Es cierto que nada en este mundo o plano existencial es para siempre; es cierto que todo es efímero, pero hay algunas cosas y personas esenciales que al faltarnos provocan una especie de vacío en el corazón y en el espíritu. Esencia significa aquello por lo que un ser es; es decir, aquello sin lo cual un ser no es. Me pongo a pensar que he soportado en mi vida las ausencias de seres queridos como mis padres y abuela materna, la de tíos y tías muy amados, la de maestros entrañables y jefes laborales, la de afectos y amigos, la de compadres y comadres, los que dejaron su huella en mí. Sin embargo, he superado esas trascendencias a la luz y aquí sigo con nuevas ilusiones. De las pérdidas colectivas me resigné a la demolición del Teatro Plaza, del kiosko del jardín Guerrero, de su pista de patinar, el cierre de los tamales yucatecos en la calle de Arteaga, la desaparición de “El Figón Pirata”, las nieves “El Cisne”, las gorditas de Doña Tina, el cine Reforma, el Super de Querétaro y el Sanatorio Margarita.
Pero me pongo a pensar: ¿Qué sería de mi Querétaro sin sus arcos, sus templos y conventos, sus dulces de leche quemada, sus frutas cristalizadas de La Mariposa, sus callejuelas y callejones, sus palacios virreinales, su Teatro de la República, sin su Cerro de Las Campanas, su cerro de Sangremal y sin su Cimatario?
¿Qué sería de la tierra queretana sin sus lenguas y campanas, sin sus Cómicos de la Legua, sin la Estudiantina de la UAQ, sin la Universidad Autónoma de Querétaro, sin su Tecnológico del mismo nombre y sin su Escuela Normal? ¿Qué seríamos sin el convento de La Cruz y el beaterio de Santa Rosa de Viterbo? ¿Qué plaza pública tendríamos si nos faltara el Zenea, la de Los Fundadores, el jardín Guerrero, el de Santa Clara o la Plaza de Armas? ¿Qué sería del Bar Olé sin la figura eterna de su fundador Armando Alcántara? ¿Qué sería de Juriquilla sin “El Pollo” y su hermano Juan Germán Torres Landa? ¿Qué sería de “La Yegua” sin doña Josefina Quinard o de “La Ópera” sin Julián “Gutierritos”? ¿Qué sería de Radar 107.5 sin Andrés Estévez y Joaquín Sanromán?
Es como imaginar a la Autonomía Universitaria sin Álvaro Arreola, Jorge Hernández Palma, Jaime Murúa, Rogelio Garfias Ruiz, Licha Urbiola, Pedro Septién Barrón y tantos otros. Es como concebir al estadio Corregidora sin Camacho Guzmán o a la Plaza de Toros sin don Nicolás González Jáuregui. Es como ir al Centro Universitario y no evocar a José Guadalupe Ramírez Álvarez y a Juventino Castro Sánchez. Es como libar en El Monte Casino y no recordar a don Toño Ángeles o comer en “Las Tortugas” y no ver a don Manuel Cisnel. Es como rezar en La Congregación y no agradecer a don Juan Caballero y Ocio por su portentoso templo, o como acudir a la sombrerería “La Popular” y no preguntar por la familia Sosa.
Es como ver un partido de Gallos Blancos y no evocar la figura señera del ídolo Silvano Téllez Pacheco o la voz en Canal 98 del padre José Morales Flores y de “La Pantera” Velasco gritando los goles del artillero de Santa Ana. Es como estar un 14 de septiembre en La Cruz y no ver danzar concheros. Es como recorrer un andadero y no acordarte de don Toño Calzada Urquiza, o como abordar una aeronave en el Aeropuerto Intercontinental de Querétaro y no recordar a Nacho Loyola Vera. Es como apreciar las bellezas de los salones de cabildos de la casa de los Corregidores y del Palacio Municipal sin respirar el olor a tinner y a sudor de su gran creador Agustín Rivera Ugalde, maestro de maestros. Es como entrar al viejo edificio jesuita de la calle 16 de Septiembre y no rememorar al insigne rector fundador Fernando Díaz Ramírez o recorrer la calle Venustiano Carranza sin advertir las presencias espirituales y físicas de Antonio Pérez Alcocer y Paco Rabell Fernández. Es como ver sonriendo al maestro Jesús Águila Herrera o parloteando al discreto y docto Ignacio Urquiola Permisán. Es como ver a un culto Isla Estrada en un billar o en un gimnasio a un Garrido del Toral. Es como imaginar a Marco Antonio León Hernández sin partido político o a Chucho Rodríguez sin política o a Hugo Gutiérrez Vega sin retórica. Es como vivir en la calle de Francisco Fagoaga y no contemplar las camelinas y la casa de los Olvera Montaño o escuchar la grave voz de Anita Cevallos Urueta. ¡Es como ir a un ensayo de la Estudiantina de la UAQ o de la Banda de Música del Estado y Aurelio no suelte un pendejo o un chingao!
Mi Santiago de Querétaro sin enchiladas o nieves es como el PRI local sin el doctor Arturo Guerrero Ortiz, Rubén Galicia Medina o Marco Antonio León; sería como un pueblo sin diligencia, un Arana Morán sin decencia, un Pérez Alcocer sin elocuencia, una Palacios sin belleza o un Mariano Palacios sin inteligencia. Les vendo un puerco sin identidad ni esencia: un puerco de ninguna parte, como cantaría John Lennon.