Hace poco, Facebook trajo a mis recuerdos una fotografía protagonizada por dos poetas muy queridos: Luis Alberto Arellano y Arturo Santana. La foto es de octubre del año 2015, un día en que habíamos quedado en desayunar los tres; el maestro Santana eligió como lugar de nuestro encuentro: El Arcángel, un café restaurant (recordado por ser el sitio a donde llegaban las celebridades y políticos, cuando aún estaban junto a Jardín Guerrero las oficinas de gobierno municipal); hoy El Arcángel ya voló, Arellano tampoco está en este plano terrenal y al maestro Santana lo veo muy poco, las últimas veces que lo he visto ha sido en los homenajes dedicados a la memoria de Luis y en esos eventos el maestro Arturo recuerda que, cuando estuvo internado en el hospital, Arellano lo fue a visitar, le llevó un libro y le envío como recado con su hijo, que le tenía algo importante que decir. Ellos dos, Arturo y Luis, jamás se volvieron a ver. Santana se pregunta ahora: ¿qué era eso importante que me tenía que decir?
Y yo, que acompañé a Luis en aquella visita al hospital, también tengo esa duda.
Mientras intento recordar qué tanto dijo Luis en la sala de espera, aquí unos poemas de Arturo Santana (poeta y docente, originario de El limón, Jalisco 1949, quien llegó a radicar a Querétaro en 1984), los poemas forman parte de En el ojo del huracán medida. Antología de la obra poética de Arturo Santana, publicada en 2012 por José Manuel Velázquez y Benjamín Moreno.
POCO URGENTE
No hay mucho espacio para decirlo
no hay mucho aliento
(una voz pide
por el amor de dios y las metáforas
sobran cuando el vacío arruga
el sentido de las palabras)
no hay mucho tiempo
la petición de una anciana viene
del cerco de incertidumbre del pan
más duro de hoy
mi voluntad no vacila por tres monedas
sin detenerme
(urge llegar)
pero la vieja no ha comido aún
cuando el poema termina.
PÁGINA SUCIA
Sólo unas manchas de sangre negra
sobre la loma, anónimas como el tiempo
que las ha venido velando
Los fotógrafos, los cronistas, la bruma
del veintidós de diciembre…
Rondan ahí, cierto brillo las anima con un reguero
de súplicas mordiendo de raíz la dureza
de la arcilla.
Desde este lado de los necios los sedimenta
un soplo frío, el color del olvido. Todo es esto:
unas cuantas manchas resecas que el polvo
de Acteal ha venido borrando.
TU AUSENCIA HA TRASTORNADO EL ORDEN
Tu ausencia ha trastornado el orden
de nuestros hábitos. Impertinente dispuso
las horas altas como inventario
de sus recuerdos para matar las noches
entre contiendas de amigos y familiares.
No somos rendijas sobre el olvido
ni sedimento bajo el sigilo del agua.
Tu ausencia ha volcado su finitud de arena
mientras llenamos de tiempo hueco
el resto de cada día. Aún contamos con el reguero
sin tregua de las historias comunes,
tu luz en fotografías,
pero tu ausencia insiste en amontonarlas
noche con noche como evidencia
de que nos faltas.
UN GRUPO DE AMIGOS LLAMÁBAMOS DISTANCIA
Un grupo de amigos llamábamos distancia
al filo de tu enfermedad
y nos vencía el curso de una extraña sedimentación
tan próxima a la tierra,
tan fuego y mordedura.
Mirábamos el mar que parpadea en los ojos
de quien se sabe náufrago y distancia cuando
la noche orilla.
Leíamos el trazo de la anticipación hacia el secreto
nudo de ver las cosas
con las manos abiertas de su integridad.
Contábamos la herencia
de tu amistad multiplicada por el día menos
previsto para partir.