“Caída en esas redes/se revuelve,/respira/una materia violenta y resplandeciente,/un animal iracundo y rápido,/cuerpo de lumbre entre las hojas: el día”, Octavio Paz.
El nombre es un préstamo literario, el objetivo, conocer y compartir la obra de las poetas que nacieron y radican en Querétaro, así comenzó Lumbre entre las hojas. Hace siete años, por invitación de la poeta Martha Favila y como parte de una celebración del Día de la Mujer, nos reunimos en Plaza de Armas a leer. Las que ahí estuvimos, la mayoría, recordamos aquel momento como una noche en que hacía mucho frío. La realidad es que la lumbre apenas prendía. Los siguientes años, ya fuera del festejo a la mujer, se hizo una réplica del evento con la invitación a más autoras, ahí fue cuando las narradoras reclamaron su puesto y ahora es un encuentro de escritoras, narradoras y poetas, que va creciendo, desde el año pasado une a autoras de la región Centro-Occidente.
En este 2019 participaron 40 escritoras, quienes visitaron en grupos los 18 municipios, además de hacer una lectura especial en el CERESO Femenil. Gabriela Aguirre es una de las mujeres que participa en el encuentro desde la primera lectura, a ella dedico esta edición, porque fue precisamente en este encuentro de mujeres escritoras donde nos conocimos, hicimos amistad y aquí estamos para compartir la palabra, la lumbre y esta Zona de Visión, en donde presentamos tres poemas sobre la genética felina que ha creado la poeta.
ROCÍO BENÍTEZ
TRES POEMAS DE GATIFICACIÓN
La curiosidad,
eterno mal de mis hermanos,
signo de nuestra especie,
me ha dado la vida que ahora vivo:
una vida pequeña y grave
desde donde ahora acecho.
Oculta detrás de la cortina del deseo
tanteo las pieles y los olores.
Oteo las espinas que crecen
en el corazón de otro cuerpo
y retrocedo
sólo
para volver a acercarme.
He perseguido por horas
la luz de un espejo
y
a punto de alcanzarla
ha cambiado de sitio.
Y desde la curiosidad me pregunto
–también–
si es que persigo la luz
o en realidad al espejo
para verme: gata
minina
micha
misifuza.
La curiosidad no me mata
porque me nombra.
¿Cómo podría matarme
lo que me hace fuerte?
Una uña cayéndose a pedazos
me recuerda que soy un animal que muda
y que en ese mudarme permanezco:
minúsculos fragmentos de mí
se quedan en las telas y en los vientres.
Cada una de mis uñas se levanta:
pequeños velos de genética felina.
Acostumbrada a perderme sin perderme
me dejo ir poco a poco.
Porque sé que también soy desprendimiento,
curvatura de calcio enmugrecida,
gajos de un calendario íntimo
como un órgano que se separa y se regala.
Una bola de pelo en la garganta me ha dejado sin voz.
Instalada en un trayecto de mi cuerpo
como una pequeña trampa para mis palabras,
da vueltas dentro y no sale de mí.
Una bola de pelo como una interferencia
de lo que digo apenas.
Un ahogo de las sílabas del dolor,
del aullido de mi extensa estirpe de gatas.
Una bola de pelo como un vómito contenido
desde el principio de los tiempos de mi vida:
una bola de pelo atroz y salvaje,
una hermosa y sincera bola de pelo de los días,
una tierna y dolorosa bola de pelo.
Gabriela Aguirre (Querétaro, 1977). En 2003 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino con el libro La frontera: un cuerpo y en 2007 el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa con el libro El lugar equivocado de las cosas. Tiene, además de éstos, otros dos libros publicados: La casa es una espora (Ediciones El humo, 2015) y La isla de tu nombre (Veliz Books, 2017). Actualmente es docente
de literatura en la Universidad Autónoma de Querétaro y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.