HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ / LALUPA.MX
Durante los 24 días que duró el incendio en Jalpan, Gabriela Díaz Medellín, técnico en urgencias médicas, apoyó en la atención de los brigadistas desde las 6 de la mañana hasta las 9 de la noche sin faltar un solo día, como coordinadora del equipo de la Cruz Roja en ese municipio.
Cada que podía, se comunicaba con sus dos hijos que la esperaban en casa, mientras ella brindaba más de 70 atenciones por deshidratación, esguinces, laceraciones y algunas heridas entre el personal que luchaba por combatir el incendio en Valle Verde, donde el pino es el mejor combustible para mantener el fuego.
Con 34 años de edad, Gabriela tiene 5 años dentro de la corporación de la Cruz Roja en Jalpan, donde estudió para ser técnico en urgencias médicas y se quedó como trabajadora de base. Los incendios son comunes en Jalpan, pero nunca de la magnitud que se vivió este año.
Era la noche del 2 de mayo y ella estaba de guardia cuando recibió la llamada en la que le pedían acudir a respaldar a los brigadistas que combatían el incendio. “Nosotros en Jalpan estamos unidos, las corporaciones e instituciones trabajamos unidos para llevarles al incendio en Valle Verde, somos una comunidad muy grande y esto era algo riesgoso pero todos estuvimos trabajando en coordinación”, afirma.
Gabriela acudió con su equipo de 4 personas a la zona del incendio y desde el 2 hasta el 26 de mayo no paró de repartir víveres y dar atención médica. Al principio pensaban que era un incendio de los que ocurren regularmente en la sierra, pero fue la primera vez que alcanzó las magnitudes que se vivieron.
“Siempre se presentan esas situaciones en la sierra, en un municipio o en otro, así que hemos ido a apoyar, pero estar de lleno y vivir la situación y estar con las personas civiles como esa vez, fue la primera vez. Nos trasladábamos de 6 de la mañana a 9 de la noche. Era agotador. Llevábamos víveres y las repartíamos a los civiles, a los brigadistas, a las corporaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional, a la Marina, a la policía, repartíamos agua, pasta de la sal, vitaminas, sueros y dábamos atención, lo más común era deshidratación, esguinces, laceraciones, algunas heridas y yo sola di alrededor de 70 atenciones, porque somos poquitos en Jalpan y como soy la coordinadora tenía que estar a diario, a veces me quedaba un día completo”, recuerda.
La magnitud del incendio provocó que voluntarios y personal de base de otras delegaciones de la Cruz Roja en Querétaro acudieran a brindar ayuda a los brigadistas de Jalpan.
“Llega un momento en el que uno le pide al creador que llueva, que nos ayude, porque solo lloviendo se pudo apagar. En la sierra la gente tiene mucho entusiasmo, nunca me tocó ver alguien que dijera: ya no vengo, siempre iban los brigadistas, las personas civiles, todas con mucho entusiasmo”, insiste.
En la zona no había señal de celular así que Gabriela buscaba una casa donde había teléfono para comunicarse con su familia, particularmente para avisarle a su hijo de 16 y a su hija de 9 años, que estaba bien, porque “sí se preocupan, pero trato que siempre que ando lejos, como allá que no había señal, siempre sepan que estoy bien. Ahí en Valle Verde había una casa con teléfono y le pedía de favor que me comunicara con ellos, con mi familia, con mi mamá”.
Después de hacer esas llamadas, regresaba a su puesto para mantener la atención a los brigadistas y vio a algunas personas ir al lugar sólo a tomarse fotos, como “si tuvieran la cabeza vacía”, porque el bosque estaba en llamas y es “la vida, el sustento, el alimento de muchas personas”.
Eso daba coraje entre los brigadistas, pero nadie paró de combatir el incendio y ella tampoco. Fue la experiencia más fuerte para ella en su periodo dentro de la Cruz Roja, pero se mantuvo firme, sin dejar que las emociones la afectaran y sin ser insensible.
“Primero debemos ser humanos, si estás para aliviar el dolor, primero debes tener humanidad, no te vuelves insensible, al contrario, vas logrando ir controlando tus emociones, porque se supone que estamos para ayudar a aliviar el dolor, el sufrimiento y trabajar en equipo”, insiste.
En su primer entrega de ayuda, los voluntarios y técnicos en urgencias médicas de la Cruz Roja repartieron más de tres mil 500 botellas de agua, 480 bebidas isotónicas, más de cinco mil 200 cubrebocas y pomadas de óxido de zinc para ayudar a los brigadistas que combatían el incendio.
Durante esos días la atención más común era la insolación y los golpes de calor, pero ninguno fue de gravedad. Al menos no para que alguno de los brigadistas se retirara y dejara su puesto vacío. Ni siquiera aquellos en los que el cansancio era más evidente.
Antes de recibir un reconocimiento por su labor dentro de la Cruz Roja, Gabriela cuenta que participar en el combate al incendio en Jalpan es de las mejores experiencias para ella, porque le dio una nueva perspectiva de todo lo que podía hacer y conseguir sobre todo si se trabaja en equipo.
“Al final te vienes completa, llena, satisfecha, porque sabes que la gente no te deja sola, la gente no nos dejó de todos los estados que acudieron, nos apoyaron las diferentes instituciones, corporaciones, gente que se solidarizó con nosotros, dentro de todo el cansancio y agotamiento, estoy contenta, con una experiencia bonita y la enseñanza de que debemos estar unidos para cualquier situación que se presente”, asegura.