HISTORIA: CARLOS P. JORDA/LALUPA.MX
FOTOS: GUILLERMO GONZÁLEZ/LALUPA.MX
¿Ya sabes algo del concurso?” Pregunta Don Nacho a Alejandro Botello, supervisor de comercialización de la Casa Queretana de Artesanías. La respuesta es negativa, por supuesto; Ignacio Granados, al igual que los otros 54 artesanos que hayan inscrito alguna pieza en el segundo Concurso Nacional del Sarape, tendrá que esperar al fin de semana del 6 al 8 de diciembre y asistir a la Basílica de Soriano, en Colón, para enterarse de primera mano si es merecedor a algún premio o mención.
Nacho pertenece a la séptima generación de tejedores con lana de borrego de apellido Granados. Muestra su telar con orgullo; las maderas de este datan de 1800 y asegura que eran parte de las vías del ferrocarril. Sus tres retoños, todos aspirantes a ingenieros industriales, han dado el visto bueno del ensamblaje de la maquinaria que él mismo montó y que ha ajustado más de una vez por remodelaciones —en la casa/taller— y la necesidad de fabricar un producto de dimensiones mayores a las acostumbradas.
Sus hijos (dos mujeres y un hombre) lo ayudan con el manejo del Whatsapp y a traducir las ofertas y peticiones de clientes extranjeros. “Si no fui a la escuela, ¿cómo voy a poder moverle a un teléfono de estos?”, Granados explica que cuando era niño las oportunidades para asistir al colegio eran nulas, “a los 11 años mi abuela me dijo: `no, hijo. Yo no te quiero ahí en la calle´». En aquellos días, hace 50 años, los talleres familiares eran el sustento de muchos en Colón. Lo común era iniciar a los varones en el arte del telar tan pronto tenían la estatura y fuerza para manejarlo. Por su parte, ambos géneros aprendían desde muy chicos a limpiar, teñir e hilar la lana.
Los tiempos han cambiado; actualmente más de una artesana ha demostrado que el manejo del telar, por más rudimentario que este pudiera ser, no es exclusivo del género masculino. Pero no serán las hijas menores de Nacho, ni el vástago mayor, quienes mantengan vivo el negocio. “¡El legado familiar lo tenemos que transmitir a la de ya! Rescatar las ruinas de Teotihuacán es más caro que conservarlas”, bajo este lema fue que se fundó el Museo del Sarape en la Basílica de Soriano. En él se exponen las piezas de diferentes artesanos de Colón y la explicación de cómo se elaboraron.
EN BUSCA DE JÓVENES INTERESADOS
“Tenemos que buscar jóvenes interesados en esto. A veces los apoyos gubernamentales no son suficiente porque duran un año o un año y medio, y eso no basta para enseñarle a alguien”, se lamenta Don Nacho. Su lógica indica que mantener esta tradición es bueno para los artesanos porque así conservan su trabajo y para los mexicanos porque es la forma mediante la cual recuerdan sus raíces. “A final de cuentas”, pregunta: “¿qué hay más mexicano que un buen sarape, el tequila y un sombrero?”.
Cuenta Granados que la apatía de las nuevas generaciones pertenecientes a familias artesanas comenzó en la década de los 80 con la crisis económica. “Las fibras sintéticas son casi desechables, pero la gente nos cambió por ellas porque son más baratas”. El artesano defiende su producto argumentando que la lana supera en calidez y en transpiración a los materiales artificiales. “Las sintéticas no permiten que el cuerpo transpire, por eso a los enfermos se les recomienda usar prendas de lana”.
PUERTAS ABIERTAS AL TELAR
Tal vez sea necesaria una visión externa para darse cuenta del verdadero valor que tiene un producto hecho a mano y con materias naturales. Ignacio recuerda a una cliente que vendía sus cobijas en Estados Unidos cinco veces más caras del precio que a él se le pagaba. Y otra, oriunda del mismo país vecino, que le daba 250 pesos al día, durante 27 semanas, por trabajar un tapete diseñado por ella misma; esta relación laboral dio como fruto un primer lugar en el Concurso Nacional de la Lana y el Latón en 1981.
Don Nacho Granados estima que el precio de la pieza que ha inscrito en el Concurso Nacional del Sarape oscila alrededor de los 27 mil pesos, por ello que no pueda contener sus ansias ni evitar preguntarle a Alejandro Botello si tiene alguna seña de los resultados. “A mi no me dicen nada hasta el fin de semana”, responde. El artesano no parece tan convencido, pero regresa la sonrisa y le indica a LaLupa.mx que su taller tiene las puertas abiertas para quien quiera aprender a usar el telar, comprar alguna de sus producciones o hacer un pedido especial.