Fue Kim, una amiga coreana de mi hija, quien nos recomendó ver la película. ¡No nos decepcionó! Y unas semanas más tarde acogimos con un raro entusiasmo la decisión de la Academia de las Artes y las Ciencias del Cine para otorgarle el galardón como mejor película del 2019, y a Bong Joon-ho el de mejor director. Raro porque, en contraste con algunas otras ocasiones, la calidad y originalidad de la obra disipó cualquier cuestionamiento sobre la elección. La película muestra la historia de dos familias en la actual Corea del Sur: los Kim, preocupados por un ascenso socioeconómico que se antoja inalcanzable, y los Park, miembros de una familia acomodada, a quienes la falta de retos los ha llevado a lo insulso. Una denuncia de inequidades a través de una trama hilarante y sarcástica, que llegó a nuestro país como un espejo indeseado. Sus personajes no son buenos o malos. No están en el blanco o en el negro, sino en una escala de grises, como cualquiera de nosotros. Podríamos, tal vez, identificarnos (ante nuestro propio susto) con alguno de ellos.
Entrevistado por varios medios, Bong Joon-ho ha repetido que su secreto es mirar con atención al que está alrededor, así sea en oportunidades de segundos. Y me gustaría aquí resaltar algo de sus observaciones: a través de su obra, el director de cine del momento ha denunciado el estigma que acarrea una de las enfermedades más viejas del mundo. Quien haya visto la película recordará una de sus escenas icónicas: el Sr. Kim provocando el repudio del ama de llaves de los Park, simulando que esta sufre de tuberculosis, una enfermedad altamente infecciosa.
Pero, ¿por qué la tuberculosis? ¿qué hace, por ejemplo, que Bill Gates, ahora en una actividad filantrópica sin descanso, se haya impuesto la meta de terminar con la tuberculosis antes de su muerte? (1). La Sra. Park hace la pregunta en la cinta: “¿se enferma aún la gente de tuberculosis?” La sintomatología de esta enfermedad no ayuda a su detección. El infectado padecerá generalmente de un cuadro pulmonar con signos confusos, tales como tos, cansancio o falta de apetito. El padecimiento se desarrolla muy lentamente, y poco se habla de la enfermedad. Sin embargo, a lo largo de la historia la tuberculosis ha cobrado más vidas humanas que todas las guerras juntas, y constituye la principal causa de muerte debido a un solo microorganismo (en México y a escala global).
Estos dos ejemplos revelan cómo la economía de un país no basta para explicar la incidencia de tuberculosis, enfermedad etiquetada, sin embargo, como un barómetro de pobreza. En el caso del país asiático, varios factores han sido atribuidos como causales de la epidemia: la infección latente del microorganismo en adultos mayores (es decir, controlada y no infectiva), la alta incidencia de diabetes, y su localización geográfica en un continente flagelado por la enfermedad (2). En todo caso, queda claro que como otros padecimientos infecciosos, la tuberculosis no obedece a reglas simples, y su estigmatización no ayuda en nada para su combate, porque reduce el tratamiento de casos difícilmente detectables y contagiosos, pero curables. Al igual que la cinta Parásitos, la tuberculosis debiera causar un clamor mundial. Causa más de 4 mil 500 muertes al día, y ha permanecido ya durante 27 años como una emergencia mundial, a instancias de la Organización Mundial de la Salud (3). Por eso aplaudo la denuncia de este problema a través del escaparate que ha sido la película.
En fin, regresando a Parásitos, ¿qué puede decirse? Tal vez que ese espejo de inequidades nos queda apartado desde muchos ángulos, y que debiéramos voltear a mirar directamente nuestras brechas más importantes, como salud y educación. Tal vez que haya que aplaudir más al arte que denuncia estigmas. Tal vez pensar… y sin estigmas sobre la tuberculosis, ¿habría sido otro el final de los Park?
(1) https://www.eldiario.es/_38b7966e
(2) Emerg Infect Dis. 2015 Nov; 21(11): 1913–1920. doi: 10.3201/eid2111.141894
(3) The Lancet Resp. Med. 2016 Apr; 4(4): 249-251. Doi: 10.1016/S2213-2600(16)00066-7