HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ /LALUPA.MX
FOTOS: GUILLERMO GONZÁLEZ
La vida de María González dio un gran vuelco hace 12 meses, cuando a sus 51 años de edad le descubrieron un tumor de 7 centímetros en el seno izquierdo. Con una hija de 22 años y dos carreras, una como periodista y otra como abogada, sintió que todo se desmoronaba porque podría perder la vida.
En aquel momento se enfrentó a sus miedos, a la urgencia de cambiar su estilo de vida y a la necesidad de pagar una serie de tratamientos muy costosos para recuperar la salud. Perdió un seno en el proceso, pero consolidó muchas amistades y atestiguó su propia fortaleza y la de su familia. Hoy, sostiene, se siente mucho mejor que antes del cáncer.
“Hace un año, el 25 de octubre, por las campañas anuales contra la lucha contra el cáncer en todos lados decían revísate, hazte la mastografía y yo siempre me autoexploraba, pero no me hacía la mastografía y esta vez me la tuve que hacer porque me toqué una bolita en el seno izquierdo y me asusté mucho. Descubrí que no me hacía la autoexploración correctamente y por eso no me detecté esa protuberancia antes”, recuerda.
La misma noche en que se hizo la mastografía acudió al laboratorio a recoger sus estudios, pero en lugar de entregárselos como en cualquier procedimiento normal, la mandaron al área de servicio social y eso la asustó más.
“Me preguntaron si tenía Seguro Social o algún programa de salud, porque necesitaba ir urgentemente con un médico para un tratamiento. Fui con un ginecólogo que una amiga me recomendó y me dijo que tenía el 90% de probabilidades de que fuera cáncer de mama y todo fue una pesadilla, lo primero que pensé fue: me voy a morir y yo no me quiero morir, sobre todo porque nunca piensas que te puede ocurrir algo así, menos a mí, porque en mi casa no hay antecedentes de cáncer”, agrega.El ginecólogo le recomendó operarse urgentemente porque era un tumor muy grave y la operación costaría 50 mil pesos. Mary le avisó a toda su familia y sus hermanos se dijeron dispuestos a ayudarla a cubrir el costo de la cirugía, pero le recomendaron acudir con un oncólogo. Poco a poco los amigos se enteraron y junto con su familia empezaron a orientarla y brindarle ayuda.
“Cancelé la operación con el ginecólogo, fui con el oncólogo y me dijo que mi tumor no era operable en ese momento porque había un riesgo de que se regara al intervenir. Dijo que lo primero era la biopsia para saber qué tipo de tumor era, segundo, tratarme con quimioterapia para disminuir el tumor, encapsularlo y hacerlo más pequeño, porque por protocolos internacionales los tumores de cáncer de mama no se pueden operar más allá de 5 centímetros y mi tumor era de 7 centímetros, no podían operar así”, explica Mary.
El oncólogo le recomendó tres cosas para enfrentar el cáncer: la primera era no deprimirse, porque eso afecta el sistema inmunológico, así que se tenía que comprometer a tener una actitud positiva con ayuda de un psicólogo. Segundo, la familia tenía que apoyarla y tercero, hacerle caso a los doctores.
La biopsia mostró que su tumor era grado 2, no era tan agresivo porque las “células malignas todavía reconocían a las sanas” y eso evitaba que avanzara rápido. “Él me dijo que un tumor tarda un año en crecer un centímetro y yo tenía un tumor de 7 centímetros, yo hice mi propio cálculo y fue muy fuerte pensar que tenía 7 años sin darme cuenta de esa bolita”.
Se sometió a 6 meses de quimioterapia en un hospital donde recibió varios descuentos. Durante cuatro sesiones, cada 21 días, recibió la llamada quimioterapia roja que abarca todo el cuerpo por si hay otro tumor en otro órgano, sobre todo porque tenía los ganglios inflamados y temían que el cáncer estuviera también en sus huesos, lo que se descartó después de un estudio de 40 minutos.Ante su miedo por la enfermedad, los médicos le dieron una gran esperanza cuando le explicaron que “el cáncer no es una sentencia de muerte, antes sí, pero ahora ya no, porque la ciencia está muy avanzada”.
