Ayer 14 de junio, se cumplió un año más del fallecimiento de Jorge Luis Borges (1899-1986). El poeta y narrador argentino escribió en El Aleph: “(de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie”…
¿Borges estuvo en Querétaro?, ¿quién le habló de esta ciudad?, ¿qué significado tenía de este sitio?
Preguntas sin respuesta.
Alabado Borges, por las dudas y esa línea ‘color de una rosa en Bengala’, que se vuelve eterna.
Querétaro es una ciudad y muchas palabras. Varios poetas han multiplicado su nombre, hoy en Zona de Visión presentamos algunos (poquísimos) versos que hablan de Querétaro (poemario compilado por José Guadalupe Ramírez Álvarez, obra póstuma, 1999) y evocan en sus cantos a la primigenia ciudad.
Y al final un fragmento más amplio de El Aleph, en donde aparece el nombre de Beatriz Viterbo, el gran amor (no correspondido) del escritor argentino; tendrá algo que ver Beatriz con que el nombre de Querétaro aparezca en este cuento. Una de las joyas arquitectónicas de Querétaro es Santa Rosa de Viterbo. ¿Inconcebible esta idea? El amor: “el inconcebible universo”.
CHÍO BENÍTEZ
PAULA DE ALLENDE
Trozos de identidad para Querétaro
(Fragmento)
Hablo de ti, cuidad,
porque te pienso venerable
y tu sol resbala por mi casa,
por mi cuerpo, cada día.
Porqué oigo tus pasos
y miro las alas de tus jóvenes
y el desgranado nombre de los viejos
que te hicieron con semillas
plantadas en los días.
Hablo de ti
porque el poeta
vino a mi casa una tarde
y te escrituró un poema.
Hablo de ti
por tu orgullosa piedra
porque esculpida o no
en ella está tu voz de siempre
la misma
que nos trae el viento.
JOSÉ RODOLFO ANAYA
El primero, 1526, Conín.
(Fragmento)
Crece la figura del ruidoso Conín
el patriarca
el indio cósmico
el fundador de la ciudad más dura
U
d
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U d a m x e y
Ciudad de suspiros
y palafitos
donde la brújula de los pájaros
señala al norte.
AUTOR: “EL CAMOTE”
La divina
“Querétaro la divina,
la de la Cuesta de China,
y Acueducto singular,
la del Marqués del Villar,
la de los mil sacerdotes,
la de los grandes camotes,
la de cien mil paliacates,
la que de piadosa priva,
la de la Plaza de Arriba,
la de la Plaza de Abajo,
la de unas de tasajo,
la de bellas de a montón
no se hallan ni en un serrallo,
no te cantará otro gallo
más cumplido que Gayón”.
FRANCISCO CERVANTES
Museo Queretano
(Fragmento)
VII
Paisaje aéreo del Sangremal durante la conquista
Oscura tierra. Piedra. ¿Qué perdura?
Puñetazos y Santiago:
España en este sitio.
Después dicen que Austria,
mas fue Maximiliano.
¿Gloria, comercio duro?
JOSÉ DOLORES FRÍAS
A Santiago de Querétaro, donde yo nací
(Fragmento)
I
¡Querétaro!… Te nombro con un temor sagrado
porque no sé si pueda desde mis inquietudes
llegar hasta tu seno, protegido y cercado
por el vigor ileso de las Siete Virtudes.
Lejos de ti he gozado, lejos de ti he sufrido,
los laureles he visto cobijarme en la senda
mas el terror me agobia cuando pienso en tu olvido
y en que no es tuyo el ámbito que cobijo mi tienda.
pido el trueno litúrgico de aquellos esquilones
de tus iglesias para volverme persuasivo,
y siento que mis pasos, huellan tus callejones,
y en mi casa de antaño, junto a mis padres, vivo…
II
Para nuestra ventura no tuvo simetría
el que trazó tu plano. Por el indio carcaj
y por la ibera espada floreció tu hidalguía;
y eres toda tú llena de tal melancolía
que no hubiera podido cantarla Rodenback.
Éxtasis de las torres eminentes y lumbres
de cúpulas heridas por venablos de sol,
en ferrador portones decrépitas herrumbres,
el que intente encomiaros ¿por qué escala de cumbres
subirá para ungiros con un digno ocozol?…
Una paz infinita se difunde en tu ambiente
que perfuma fragancia de evangélico olor;
y en cada mano activa y en cada limpia frente
de tus hijos ha puesto su ósculo silente
la Gracia del Señor.
LEOPOLDO DE SAMANIEGO
Brújula
Sangremal, al Oriente:
Anunciación;
Ocaso, Las Campañas:
El Calvario;
Al norte, la barbarie:
La Estación;
Y al sur la inspiración:
El Cimatario.
JORGE LUIS BORGES
El Aleph
(Fragmento)
“En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.