TEXTO: AMÍLCAR SALAZAR/LALUPA.MX
FOTOS: GUILLERMO GONZÁLEZ/LALUPA.MX Y OBTURE PRESS
ILUSTRACIÓN: ROSARIO LUCAS
El joven Mane pasó desapercibido entre los casi 700 alumnos de la Escuela Secundaria Técnica 7 “Cristóbal Colón”, en la que cursó a medias el segundo grado antes de ser recluido –hace un año– en el Centro de Observación y Tratamiento para Menores Infractores de Querétaro (COTMIQ), donde cumple una pena específica para su edad: 36 meses.
Nada permitía suponer que este chico de 14 años se convertiría en uno de los feminicidas más jóvenes de México, tras confesar su culpabilidad en la violación, muerte por estrangulamiento y sepelio clandestino de su primita Dulce Cecilia, de cinco años y nueve meses.
Sin evidenciar una conducta violenta ni brillar en aulas, Mane faltaba frecuentemente a clases, sin explicación conocida y al parecer sólo tenía un amigo, quien lo refiere LaLupa.mx como un chico “serio y apático”. Mientras tanto, uno de sus maestros lo niega: “no me acuerdo de él”.
A través de una red social, otro compañero de Mane informa a este medio que la tragedia de la niña Dulce Cecilia generó un “superpleito” dentro del ámbito familiar, dando por resultado que ya se hayan marchado de la comunidad de El Blanco tres de las siete familias de hermanos que residían en el predio donde ocurrieron los hechos, además de los padres cómplices del agresor.
HACE UN AÑO… DESAPARICIÓN Y ANGUSTIA
–¿Dónde está Ceci? –preguntó Daniela a sus dos hijos varones, de 13 y 9 años, pero ninguno le dio respuesta, distraídos como estaban con un programa de televisión.
Eran las 18:30 horas del jueves 8 de marzo de 2018. La joven madre llegaba del trabajo y al no encontrar a su hija en la casa, telefoneó a Vicente, su esposo.
–Se las dejé encargada a sus hermanos –repuso el marido, asegurando que antes de salir del domicilio, en punto de las 17:00 horas, estuvo cuidando a la niña, tal y como era su costumbre.
De acuerdo con los investigadores de la Fiscalía de Querétaro, la salida vespertina de Vicente fue justamente la oportunidad que aprovechó el solitario Mane para atraer y encerrar en sus dominios vecinos a la pequeña Dulce Cecilia.
Sin imaginar que el cuerpo de su hijita se encontraba oculto en la casa de su siniestro sobrino, quien negó haberla visto, Daniela salió a recorrer las calles y comenzó una extenuante búsqueda en la que permanecería casi sin dormir durante más de diez días.
PISTAS FALSAS
La noticia de la desaparición de una niña en la comunidad de El Blanco captó el interés de las autoridades municipales, estatales y algunas del orden federal, involucrando a expertos en búsqueda de personas e investigación del delito, entre otras materias.
Entre el 8 y el 18 de marzo transcurrieron 240 horas de búsqueda, periodo durante el cual la Policía Municipal de Colón esparció versiones que resultaron infundadas o que atentaron contra la privacidad de la madre, quien insólitamente fue víctima de prematuras sospechas hasta del propio alcalde colonense, Alejandro Ochoa, según consta en documentos.
Entre otras versiones que resultaron falsas, destacó la del supuesto “secuestro” de Dulce Cecilia por parte del conductor de un auto con placas del estado de México, cuyo retrato hablado (personaje con barba de candado que nunca apareció) fue elaborado y difundido a los medios por personal del ayuntamiento, actuando al margen de la investigación a cargo de la fiscalía estatal.
Otros rumores y cateos que pretendían buscar pistas de la niña dentro de casas y negocios vecinos resultaron falsos o inútiles.
Y no fue sino hasta que diez días después, el 17 de marzo, el accidental hallazgo dentro del predio multifamiliar de un zapatito tenis de la niña concentraría las pesquisas policiales entre los parientes de la familia afectada.
SOSPECHOSO EN CASA
“Observé que en el espacio de 30 centímetros que hay entre las bardas de las casas de Everardo (padre de Mane) y de mi hermano Adán, se encontraba un tenis chiquito de color gris, suela rosa y sin agujeta…”, declaró Arnulfo N., tío de Mane, a la fiscal especializada en búsqueda de personas.
