Recientemente, aunque no es una novedad del todo, por qué existen antecedentes desde hace décadas en el país, nos enteramos que la conductora de televisión Laura Bozzo obtuvo un doctorado Honoris Causa.
Reconociendo el punto de partida en el tema, mi amigo el destacado periodista David Estrada, en sus redes sociales, detalló a varios personajes del mundo artístico y social como acreedores al título de doctores. Hasta con toga y todo la cosa. Pena ajena para la comunidad académica y para la ciencia.
Los doctorados Honoris Causa han proliferado indebidamente. Así como los doctorados “patito” en el extranjero.
Obtener el grado de doctor exige un trabajo académico, presencial, de trabajo y de investigación.
En inglés sus siglas serian un PhD porque se trata de un “Philosophy Dedree”, es decir, un grado en filosofía sobre el área científica respecto de la cual a lo largo se cursan distintas materias y se elabora una tesis, la cual genera conocimiento novedoso; es decir, se trata de una aportación nueva, nunca antes dicha, en el mundo de la ciencia y la academia.
Existen organizaciones o instituciones por doquier que hoy invitan a personas sin ningún atributo o logro social importante o verdaderamente relevante, a obtenerlos por “Causa Honoria”, y que sin procedimientos previos, estudios y reglamentación los obtienen sin mérito alguno y solamente como un producto del ego y de ensalzar la falsa inteligencia. Son doctorados de a mentiras, patitos o pergaminos de papel sin valor alguno. Como materia del sistema educativo por el que se obtienen deben ser asunto de altísima consideración científica o académica.
Igualmente existen “doctores” que se fueron a estudiar a España u otros países, en donde el doctorado no requiere de una maestría previa y requisitos estrictos para la obtención del grado; a veces se trata de cursitos de un año, pero en México se pasean como “doctores”, sin tener un reconocimiento oficial respecto de las reglas para el caso en nuestro país.
En las respectivas leyes de educación la legislación federal y local debería regular con mucho más detalle el otorgamiento de estos doctorados apócrifos; sin dejar de reconocer que existen universidades prestigiadas, que luego de un análisis minucioso, con aprobación de sus órganos de gobierno y reconociendo aportaciones trascendentales a la sociedad, muy merecidamente los dan a personalidades que real y verdaderamente han aportado en un nivel excelso, algo a la sociedad o a la humanidad en su conjunto.
Hace ya algún tiempo, en la Universidad Autónoma de Querétaro, nuestra alma mater, cursé el doctorado dos años presenciando materias muy diversas, los viernes de 4 a 10 de la noche y los sábados de 7 am a 1 de la tarde; con académicos mexicanos de gran reconocimiento; acierto sin duda de quienes han dirigido a la Facultad de Derecho, y que tuvieron que realizar arduos tramites incluso para la aprobación del doctorado y su validez académica. Después de dos años de presencia y cuatro años de tesis, y con un magnífico director de tesis, mediante un examen posterior con distinguidos académicos queretanos, pude sacar adelante el grado de doctor, previa una maestría, desde luego, y una licenciatura, entre otros cursos de orden académico.
Por lo anterior, para mí y seguramente para el claustro de doctores y compañeros, resulta inadmisible que a una persona, sea Laura Bozzo, ¡o quien sea! En una tarde y en una ceremonia de dos horas en donde sólo fueron a sentarse, les otorguen un supuesto doctorado. ¡Qué pena!
Los doctorados patitos son un agravio para la comunidad académica y científica seria. Vale la pena el análisis sobre ello y además que se legisle debidamente al interior de las universidades, además de que la legislación federal y local regule el otorgamiento de estos doctorados apócrifos.