Se valió de muchos medios Junípero Serra para hacerles entender a los naturales rudimentos del cristianismo, entre los que destaco las misas cantadas predicando el mismo mallorquí y, en las festividades principales como las de Jesús y María, durante toda la novena con la asistencia de todo el pueblo.
Gracias a la crónica sabrosa y elegante de Francisco Palou, puedo asegurar que fray Junípero Serra fue un gran promotor de la cultura y del arte, además de el gran precursor del turismo religioso en la Sierra Gorda pues sus diálogos entre niños, sus representaciones teatrales con pastorelas en navidades y su lavatorio de pies, procesión y su representación de la pasión de Jesucristo fueron tan famosas y bien puestas que hasta los españoles de los pueblos vecinos acudían a la misión de Jalpan en esas festividades quedándose a vivir en la misión durante el tiempo que durara la fiesta.
Los viernes santos, fray Junípero cargaba una cruz de madera pesada y grande, con cuyo peso Palou no podía a pesar de ser más robusto y joven que su jefe, el que la transportaba del templo de Jalpan a una capillita que improvisaron en una alta colina de las afueras.
Puedo afirmar que Serra fue el precursor del teatro popular en la Sierra Gorda al haber puesto en escena “pastorelas navideñas” que servían precisamente para reforzar didácticamente el aprendizaje del catecismo entre los indios, al igual que los “nacimientos”, inventados por el pobre de Asís. Conociendo las disposiciones del indio y los modos peculiares de la religiosidad popular, daba a las festividades religiosas el mayor colorido posible, con representaciones plásticas, echando mano de todos los recursos posibles, capaces de expresar de alguna manera la belleza del mundo de la gracia.
Pasado un trienio, en 1754, quedó fray Junípero libre de su cargo de presidente de Sierra Gorda, pero no el de inquisidor, y como simple misionero, en Jalpan, pudo dedicarse todo y sólo a sus indios.
Otra tarea misionera fundamental era despertar en aquellos indios la tendencia natural humana hacia el trabajo. Los indios pame, en efecto, fueron aprendiendo labores y oficios, nuevos modos de criar ganados y cultivar los campos, y crecían así de día en día en humanidad y cristianismo. También se dictaron instrucciones para el gobierno temporal de las misiones, es decir, Serra siguió con la idea de convertirlas en tierra de utopía.
Fray Junípero asistía a los enfermos en sus necesidades materiales y espirituales, les enseñaba rudimentos de medicina herbolaria y estaba al pendiente todo el tiempo del modo de vivir de los indios, castigando con rigor a los amancebados, es decir, a los no casados por la Iglesia Católica, a los borrachos y a los que cometieran “pecados públicos” además de recetarles terapias de buenas costumbres y modo de vida cristianos.
También se daba tiempo el mallorquí para enseñarles las reverencias con que debían entrar al templo y conducirse con los misioneros, sus autoridades y sus padres. Serra se preocupó mucho de que los indígenas rijosos terminaran sus litigios y enemistades y vivieran como hermanos.