Museo de la Ciudad presenta una exposición para conocer y leer fragmentos de la obra de David Huerta. El autor del libro “Incurable” estuvo como invitado del Hay Festival Querétaro 2017, y en una charla que tuvo como sede el mismo museo, fue cuestionado sobre el origen de su obra, y él contestó llana y hermosamente: “Escribo porque quiero”.
Hace unos días el poeta y ensayista, ganador del Premio de Literatura en Lenguas Romances 2019 que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, estuvo de nueva cuenta en esta ciudad para presentar en la Facultad de Filosofía su libro “Los instrumentos de la pasión”, que se publicó en la colección Libro Mayor del Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ)
“David Huerta es uno de los grandes escritores vivos de México, un intelectual comprometido con el ser humano. Él mismo ha dicho que es un hijo del 68 y perteneció a esa generación que buscó cambios sociales, pero hay algo que impresiona de David, que es un espíritu congruente”, dijo Federico de la Vega, coordinador del Fondo Editorial UAQ y organizador también de la exposición que presenta el Museo de la Ciudad.
En dicha exhibición se muestran libros y una serie de poemas que se pueden leer fijos en la pared, en hojas sueltas, y en una vitrina aparte está el poema Ayotzinapa. He aquí este canto doloroso que rememora un hecho inolvidable e incurable, y que justo en este 2 de noviembre nos recuerda: “Que a pesar de todo/Los muertos no se han ido”.
AYOTZINAPA
Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras
Los muertos tienen manos
Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable
Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes
Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía
El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país
Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos
Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto
Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer
Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río
Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa
Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos
Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido
David Huerta
2 de noviembre de 2014. Oaxaca