La hoy ciudad de Santiago de Querétaro fue fundada como pueblo de indios entre los años de 1531 a 1550, en un proceso de reubicación de hasta por tres veces para encontrar el punto ideal para trazar la zona poblacional, que pasó de ser un humilde poblado indígena a un espacio en donde la cultura y el arte se respiran y se viven en carne propia en sus calles, edificios, plazas y templos. En síntesis: se convirtió en un espacio en donde la belleza y el espíritu cobraron un lugar de honor. El arte religioso en el que se fundó la ciudad se ha transformado por sus méritos estéticos en un arte universal apreciado por todos.
Si bien el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al patrimonio como “la hacienda que alguien ha heredado a sus descendientes”, hay otros elementos (como las costumbres y tradiciones o el paisaje natural) que también forman parte de la herencia social que tenemos, por tanto, el patrimonio se refiere tanto al medio geográfico -incluidos plantas y animales que lo habitan-, como a todas las expresiones y creaciones culturales de los seres humanos, verbigracia, los sitios históricos, los monumentos, tradiciones y valores de los pueblos.
Tres son los actores que han transformado la percepción y valoración del Patrimonio Cultural: el Estado en su más amplia acepción, la iniciativa privada y los organismos independientes. El estado de Querétaro ya cuenta con cuatro rubros en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad y corresponden a la Zona de Monumentos de Santiago de Querétaro (1996), las Misiones Franciscanas de Sierra Gorda (2003), Lugares de Memoria y Tradiciones Vivas de los Otomí-Chichimecas de Tolimán y la Peña de Bernal Guardiana de un Territorio Sagrado y, finalmente, El Camino Real de Tierra Adentro o Camino Real de la Plata.
En cuanto a la ciudad de Santiago de Querétaro, a partir de 1939 surge la inquietud por la conservación del patrimonio histórico y artístico al crearse la sociedad “Amigos de Querétaro”, encabezada por el gran artista Germán Patiño, y tres años después se declara Típica y Monumental, pero sería hasta el 30 de marzo de 1981 cuando se publica la declaratoria y delimitación de la Zona de Monumentos Históricos de la Ciudad de Querétaro, misma que corresponde a un área de cuatro kilómetros cuadrados formada por 203 manzanas, iniciándose entonces la catalogación de sus monumentos, arrojando esta tarea cerca de 1400 edificios con valor histórico, construidos entre los siglos XVI y XIX.
El trazo de la hoy ciudad de Santiago de Querétaro comenzó aproximadamente en 1548 debido al descubrimiento de las minas de Zacatecas y la apertura de caminos y construcción de carretas hechas por Sebastián de Aparicio. Este trazado urbano se inició a partir del predio que albergaría el templo y convento de San Francisco, en un primer período que va de 1531 a 1551 y que fue hecho por los caciques otomíes fundadores del pueblo junto con los franciscanos de Acámbaro, quienes realizaron una traza primaria lineal de una sola calle que, partiendo del Río Blanco (hoy Querétaro), corría en forma perpendicular hasta llegar a la plaza de San Francisco (hoy calle Juárez norte). A esta arteria convergían otras perpendiculares que serían continuadas posteriormente.
Dice Jaime Vega que estas características, por su falta de definición, la ausencia de una retícula definida por líneas rectas y carentes de dimensiones constantes en su estructura, derivan en su esencia prístina de pueblo de indios, transformado rápidamente en pueblo de españoles.
La segunda etapa de la traza de la hoy ciudad se dio hacia 1550, cuando se tomó posesión en nombre del rey de España del sitio donde se fundó Querétaro, procediéndose a realizar la traza formal siguiendo la costumbre (que después se hizo ley) de hacerla en forma de damero con calles anchas y manzanas regulares. Por las condiciones topográficas de Querétaro, esta disposición no se observó estrictamente. La traza de 1550 es atribuida a Juan Sánchez de Alanís, un antiguo mozo de Francisco Hernández Bocanegra, principal de Acámbaro, llegado a la zona en 1529 para negociar con Fernando de Tapia –el cacique fundador- la fundación del nuevo pueblo de indios de Santiago de Querétaro.
El trazado en forma de juego de ajedrez imaginado por Juan Sánchez de Alanís dista mucho de haberse hecho realidad, ya que las arterias queretanas distan mucho de seguir la continuidad lineal de otras ciudades novohispanas, al igual que las diferentes manzanas que integran la retícula no mantienen tampoco sus dimensiones permanentes, pareciendo que como si cada manzana, cada calle, hubieran sido trazadas por separado, independientemente unas de otras, con el simple propósito –sin conseguirlo- de buscar la línea recta. Para Carlos Arvizu, la definición de las hoy calles y manzanas de Querétaro fue obra de la precisión que dio la casualidad. Claro que el trazado hispano es más regular que el trazo realizado por los caciques indios en los barrios de la República de Indios.
Hasta el año de 1551 Santiago de Querétaro se caracterizó por haber sido habitada exclusivamente por población indígena. Con la apertura del Camino Real a la Tierra Adentro, derivado del descubrimiento de las zonas mineras de Zacatecas y posteriormente de Guanajuato, comienzan a asentarse los primeros españoles, con el fin de proteger de los ataques chichimecas a los cargamentos de oro y plata. Este hecho originó que Querétaro fuese paso obligado entre el centro y el norte del país, lo que permitió la convivencia entre indios y españoles, suceso que determinó para siempre su historia como ciudad mestiza.
Ante el crecimiento de la población española en Querétaro, sus antiguos habitantes indígenas fueron desplazados a los barrios, por lo que Jaime Vega prefiere hablar no de un asentamiento urbano limitado sino como de un centro generador y productor de nuevas zonas acordes con el crecimiento demográfico y productivo. La consolidación urbana se da en el siglo XVII, con la transformación física del pueblo por el establecimiento de varias órdenes religiosas y la construcción de sus templos y conventos, alterándose por primera vez el trazo original al abrirse la llamada Calle Nueva, hoy Próspero C. Vega, que va del río a la parroquia de Santiago.
En el año de 1606, Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros y virrey de la Nueva España, concede a Santiago de Querétaro el título de villa, alcanzando el de ciudad hasta 1656. Comenzado el siglo XVIII, la ciudad adquirió su mayor esplendor alcanzando su “Siglo de Oro”, a causa de ser paso obligado para las minas de Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí, además de establecerse dos estancos fabriles en la ciudad: el monopolio de la fabricación de los uniformes del Ejército Virreinal (cincuenta mil efectivos) y la Real Fábrica de Tabacos Labrados de San Fernando, lo que dio lugar a la fabricación de lujosas mansiones, el trazado de un barrio obrero para que vivieran los trabajadores (Santa Ana) y la multiplicación de mesones, batanes, obrajes, talleres de reparaciones de carretas y ruedas, haciendas de ovejas, llegando la población a cincuenta mil habitantes, convirtiéndose en la Tercera Ciudad del Reino de la Nueva España, solamente por debajo de la Ciudad de México y de Puebla de los Ángeles.
La llegada del siglo XIX significó para Querétaro el inicio de una larga decadencia determinante para detener su evolución, cuando el país entero vivió prolongados períodos de inestabilidad. Dos acontecimientos marcaron la alteración y el saqueo del patrimonio monumental, histórico y artístico de Querétaro: la Reforma y el Constituyente de 1916-1917, ya que con el pretexto válido o no de la modernización de la ciudad se destruyeron templos, capillas y conventos además de barrios tradicionales.