“Siempre me consideré muy positiva, pero eso se me fue abajo, así que vi que tenía dos opciones: una, pues dejarme o dos, luchar y decidí seguir. Una trabajadora social del laboratorio donde me hice el estudio me llamó por teléfono, yo no reaccionaba, esa fue la primera vez que lloré, me desahogué y entendí lo que me pasaba, creo que esa llamada fue mágica, me llamó para saber si ya me estaba atendiendo y cómo me sentía. Agradecí mucho esa llamada y sentí que era alguien que me decía: María estás viva, tienes que atenderte y seguir adelante”, sentencia.
Los médicos fueron claros: se tendría que someter a la quimioterapia, después a radiación y luego hormonoterapia, para darle paso a una inyección durante 1 año y una pastilla durante 5 años para poderla dar de alta. También fueron precisos en lo que le pasaría.
«ME HE QUEBRADO, PERO VUELVO, PORQUE LO DECIDÍ: VOY A VIVIR»
“Se te va a caer el pelo, todo el pelo, las pestañas, las cejas, las uñas se pondrán negras, las venas se oscurecerán por donde pase la quimioterapia, vas a tener vómito, dolor de cabeza, no vas a querer comer, vas a bajar de peso, pero debes tener buen ánimo. Cuando oímos eso, mi hermana se puso a llorar. Nos dijeron que para reducir la pérdida del pelo se podía comprar un gorro que se usaba durante la quimioterapia, costaba dos mil pesos y mi hermana dijo: sí, que se lo pongan, aunque para mí era un lujo, pero lo ideal es que a toda la gente se lo pusieran, porque el primer fregadazo para la gente con cáncer, cuando ven la enfermedad, es cuando se ven sin pelo”, añade.
Mary perdió mucho pelo y lloró, pero conservó la mayoría y tampoco bajó de peso. Su actitud ante la quimioterapia cambió. “Aprendí a amar la quimioterapia, a aceptarla con amor, para mi salud y recuperación, la vi como una amiga que me iba a ayudar. Cuando recibí la primera, la tomé en mis manos, le hablé y le di las gracias, le dije: te recibo con amor, sin temor, con confianza y cuando me la aplicaban yo cerraba los ojos y me la imaginaba entrando por mi sistema, imaginaba a mis células haciendo una valla de contención para que llegara a donde tenía que llegar y no a las células buenas. En cada quimioterapia lo hice, no bajé de peso, no vomité, no se me fue el hambre”.
Su cansancio y dolor de cabeza fueron mínimos durante 16 sesiones de quimioterapia. Al terminarlas su tumor medía 3.5 centímetros y ya era operable. La operación se realizó el 21 de junio sin contratiempos. Al mes y medio de la cirugía, cuando apenas se recuperaba de verse sin seno, le aparecieron unas “bolas” arriba de la herida y empezaron otra vez los estudios para darle paso a las radiaciones.
“Tenía actividad tumoral. No quería preguntar si era otra vez cáncer, pero me dieron 33 radiaciones para quemarlas porque estaban en la piel. También era cáncer, pero en la piel. Hace unos días terminé las 33 radiaciones, donde también había riesgo de que te haga tanto efecto en otro órgano que te deban suspender el tratamiento y el problema avanza”, agrega.
La actividad tumoral en la piel impidió que entrara en un protocolo médico que le iba a permitir recibir las pastillas para su tratamiento de manera gratuita, una por más de 70 mil pesos y otra más de 40 mil. Un año después de que le detectaron el cáncer de mama, el pago de más de medio millón de pesos en medicamentos y cirugías que reunió con familiares y amigos, la extirpación de un seno y el combate al cáncer de piel, Mary está convencida de que ganó.
“Siempre creí en Dios y en el universo, pero en este proceso hay quien me dice mejor que antes, yo me siento mejor que antes, mi vida cambió al 100% porque cuando ves que tu vida está en riesgo, que puedes perderla, reaccionas y cambias todo, desde tu alimentación y modo de vivir, tu modo de dormir, tu decisión de hacer ejercicio, iba a correr todos los días para reforzar mis pulmones. Vivimos en un mundo en que todo es estrés, el tiempo, el trabajo, el dinero, yo vivía muy estresada, no dormía bien, no comía bien y tuve que empezar a decir que no, que no podía, que no quería, que tenía un límite, he llorado mucho, me he quebrado, pero vuelvo a lo que sigue, porque está mi hija, mi familia y yo quiero seguir viviendo, ya lo decidí, yo decidí quedarme y voy a vivir”.