Autoría de 1:02 am Bitácora de VIHDA - Josué Quino

Tlatelolco, mi amore – Josué Quino

La historia ha cambiado.

Ha llegado el momento en que el VIH

 ha dejado de ser un referente de muerte y

se ha convertido en una afortunada oportunidad

de vida, emergiendo en nosotros lo positivo de ser positivo.

8 de abril

Querido Diario:

Hoy nos encontramos tú y yo en mi depa de Tlatelolco. “Tara” le llamo, en honor a la tierra roja de Scarlett O´Hara en “Lo que el viento se llevó”. Este depa me lo entregaron en 1989, cuatro años después del sismo del 85, el cual también me agarró en Tlate, pero en el piso 12 del edificio “Allende”. Aquí en el “Arteaga” nos encontramos solitos en el piso 11. Disfruto andar descalzo en su piso de parquet. Nunca falta el agua y el gas es subterraneo. Si tiembla me va a doler la cabeza de inmediato. Desde aquí en mi escritorio, mientras te escribo, puedo ver perfectamente a la izquierda la Basílica enfrentito de La Villita de Guadalupe, y a la derecha el palacio de Bellas Artes, la Torre Latinoamericana, a la cual le han vuelto a poner su clásico reloj, que veo desde aquí, al igual que los copetes de los árboles de la remodelada Alameda Central. También veo casi todo el edificio del Centro Cultural Tlatelolco, adjudicado por la UNAM.

Tlatelolco se encuentra entre Insugentes y Reforma, Manuel González y Flores Magón, además lo atraviesa el Eje Central Lázaro Cárdenas y el Eje de Guerrero, y enfrente mi amada colonia Guerrero. Tlatelolco originalmente fue planeado para que vivieran los burócratas gubernamentales que tenían automóvil, porque se encontraba “hasta el norte de la ciudad”, y no había transporte para llegar hasta aquí, por eso lo dividieron en tres secciones y se aseguraron de colocar en cada una de ellas un Centro Cultural y Deportivo con un Teatro, una alberca, salón de bailes y canchas de basquetbol, aquí abajito está el “5 de Mayo”. Además cada sección cuenta con de un jardín de niños, una escuela primaria, una secundaria y, en 1964 cuando inauguraron el Conjunto Urbano Presidente López Mateos en Nonoalco-Tlatelolco, también abrieron la escuela Vocacional 7, transmutada en Hospital General de Zona número 27 del lMSS, después de la matanza del 2 de Octubre. Cada sección cuenta con farmacias, carnicerías y pollerías, verdulerías y abarrotes, panaderías y  mil fonditas, ¡hasta el tren pasaba pitando enfrentito a las 6!

Este depa del “Arteaga”, ¡lo amo! por muchas, muchas razones, pero básicamente por tres: la primera es porque aquí nació Teatro & Sida, mi Asociación Civil en 1994, legalmente registrada desde 1996; la segunda: porque se encuentra literalmente “arriba del Metro Tlatelolco” y la tercera porque ahí conocí a mi amado Compañero de Vida. Desde aquí puedo ver como ha ido cambiando la ciudad. Además de que cada 2 de Octubre, salen del Metro, como marabunta de hormigas, cientos de jóvenes que vienen a la Plaza de las Tres Culturas a conmemorar la matanza de Tlatelolco, haciendo que al escuchar sus gritos y sus consignas, al mirar sus mantas y verlos correr, refuerzan mi esperanza en la bendita juventud. Muchas veces, mi “Tara” me ha permitido “vivir de mis rentas”, de hecho he vivido más tiempo en la colonia Roma, que aquí.

Cuando me entregaron “Tara”, Tlatelolco se encontraba al norte de la ciudad que  tanto ha crecido, que hoy es parte del Centro de la Ciudad de México, en la Alcaldía de Cuauhtémoc. De 30 años a la fecha han construido dos unidades habitacionales enfrente, están por inaugurar un mega centro comercial con 5 salas de cine, esto del lado del Metro, y en la calle de atrás, recien inauguraron “Plaza Tlatelolco”, aunque se encuentra en la Guerrero, que también tiene  varios cines, además de la Ventana Arqueológica donde se encuentra el Templo de Ehecatl, que son unas ruinas arqueológicas recien descubiertas, que puedes ver desde la calle. ¡Hasta construyeron el MetroBus, que llega directito a la Alameda!, pero ese me queda lejos: a una cuadra.

En el extremo oriente, por donde salen el sol y la luna, se encuentran Tepito y La Lagunilla, mágico mercado en donde he comprado el 90% de mis casi 1,200 discos de acetato y gran, gran parte de mis libros y revistas más queridas. Además de las producciones de varias de mis obras. Es más, aquí mismo en esta sala en 1992 dimos un montón de funciones de “Médico a la palos”, con el vestuario que mi Mami Quetta nos hizo encerrada aquí toda una semana, hasta que acabó. De este lado estaban las 16 sillas con un pasillito enmedio, ahí al frente era el escenario y las salidas eran hacia las recámaras y hacia la cocina.

Vivía aquí cuando comencé a tomar mis medicamentos para controlar el VIH. El primero fue el AZT y era lo que llamaban monoterapia, ya que era solo una pastilla, el cual me hacía vomitar a cada rato, en cualquier lugar donde me encontrara. Me detectaron el virus en 1986. Justo aquí inicié mi tratamiento. En ese baño me vomitaba a cada rato, y en esa que siempre ha sido mi habitación, me encerraba cuando el dolor de cabeza no me permitía ni respirar. Varias veces en el Metro, a horas pico, cuando iba o venía de trabajar, me daba la gana de vomitar y, aunque en todos los vagones no cabía ni un alfiler, en el que yo viajaba mágicamente se hacía un gran círculo cuando veían que era inminente que iba a vomitar. Afortunadamente ignoraban que vivía con VIH, que si no, ¡me hubieran quemado vivo ahí mismo! O cuando vomitaba en los pasillos o en las escaleras, seguro que hubiera caido “accidentalmente” a las vías del Metro.

Cuando me detectaron el VIH, se llamaba LAV/HTLV-III. ¡Hace ya casi 33 años!

Muchísimo tiempo despues, cuando se inventaron los cockteles, se supo que el AZT era veneno, pero igual nos lo siguieron dando, pero esta vez combinado con otras muchas medicinas como el 3TC. ¡Todas me las tomé aquí! ¡Y las que me faltan! Digo, si es que mis riñones, mi hígado y mi estómago, me hacen segunda.

¡Gracias!, Tlatelolco, mi amore.

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Last modified: 24 noviembre, 2021
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