Sin hacer menos a otros elementos de los cinco templos misionales, lo que más impresiona de ellos son sus fachadas de barroco mestizo, las que están dedicadas de manera didáctica a un mensaje religioso en particular: la de Jalpan simboliza “La defensa de la fe”; la de Tilaco “Una fe ingenua”; la de Concá “La victoria de la fe”; la de Tancoyol “La misericordia” y; la de Landa “La Ciudad de Dios”.
Fueron hechas para los indígenas, no para los misioneros. No hay que olvidar que las misiones fueron fundadas en 1744 como una realidad política y jurídica y que antes de que se construyeran los actuales templos de mampostería les antecedieron construcciones de zacate y adobe.
Pruebas suficientes hay de que Fray Junípero Serra en Sierra Gorda fue ingeniero, arquitecto, decorador, pintor, médico y enfermero, molinero, segador, carpintero, albañil, peón, maestro de música y danza, maestro de cocina y tejido, lector (significa maestro en la sagrada teología), administrador, jefe y soldado.
Puedo afirmar sin embargo, que gracias a los civilizadores Escandón y Junípero Serra la antigua Sierra Gorda, áspera y bárbara, por fin se estampó o apareció en el mapa del mundo, aunque sus métodos hayan sido muy divergentes, ya que el de Santander utilizó la espada y la bota de manera brutal y el mallorquín se valió de la palabra, el corazón y sobre todo del ejemplo de trabajo mano con mano, hombro con hombro y consideró a los indios como sus hermanos y no como pupilos despojados de razón.
Serra se preocupó más por el bien de los indios que el de la Corona Española. Tuvo la misma visión que los grandes misioneros del mundo: hacer de las misiones un mundo cerrado, protegido, blindado, que se bastara a sí mismo. Expulsó a la dizque “gente de razón” del territorio de las misiones y sólo obedecía órdenes de su superior de San Fernando, tomando distancia con Escandón. Dice José Guadalupe Ramírez Álvarez en su obra “Las misiones de la Sierra Gorda queretana” que “nada hubiera podido el conquistador con su espada y sus legalismos, si no hubiese sido por la labor de los misioneros que con la Cruz y su amor ganaron definitivamente para la fe católica la inmensa extensión territorial de la Sierra Gorda…”
El Junípero de Sierra Gorda fue misionero; el de California fue político más que misionero, porque llegó a San Diego dotado de poderes terrenales para organizar los diversos territorios norteños que estaban fuera del control de la Corona. En Sierra Gorda ya encontró los territorios misionales organizados por el conde de Sierra Gorda.
En Sierra Gorda dejó templos magníficos por la calidad de los materiales, el talento de los indios, la paz que logró y la abundancia de recursos económicos que se procuró por su habilidad para trabajar el campo; en California encontró sobrios templos jesuitas y, los que construyó él, fueron hechos con materiales duros, en medio de la guerra contra los salvajes naturales y luchando contra el medio ambiente hostil, además de escasez de recursos económicos.