El 1 de abril de 1938 nació en Querétaro Francisco Cervantes Vidal y luego de vivir por varios años en Portugal, regresó a su tierra, aquí murió el 23 de enero del 2005, en un día nublado y lluvioso, como le gustaban a él, me platicó años después Mónica Cadena, amiga del poeta, ensayista y traductor.
En alguna columna pasada de Zona de Visión, ya le había dedicado unas líneas al maestro Cervantes Vidal, pero hay tantas raíces en la historia y obra de Francisco, verdades absolutas y algunos mitos, que merece ésta y otras columnas más.
Una vertiente más para conocer a Cervantes Vidal, es su obra como traductor; encantando por Fernando Pessoa, Francisco fue arrastrado hasta Portugal para respirar ese aire donde el llamado genio de Lisboa dio vida y tormento a sus heterónimos: Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis “y el que usted quiera agregar, incluyendo al autor de ‘El libro del desasosiego’. Durante más de 50 años han ido apareciendo en el baúl de los inéditos obras firmadas por muchos otros hetéronimos de los que hasta 50 años de la muerte de Pessoa o el siglo de su nacimiento no teníamos noticia”…
“Sin embargo, nos queda la sensación de que este desmembramiento de autores, todos calculados por Fernando Pessoa, no es sino eso, una descomposición ordenada y razonada que calculó perfectamente el poeta lisbonense”, escribió Cervantes Vidal, sobre la obra de Pessoa; dicho texto también se lee en Laberintos, libro publicado en 2013 por la editorial ALDVS con apoyo del entonces gobierno queretano.
En el mismo libro escribió Juan Leyva: “Los méritos de Cervantes como traductor se han puesto de relieve incluso por los ministerios culturales de Brasil y Portugal. Su vasta obra prolusa nos queda como una de sus mayores herencias y, a distancia, resulta un gran baúl de obsesiones. ¿De qué otro modo lo habría hecho? No llueve, que digamos, dinero por traducir poemas”.
Además de Laberintos, hay otros libros del trabajo de traducción de Cervantes Vidal, sobre Pessoa, y otras traducciones de poetas portugueses. Para iniciar dos poemas de Álvaro de Campos.
FERNANDO PESSOA
ÁLVARO DE CAMPOS
(VERSIÓN DE FRANCISCO CERVANTES)
TABAQUERÍA
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Además de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie
sabe quiénes son
(¿y si lo supieran, qué es lo que sabrían?),
dan hacia el misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
hacia una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos
blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.
Estoy vencido, como si supiera la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviera para morir,
y no tuviera más hermandad con las cosas
sino una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la hilera de carruajes de un tren, y una partida anunciada
desde adentro de mi cabeza,
y un estremecimiento de mis nervios y un roer de huesos en la ida.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real
por fuera y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fracasé en todo.
Como no hice propósito alguno, tal vez todo pueda nada.
El aprendizaje que me dieron,
bajé de él por la ventana de los traspatios de mi casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allá encontré sólo hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana, me siento en una silla.
¿En qué he de pensar?
¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no pueden ser tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe?, ni uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí…
LISBON REVISITED (1923)
No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es la muerte.
No me traigan estéticas.
¡No me hablen de moral!
¡No me enumeren sistemas completos, ni me presenten conquistas
de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!),
de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!
¿Qué mal les hice yo a todos los dioses?
Si tienen la verdad, ¡guárdensela!
Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.
Aparte de eso estoy loco, con todo el derecho a estarlo.
¿Me habéis oído? ¡Con todo el derecho a estarlo!
¡No me den lata, por el amor de Dios!
¿Me querrían casado, fútil, cotidiano y tributante?
¿Me querrían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si fuera otra persona, les haría, a todos su voluntad.
Así, como soy, ¡ténganme paciencia!
¡Idos al diablo sin mí
o déjenme que me vaya solitario al diablo!
¿Para qué habríamos de irnos juntos?
¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero irme solitario.
¡Ya he dicho que soy un solitario!
¡Ah, qué fastidio que quieran que yo sirva de compañía!
¡Oh, cielo azul –el mismo de mi infancia-,
eterna verdad, vacía y perfecta!
¡Oh, suave Tajo, ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh, pena, vista de nuevo, Lisboa tan anterior a hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres de lo que yo me sintiera.
¡Déjenme en paz! No me tardo, que yo nunca me tardo…
Y mientras tarda el Abismo o el Silencio, ¡quiero quedarme solo!