El coronavirus es para mí una guerra psicológica, en donde a personas como yo que vamos al día nos restringen muchas cosas, aunque dicen que no es por controlarnos, sino para prevenir el contagio. En el caso mío, que tengo proyectos pendientes, me duele, me siento frustrado de que pase esto.
Hay momentos en que uno se desespera al estar aislado, cuando uno más bien es libre como el viento, te paseas, te mueves por todas partes. Sin embargo, si tenemos la posibilidad de aprovechar este encierro, este estar detenido y con más tiempo y en un espacio,nos gustaría tener algo de pintura, cambiar el panorama, porque si ya no podemos movernos como normalmente hacíamos al ir a tocar en restaurantes y llevarnos un pequeño contingente para gastos personales, ahora debemos cambiar de escenario, entrar en otras facetas, componer canciones, hacer otro tipo de actividades que normalmente hacíamos en tiempos de añoro.
Antes de la pandemia normalmente me la pasaba escribiendo un libro que me ha llevado un buen periodo, sobre la fundación de México, como realmente sucedió, y cuyo nombre verdadero se ha ocultado hace más de 500 años. Con ese libro quiero hacer recordar a la gente que el nombre de México no es el verdadero. Y no me lo he inventado, sino que ese nombre está en los glifos, en una piedra que está en el museo de Antropología.
Yo creo que este coronavirus vino a decirnos “ya descansa un poco”, porque llevamos como 12 años estudiando los glifos para poder interpretar lo que nuestros antepasados dejaron escrito, no tanto sobre las piedras, sino también sobre los papeles como el amate, y en los huipiles que aparentemente se siguen trabajando, pero que no han conservado la memoria histórica de lo que se guarda en las grecas. Ahora creo que el receso ya abusó un poco o va a abusar más, pero quisiera despertar otras facetas escondidas por ahí y aplicarlas de otra forma.
No he podido comunicarme con mis amigos de la calle, porque no tengo celular ni muchos recursos; algunos están estáticos, en sus casas, y otros haciéndole al “valiente”, pero creo que la mayoría estamos refugiados, como yo en casa de una amiga. Hay músicos como los marimberos que siguen pregonando su arte en las calles, porque lo hacen a sol abierto, en mi caso como músico trovador que nos dedicamos a los restaurantes, ya no puedo hacerlo, aunque quisiera, porque tengo entendido que todos están vacíos.
Suponiendo que los restaurantes estén abiertos, la comida que hacen es para llevar, porque así es como vi un letrero en uno de los restaurantes que frecuentaba; decía: “ya no hay espacio para comensales, pero sí para llevar”, y pienso que esto se ha seguido practicando, para evitar el contagio de cualquier persona que pudiera tener ese virus, y es mejor prevenir.
Tengo algunos amigos, que no son músicos, a quienes se les han manifestado síntomas, pero se han aislado en sus casas y ahí van paso a paso; algunos otros tuvimos la suerte de refugiarnos antes, porque fue inevitable el hacer caso a este tipo de situaciones, aunque creo que el gobierno debió tomar medidas desde un principio. Es como un incendio que apenas empieza con una chispa, decidieron dejarlo creyendo que vendría un viento que apagaría esa chispa, pero no, lo dejaron y ya cuando vieron que se incendiaba el bosque ya fue demasiado tarde, yo creo que ha sido el error de los gobernantes no meter a la gente en cintura.
Esta situación la siento catastrófica porque ha sido algo inesperado. Es como cuando vives en familia, que no te falta nada, todo lo tienes y lo disfrutas, y no tomas medidas por ti mismo para hacer algo, y rompiéndose el eje las carretas salen volando, así que cuando uno no previene situaciones inesperadas,la vida se vuelve catastrófica.
Pienso que la mayoría de las personas somos así, nunca prevenimos, ya sea la gripa o cualquier enfermedad, porque hay un sinfín en el mundo, y siempre salimos como si nada, y hay un mar de gente que no sabe de dónde viene, a dónde va. En lo personal yo nunca viajo al mar, porque ahí hay muchos extranjeros, y creo que el mar es sucio al tomarse como un balneario, una alberca. Prefiero nadar en un río que arrastra la suciedad.
Todas estas consecuencias cotidianas que estamos viviendo no las prevenimos nunca, hasta que las vivimos y entonces se empiezan a escuchar lamentaciones: “si yo hubiera hecho esto…”, “por qué ahora no nos podemos mover…”, es una reflexión muy general y la estoy viendo desde mi experiencia.
En estos momentos estoy atónito, como en un laberinto sin salida, buscando por dónde. Pero si tengo la oportunidad de estar en casa como han anunciado tantas veces en los medios, tengo que ocuparme en algunas cosas para no estar pensando en el problema, no como obligación, no me voy a quedar estático sin hacer nada, sino buscar otra cosa para salir adelante, porque la vida sigue.