La aparición del uno de los zapatos que calzaba la víctima el día de su desaparición fue el primer indicio de que el responsable de un potencial crimen residía dentro del condominio, tal y como ya lo suponían sabuesos policiales de mayor experiencia.
CIERTO “MAL OLOR”
Paralelamente, dentro del hogar de Mane comenzaba a descubrirse un crimen.
Los padres del adolescente, Everardo y Carmen, comenzaron a percibir un mal olor que se incrementaba en cada momento, proveniente de la ventana de un baño que daba hacia el patio trasero.
Fue Carmen quien comenzó a desenredar la madeja de un homicidio que topaba ni más ni menos que en la culpabilidad de su propio hijo.
Así lo narró al representante de la Fiscalía:
“En la parte de atrás de mi casa, vi que salían moscas y olía como a perro muerto. Me metí y esperar a que llegara mi esposo de traer la carne para los tacos que vendo afuera de mi casa. Cuando llegó, le dije que fuera a ver qué había, porque olía feo, pero me ignoró en ese momento.”
La posterior confesión del padre de Mane completó las pesquisas que se dirigían a ese hogar:
“El mal olor se impregnó más, por lo que el sábado, a eso de las 18:00 horas, empecé a remover la tierra que estaba junto a la barda, y mientras la movía, empecé a sentir que el olor a perro muerto era más fuerte…
“Continué removiendo la tierra y me percaté que era el cuerpo de mi sobrina. Entonces me dio mucho miedo, porque estaba dentro de mi casa, y me puse a llorar por lo que había encontrado…”
“En ese momento le hablé a mi hijo Mane y le dije: ´¿Qué hiciste?´, ´¿Por qué lo hiciste?´, a lo cual me dijo que él no había hecho nada. No noté que se pusiera nervioso, y después de que lo cuestioné, se fue a mi cuarto y se puso a ver la televisión…”
“¿QUÉ HACEMOS? = LLEVÉMOSLA AL CERRO”
En su declaración ante la Fiscalía, teniendo a su lado un defensor público, el padre de Mane refiere cómo fue que al confirmar que el homicida era su hijo decidió exhumar el cadáver de la niña y llevarlo a ocultar en lo alto de un cerro.
“Removí la tierra y empecé a descubrir el cuerpo, pero decidí esperarme a que mi esposa cerrara su negocio, que consiste en vender tacos afuera de mi casa. Ella cerró el negocio a las 22:30 horas y fue cuando le comenté lo que había encontrado.
“Le dije a mi esposa: ¿Qué vamos a hacer, vieja? Es la niña. Carmen respondió: no sé´, por lo que le dije: hay que sacarla de aquí; vamos a ponerla por allá arriba, para que no la encuentren aquí en la casa.
“Ella me dijo que no estaba de acuerdo, por lo que le insistí: ´Si la encuentran aquí, nos vamos a meter en un problema y no quiero dejar desamparadas a ti y a mi hija (11 años)´. Fue así que la convencí de que fuéramos a dejar el cuerpo de Ceci al cerro”.
La esposa de Everardo confesó los pormenores del traslado del cuerpo de Dulce Cecilia a un baldío cerril de esa comunidad:
“Mi esposo mandó a mi hija a comprar unas bolsas negras de basura a la tienda del señor que le dicen El Cabo. Mientras ella regresaba, yo me metí a la casa y saqué una cobija de color café de mi cuarto, donde estaba mi hijo Mane viendo la televisión…
“Ya con las bolsas, me fui con mi esposo hasta el lugar donde encontró a Ceci, y mientras íbamos para allá, mi esposo sacó unos guantes de color negro que siempre trae en su mochila de trabajo.
Yo fui a donde tengo un nacimiento y tomé unos guantes iguales, que son de mi hijo Mane…
“SÓLO LA LUZ DE LA LUNA”
“Cuando llegamos al lugar, no había luz, sólo la que se alcanzaba a ver con la luz de la luna. Lo que hice fue acomodar las dos bolsas, una dentro de la otra, y mientras yo abría las bolsas, mi esposo levantó el cuerpo de Ceci y lo acomodó adentro…
“Mi esposo me dio la bolsa y yo la tomé abrazándola, como si cargara a un bebé, y me acomodé la cobija como un rebozo, para cubrirme y para que no se viera lo que llevaba. Nos salimos de la casa y caminamos hacia arriba, unos diez minutos, en dirección al cerro…”
Lee la primera parte aquí.