sólo es para el partido, sino también es fundamental desvincularlo de aquellos que su sola presencia en una fotografía, desaniman y provocan rechazo y hartazgo en la gente y en la propia militancia.

Los encuentros de autocomplacencia, de autoelogio y de aplausos a sí mismos debe terminar; si es que existe la mínima capacidad de ver la realidad.

Se deben reiniciar de cero sus dirigencias, sus órganos, sus estructuras. ¿En dónde quedó el llamado a la unidad? A veces pareciera qué hay una invitación a retirarse y a incentivar la salida de más militantes. ¿Con qué propósito? Muchos leen la respuesta.

No sólo se debe ser oposición, sino también ser una fuerza con posición y postura. Que comunique eficazmente, con un nuevo lenguaje, de forma sencilla para la gente y lejos de los grandilocuentes y anticuados discursos; se debe ser disrruptivos, arriesgados, polémicos y controvertidos para generar discusión y conversación, para no caer en la intrascendencia.

Vamos, si hay una “mañanera”, organizar la “contramañanera”, por así decirlo. Sólo con nuevas ideas y con espíritu innovador la embarcación podrá sostenerse a flote.

No se trata de apostar a los errores para ser opción; hay que ser opción en sí mismos. Un juego nuevo, con nuevas formas, lazos y pactos, en el buen sentido de la buena política y de las reglas democráticas.

Son las personas y no los partidos los que hoy marcan también la pauta; se deben formar perfiles públicos con dicho liderazgo y carisma; que sean atractivos para la sociedad; que no solo transmitan lo político, sino que se les conozca por sus valores y su lado humano, y si no los hay o sin escasos, promover las candidaturas comunes con otras latitudes.

Sólo un líder o lideresa levantará a la institución; aquel que no sea impuesto, sino que por sus atribuciones personales tenga el magnetismo para atraer positivamente a la sociedad.

Si no existen, hay que formarlos, y si existen hay que dejarlos construir, sin patrimonialismos ni prejuicios de grupo que no tienen hoy cabida, si es que se quiere avanzar.

De todo lo anterior pudiera desprenderse una visión fatalista y pesimista; pero no, porque como ya sabemos, el péndulo democrático se acerca y se aleja; y nadie gana o pierde para siempre. De las crisis nacen las oportunidades.

Conmemorar la creación de una institución, siempre será no sólo la memoria de su pasado, sino la importancia de su presencia en el presente en la vida republicana y democrática de México; todos tienen grandes cosas que aportar para un mejor país, todos los miembros de partidos políticos son personas, y no dioses infalibles al error; sin embargo, las características de esas personas deberán ser las mejores para dar ejemplo, guía y sentido de responsabilidad a toda una sociedad.

Lo aquí escrito, es también la opinión de mucha gente, militantes y no, con quienes a lo largo de todos estos meses postelectorales me han expresado su manera de ver las cosas.

No hay sorpresas, sino sorprendidos. Estamos en un México hoy, en donde todo puede pasar. Pero para el PRI pareciera ser la última llamada.

DOCTOR EN DERECHO
@BRAULIOPRI
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Last modified: 16 septiembre, 2021
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