En esta obra don Manuel Septién tararea un tango; Toño Loarca Gutiérrez siembra sus tierras en la hacienda de Callejas canturreando “Morenita Mía” a Esthercita; Luis Olvera Montaño, batuta en mano, hace sinfonía queretana; Abraham González Ledesma chacotea con doña Poncha mientras pavimenta Querétaro; Chelita Delgado Cabrera cabalga hacia la Peña de Bernal montando al “As de Oros”; Tehua canta con su voz de alondra a las estrellas, y Rosalío Solano fotografía a Dios; Crescenciano Méndez Barajas educa a la juventud; Rubén y Felipe González López trazan algo más que arte; el maravilloso Padre Miracle hace el milagro del amor en la Sierra Gorda emulando a su paisano Junípero; Alfonso Adame y Lole Herrera salvan a la Madre Tierra; Porfirio Rubio dialoga con el Tata Cárdenas; doña Raquel Pérez Pérez hace de Pinal su monumental nacimiento; Pablo Campos Ortiz funda la ONU; Manuel Montes Collantes compone un verso a Carmelitas ya doña María Luisa Medina; el filósofo Juan Ayala Ruiz consigue sus preservativos de sabores autóctonos; “El Monero” Roberto Carbajal hace denuncia social, mientras que “El Cachuchas” cierra las puertas del paraíso del pecado capital.
Las hermanas Ballesteros Ríos cultivan a la niñez; Salvador Medina e Ignacio López Larrondo hacen la memoria gráfica de su ciudad, mientras que Teófilo Gómez Centeno y José Velázquez Quintanar caminan como Marcello Mastroianni en su viejo San Juan; Pedro González Matehuala organiza comerciantes y camina al Tepeyac; las universitarias Zoyla Montes, María Elisa Urbiola, Adalberta Rodríguez Márquez, Sonia Alcántara Magos, Margarita Magdaleno y Dolores Cabrera Muñoz demuestran la suprema capacidad profesional de la mujer queretana; Braulio Guerra Malo, señorea en su centro universitario; Adolfo Lara y Núñez, Julia Rosas Rueda, Rafael Rosas Rosains, Miguel Caviedes, Julio Aguilar Luján, Joel Osorio y Adolfo X. Blanco pulen diamantes en bruto; Arturo de la Isla Pozo, Francisco Rivera, Benjamín Velázquez y Manuel Mancebo del Castillo sanan cuerpos con generosidad; Carlos de Mucha crea progreso; Ezequiel Martínez Ángeles escribe como los dioses y apura una copa de “luz y sombra”; José Juárez López me invita a espiar muchachas en flor; Ezequiel Espinosa Mejía me sonríe socarrona y sabiamente mientras manda un beso a Lupita Ortiz; y “ El Chamaco” Jaime Villa entona una canción para aquella edad.
Jesús Oviedo Avendaño funda instituciones; José Ramírez Loredo pule piedras y sus hijos se las toman; José Félix Magaña nos pasea en bicicleta por la Alameda; José Luis Sierra escribe un poema a Josefa; el padre Juan Manuel Pérez Esquivel protegido a su sobrino Álvaro de los demonios de Juan Antonio; el profe José Corona crea centros educativos; Natalia Carrillo García y Rodolfo Muñoz Lámbarri luchan por la libertad de elegir y “La Morriña” Trejo por la libertad de vivir; a lo lejos admiro a don Rodolfo Loyola Borja, que se santigua en Santo Domingo y conversa luego conmigo de motores, de muchachas y de flores, de Vivaldi y el flamenco.
Isidro Rico corre por la vida; Julio Rodríguez Velázquez nos endulza el paladar y María Aguilar Ontiveros el oído; Margarito Medina trata de educar a los Galicia Medina ya cien mil infantes. Luis Ugalde Monroy y Gonzalo Vega sirven a los más necesitados; Agustín Pacheco nos da una cátedra magistral de álgebra y Alejandro Esquivel Rodríguez y Leopoldo Espinosa Arias una de ética jurídica; Alfonso “Pachín” Niembro nos regala sus Gallos Blancos y Alfonso Mejía Bustamante sus delicias marítimas; Carlos Alcocer Cuarón inicia la Medicina científica y Carmelita Septién saca notas magistrales al piano; Daniel Varela y Ricardo Avendaño resucitan muertos y Enrique Martínez archivos valiosos; y Félix Ortega nos hace un traje a la medida de Querétaro. El padre Filiberto Carrillo deja huella en Santa Clara y Francisco González de Cosío hace Historia;
Roberto Ruiz Rubio se contrata como obrero estibador en La Victoria a los doce años de edad y nos da la mejor definición de lo que es felicidad; Chucho Urquiza conduce a los percherones de Carretas; Jesús Ríos nos abre el apetito y Lupita Siurob la mente; Luis Sanabraisnos monta en La Cabalgata; don Toño García Jimeno nos pone en Capilla; Manuel Rodríguez y Manuela Luna danzan con la luna en La Cruz, ahí donde el poeta de “El Calvario”, Mario Arturo Ramos vuela libre como gaviota.
Tere Azuara nos entrega la magia de sus letras y Nicos la de sus nieves de mamey; Mario Rodríguez Estrada canta para una flor de lino y don Romualdo Piña nos da las llaves de su corazón y Rosita Moreno nos condena de por vida con una epístola de Melchor Ocampo.
Miguel Ángel Epardo Ibarra, con su violín, pone de pie al mismo Santiago apóstol en Compostela, España; Franco Muñoz nos vende una seda y Gabino Pérez una atajada memorial; Amalia Estrada Ferrusca se erige en un faro para los perdidos y Aurorita Silva Rodríguez se hace lenguas con Boyer; “El Maestro” Jesús Pérez Méndez, el maestro que nunca faltó, me regala un trago de tequila con pólvora para agarrar valor. Agustín San Román nos hace un paseíllo y nos quiebra la cintura; Rubén Maya trasciende El Cimatario y llega a Nueva York; don Pepe Estévez Casas, desde El Impala, canta a su viento del Norte, allende Galicia; y Oscar Enrique Malo ilumina Los Arcos y el árbol de La Amistad.