Para Wigberto Jiménez Moreno, el pueblo de Querétaro se trasladó de La Cañada en 1537, pidiendo permiso real a Fernando de Tapia por consejo de Juan Sánchez de Alanís, ya que con el crecimiento de habitantes en La Cañada, producto de la inmigración otomí, purépecha y mexica, las cuevas de los originales chichimecas eran insuficientes para seguir poblando el lugar.
En 1538 obtienen la licencia de la corona española para hacer el traslado al cerro de Los Molinos de Carretas, hoy Loma Dorada, pero el terreno resultó cenagoso y decidieron hacer el asentamiento definitivo en 1550, desde lo que hoy es el templo y ex convento de San Francisco.
Ya dijimos que la primera fundación del pueblo de indios de Querétaro se dio entre 1531-1538, en La Cañada, y que aproximadamente allá por 1538 ésta resultó insuficiente para albergar a la población que se fue sumando, y que Fernando de Tapia y Juan Sánchez de Alanís decidieron llevar a la comunidad al cerro y al llano de Los Molinos de Carretas; por lo que atiendo a la opinión de la doctora Martha Eugenia García Ugarte que nos dice: “como las tierras de Carretas resultaban inadecuadas, de nueva cuenta se cambió el poblado, en esta ocasión al lugar que ahora ocupa la ciudad de Santiago de Querétaro. La fecha aproximada del asiento definitivo del pueblo se sitúa entre 1540 y 1550, cuando Juan Sánchez de Alanís trazó las calles en forma de ajedrez, de acuerdo con el ordenamiento urbano del Renacimiento y el modelo establecido por los franciscanos en el poblado indio de San Francisco Acámbaro de Michoacán.
EL CAMINO DE LA PLATA, UN PARADIGMA EN QUERÉTARO
Algunos autores, en apego a la conocida Crónica de Michoacán del franciscano Pablo Beaumont, indican que el cambio de Querétaro fue en 1550, porque lo relacionan con el trazo del camino de la plata México-Zacatecas realizado por el fraile Sebastián de Aparicio”.
Como Querétaro fue una de las primeras comunidades europeas fundadas al norte del gran Valle de México, actuó como trampolín para la colonización del Norte y como un amortiguador entre el norte y el sur.
La economía novohispana se apoyó en ciudades que cumplían con funciones específicas. En Querétaro se desarrolló el comercio, la asistencia para los viajeros y un conjunto de actividades productivas, sobre todo de tipo agropecuario e industrial.
En el Archivo Histórico de Querétaro se han identificado varios sitios de hospedería que funcionaron durante el siglo XVIII. Además del mesón de Guadalupe, que data del siglo XVI, y del paradero de Santa María del Rosario de Carretas, se construyeron más: el de Santa Rosa, en uno de los costados de la Plaza Mayor (Plaza de Armas) y otro al poniente de la ciudad, en la Bajada de La Cruz (Venustiano Carranza), donde hoy está el Corral de Comedias.
El mesón de Guadalupe estaba situado en la esquina suroriente de la Plaza Mayor, frente al mesón de Santa Rosa. La posada fue vendida por el comerciante y hacendado Antonio Lorenzo de Horje, a su homólogo Tomás Rodríguez, marido de María Manuela López de Ecala. La entrada principal era frente al callejón Ciego (Libertad, entre Vergara y Pasteur), en esta acera abarcaba desde el número 51 hasta el 55. Pero el otro frente del edificio llegaba hasta callejón de la Penitencia (Vergara 1a sur), en los que estaba señalado con los números del 1 al 4.
Menciono también el mesón de La Luz que ahora es la Casa Mota; el Mesón de San José, en lo que es Ezequiel Montes casi esquina con Pino Suárez; y ya entrado el siglo XIX, el mesón del Águila Roja, hoy antiguo Palacio Municipal frente al jardín Guerrero.
LAS MINAS DE ZACATECAS QUE ENGRANDECIERON A QUERÉTARO
Aquí descubrimos un nuevo fenómeno que engrandecería a Querétaro y lo llevaría pronto a ser ciudad de importancia: el descubrimiento de las minas de plata de Zacatecas.
Al estar Querétaro en medio de esas minas y la capital del virreinato, lógico era que los comerciantes queretanos idearan la forma de prosperar y – al mismo tiempo- ayudar a que las recuas que iban y regresaban de México a Zacatecas tuvieran los suficientes elementos de mesones, comidas y refacciones para llegar a buen puerto, amén de que precisamente entre 1547 y 1550 se abre el famoso Camino Real de Tierra Adentro que pasaría y pasó por Querétaro.
Antes de ser hacienda, Carretas fue venta y mesón para refaccionar y alimentar a las caravanas de expedicionarios que iban al norte para explotar las minas de Zacatecas, y ya luego las de Guanajuato y San Luis Potosí.
Ese sistema de recambio de bestias y de carretas con ruedas fue introducido a la región queretana por, el ahora santo, Sebastián de Aparicio, cuyos restos yacen en la inmensa Catedral de Puebla de los Ángeles.
Aparicio fundó allí la venta y mesón precisamente porque estaba la orilla del Camino Real, y el 3 de enero de 1562 se consolidó con la autorización real para construir la Venta y Mesón que daba hacia el real camino en su frente principal, siendo la entrada de la servidumbre la que ahora observamos y que da como fachada hacia los famosos arcos queretanos.
También, aparte de ser hacienda agrícola y ganadera, “Nuestra Señora del Rosario de las Carretas” fue obraje, es decir, fábrica de textiles, propiedad del aristócrata Juan Antonio del Castillo y Llata, que le compró dicho inmueble a Domingo de Sotelo, tal y como consta en los mapas y archivos conservados por el INAH.