EL COMIENZO DE LA TRANSFORMACIÓN
Considero que una vez que termine esta pandemia transformaré mi actividad, y creo que la mayoría de las personas deberíamos verlo de esa manera, porque no creo que este tipo de virus sea el último, y si hace algunos meses sucedió la influenza, ahora surge esta pandemia. Así que visualizo que dentro de unos meses más vendrá otra, por lo que creo que es el comienzo de un cambio, y deberíamos ver que siempre va a haber transformaciones, y ante ello movernos y ser como el agua del río, buscar nuestro cauce, aunque haya una barrera.
Creo por ello que este es el comienzo de irnos transformando e ir visualizando qué vamos a hacer más adelante y no echarle la culpa al otro, sino ver la forma de seguir, pero a conciencia de que siempre va a haber trabas a partir de ahora. La vida está ahí diciéndonos que va a haber cambios, y si la vida cambia, si el ambiente cambia, entonces nosotros tenemos que cambiar, buscar la forma de sobrevivir. Esto nos acontece a todos como una forma de sobrevivencia.
Con cambios me refiero a que, por ejemplo, si yo era un trabajador de fábrica o era empleado, pero por algo ya no pude ir, o porque me despidieron o porque me condicionaron con la mitad del sueldo, tengo que hacer un análisis sobre la conveniencia de tener ese tipo de trabajo, porque si surgió esta enfermedad, pues va a venir otra. La tierra empieza a transformarse y también yo tengo que buscarla forma de transformarme, por lo que debemos tomarlo como algo positivo.
Pienso que mi vida a partir de ahora será ver siempre el cambio, ya no se es niño, ya no podemos estar en esa etapa. Tiene uno que ver las cosas por etapas, y la vida misma te va enseñando que tienes que vivir y comprender cada una de ellas, porque para llegar a cierta edad y comprenderla tuvo uno que haber vivido y comprendido las etapas previas.
Es en este momento de mi vida que llega el libro del que hablé en un principio. En este libro planteo dos versiones complementarias de la vida, una que es la forma y la otra el contenido o la acción que determina un objeto. Por ejemplo, del árbol se ha dicho que proporciona oxígeno por medio de la fotosíntesis, pero el árbol al estar fijo es como una piedra, por eso las ceremonias de los mayas se han hecho debajo de la ceiba, porque antes de la ceiba frondosa estuvo la roca. Eso no lo especifican en las instituciones. Yo tengo que conocer el elemento árbol para poder respetarlo, y la mayoría de la gente no respeta las plantas o al árbol mismo porque no lo conoce.
Para poder respetar a mis semejantes tengo que conocerme a mí mismo, pero no sólo verme en el reflejo del espejo, porque ese no soy del todo yo, esa es la forma, debo conocer las funciones que tiene mi organismo, mis órganos, las partes vitales de mi cuerpo, entonces si yo me conozco sé que soy una persona débil, y como me considero débil porque me conozco, entonces a mis semejantes los voy a respetar también, por lo mismo. Vegetales y animales se comunican, hay historias de las etnias que hablan de la conversación que tiene una hierba con el campesino, o entre matas de maíz. Nosotros ya perdimos eso, por eso el propósito de escribir el libro es difundir esto,más allá de la forma, hablar de lo que no se ve.
Conocemos el árbol, pero no conocemos por qué es árbol. Las dos versiones de la vida están plasmadas en la memoria de los antiguos. Nosotros solo conocemos la forma, y bajo esa luz en el caso de la enfermedad del Covid yo preguntaría cuál es el origen de la enfermedad. Cuando una persona padece cáncer lo único que le dicen es: “tiene que tomar terapias para controlar su enfermedad, porque no se cura”; pero no le dicen: “tenemos que hacerle un estudio para saber cómo adquirió usted esta enfermedad, qué la provocó”.
Yo creo que lo que va a cambiar es que los médicos deberán ser más minuciosos y no sólo ver el problema, sino el origen del problema, qué lo ocasionó, qué debió evitarse. Sabemos que es difícil controlar todo lo que está pasando, pero lo que estoy planteando es que si conocemos las dos versiones complementarias que tiene la vida, no solo nos vamos a basar en lo físico, sino en la esencia de las cosas. Tengo que cuidar lo que consumo para ser más respetuoso; no consumir productos industriales o del extranjero, como el maíz del que nos alimentamos.
Si digo que va a haber un cambio es sobre esto. Yo en lo personal espero refugiarme en el campo después de esta pandemia, y volverme, no un agricultor que se dedica a grandes tierras, sino un campesino que tiene una parcelita y cultiva sus propios alimentos, sanos de insecticida y pesticida, porque estos nos perjudican con el tiempo. Cuando somos jóvenes nuestras defensas nos evitan enfermarnos, pero conforme crecemos y vamos consumiendo lo mismo, nuestro organismo se deteriora. Así que tenemos que cuidarnos tanto física como espiritualmente y estar más en contacto con la naturaleza, no precisamente volverse ermitaño, sino ser más uno como humano, que implica conocernos, y ya conociéndonos podemos ir aplicando y no quedar en palabras, sino hacerlo, ser capaces de ver en su esencia al árbol, y creo que esto también es parte de mi propósito con el libro.