Autoría de 2:03 pm Memorias Peregrinas - Andrés Garrido

El peregrino soñador – Andrés Garrido del Toral

¡Cuántas veces un malqueriente mío no me habrá ido a acusar al Palacio de La Corregidora murmurando que vio a Andrés en una cantina a las doce del día! Yo les digo a esos macarras de la moral que no andaba de vicioso sino trabajando en la búsqueda de algunos de mis personajes o sus compañeros de farra. ¿A poco creen que los más folklóricos personajes están adentro del templo de San Francisco?

También ¿Cuántas veces un jacobino trasnochado no me habrá señalado de meterme en algún templo en horas de trabajo? Pues sí, un cronista no tiene horario ni fecha en el calendario.

En este mi Querétaro los muertos no han muerto, viven en la conciencia del pueblo. Se fue el fígaro Gonzalo Olvera, pero nos queda Javier Aguilar; se fue la madre Conchita Acevedo de la Llata ​​pero permanece la virtuosa Conchita Alcocer Montes. Desaparecieron el trovador Francisco Benedicto Reséndiz, Luis Rubio, Enrique Carrillo Martínez y el cantor Gonzalito Medina y su nauseabunda vecindad, ya no escuchamos el lamento de lobo de David Andrade Serratos, pero seguimos el canto dulce de Miguel Ángel Reséndiz Méndez.

Ya no cruza el cielo de Querétaro la arenga histórica de Felipe Mendoza Pratt “El Patines”, pero me da las noticias el soñador loco de Santa Clara y me recarga las pilas la sonrisa inocente de Roberto Rivera Domínguez “Flin” y el grito ecuánime del impopular “El ánimo”. No escucho más la cátedra inmortal de “El Vate” Vázquez, la del licenciado Alfonso Ballesteros Ríos y sus hermanas, las de Fernando Díaz y María Luisa Medina de Montes Collantes, la inmortal de Jorge García Ramírez, pero sigo aprendiendo lecciones de vida y debidas de los grandísimos maestros Mariano Amaya Serrano y Mariano Palacios Alcocer, y sobre todo, las del más grande: José Arana Morán.

Se apagaron las luces de las letras de Antonio Servín Lozada, Salvador Alcocer Montes, Francisco Cervantes, Pablo Cabrera y José Luis Sierra, pero sobreviven sus poemas en los callejones, balcones y cafetines citadinos. Ya no escucho más los consejos paternales de los sacerdotes Salvador Espinosa Medina, Salvador Septién Uribe o Eusebio Mendoza, pero recibo recomendaciones a base de jalones de orejas de Nati Carrillo o de sabrosas mentadas de madre de mi amiga Guillermina Cabrera Santoveña.

Ya no veo a consejeros cercanos como Rogelio Garfias Ruiz y Luis Juárez Ramírez, pero tengo la autoridad y conciencia social de Álvaro Arreola y Sergio Pérez Nieto. El cuadrante no me da más las voces de Enrique Carrillo y “La Pantera” Velasco, pero en cortito oigo las sabrosas conversaciones de Venegas Alarcón, Álvaro Rico Cruz, Salvador Ochoa Juárez y Alfredo García Vargas.

Ya no veo pasar por mi calle de Ocampo a los sabios Marciano Tinajero y Estrada, Rafael y Ramón Camacho, pero detengo impertinentemente el paso de Faustino Armendáriz Jiménez para mirar a Dios en su limpia mirada.

Dejaron de dar placer a nuestro paladar don José Ríos Soria, Manuel Cisnel -pero no sus inolvidables “Tortugas” -, “La Chatita” y doña Tina Juárez Ferruzca, pero los gourmets de la región cuatro seguimos de golosos con el carero de David Téllez , alias “El Chino Pelado”, los hermanos Padilla, Roberto “Cabrito” Quintanar, Ernesto Pérez Velázquez y Chema Trejo con sus eternas servilletas de papel revolución y salsa verde.

Ya no se escucha la voz de seda de Juan Arvizu pero se oye todavía como el más bello de los bronces la de Librado Alexander Anderson. Elevaron su batuta y piano al cielo Arnulfo Benítez, José Guadalupe Velázquez, Cirilo Conejo Roldán, Fernando Loyola, Eduardo Loarca Castillo y Esperanza Cabrera, pero seguimos oyendo a Dios en el virtuosismo de Enrique Benítez, Yeyo Olvera Montaño y Memo Muñoz Gutiérrez.

Se marcharon con sus sueños PachínNiembro y “El Periquín” Alfonso Herrera Pozas sin ver ascender a primera división a sus queridos “Gallos Blancos”, pero cohabitamos con Silvano Téllez, “Morriña” Trejo, el jurista y bohemio Gustavo “Chino” García Martínez, Memo Sámano, Chucho Zárate y Justino González, que sí vivieron para contarlo.

La tierra cubrió a los curanderos de cuerpos y almas Heladio Ayala, Juan Ayala Ruíz, Gutierritos, Juan Peñaloza, “El Botas” del Cortijo y de Antonio Ángeles Barbosa, pero sus recetas viven en Eugenio, Panchito y Beto Ángeles Mendoza, en Saúl Rivera y Federico Rivera Alvarado, que hacen decir a más de algún desvelado: “Dios existe”. Se fueron los patosos caminados de Jesús Rivera “El Monje”, pero su leyenda sigue viva en El Sangremal, con las mentadas de madre y atenciones de su hijo Federico.

Ya no laboran en el consultorio Estaban Paulín González, Felipe Núñez Lara y los hermanos Alcocer Pozo, pero sus alumnos hicieron que la Facultad de Medicina de la UAQ siga en el primer lugar nacional de admisión en las especialidades médicas.

Se fue el grito heráldico de “El Chamula” pregonero, pero tenemos a Genaro Zacarías colocando carteles acompañados de sus ochenta y muchos años y su inseparable bicicleta. Mi barrio es la gente que no está; las cosas que ya nunca volverán…

Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.

Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.

Algo bueno está sucediendo en Querétaro: sus gobernantes rinden pleitesía a su pueblo y no al revés. Ustedes personajes, no son el testigo sino el protagonista principal de la historia del corazón de México que se llama Querétaro.

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Last modified: 25 septiembre, 2021
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