Lo urgente no debe disolver lo importante. Sabemos que hay un mañana al que esperamos llegar y que será difícil, nadie podemos engañarnos: ese día ¿qué habremos aprendido? ¿En qué habremos cambiado?
Hemos aprendido que las epidemias son un tema de comunidad, que florecen en ella y sólo se pueden vencer en ella. Apreciamos ahora a la salud no sólo como un derecho individual sino también como el producto de la acción colectiva. Aprendimos que en comunidad podemos hacer mucho por las pequeñas economías que sumadas hacen la economía nacional, que la solidaridad con los negocios de nuestros vecinos, de nuestras vecinas, es la clave para mantener caminando a la nación.
Aprendimos que cerrar filas es necesario cuando enfrentamos a un enemigo que no reconoce diferencias políticas.
¿En qué habremos cambiado? No lo sé, es difícil hacer una predicción, pero creo que en el paso reciente hemos vivido experiencias que nos han cambiado como sociedad, recuerde usted simplemente los temblores y cómo empezamos a tomar en serio la protección civil.
Podemos hacer ajustes en lo individual. Por ejemplo, la sana costumbre del lavado de manos también podrá tener efectos positivos para disminuir las enfermedades intestinales. La convivencia cercana puede hacernos más tolerantes hacia aquellas personas con quienes convivimos. Pero, como sociedad, ¿cambiaremos algunos hábitos?
Los gobiernos y sus acciones son importantes, pero no sustituyen ni el sentido común ni la solidaridad. El reto de levantar la economía va a venir y la cuestión es si habremos desarrollado como comunidad las habilidades para enfrentarlo mejor.