Autoría de 9:30 am Cartas desde la Cuarentena

De varios virus (en Francia) – Yann Tholoniat

La crisis causada por la Covid-19 nos une a nivel mundial a pesar de las distintas maneras de vivirla. Vivo en Estrasburgo, en Francia, y voy a contarles como he vivido estas últimas semanas. Desde mi región, Alsacia, mi impresión fue que el coronavirus no vino sólo: fue anunciado por dos otros virus. Todo empezó, diría, por un virus lingüístico. Unas palabras raramente empleadas – “coronavirus”, “pandemia”, “confinamiento” – empezaron a difundirse en la sociedad. En febrero, el fenómeno, de murmullo, se convirtió en una palabra ensordecedora, machacada en cada entrevista o tópico en la televisión y la radio, en cada “post” en las redes sociales. De marginal – una palabra oída de paso en una conversación en la acera, o dentro del autobús – “coronavirus” floreció paulatinamente en todos los labios de todas la bocas de Francia. Y un día, sorprendí a mi propia boca pronunciando aquellas sílabas tan nuevas, tan raras hacía poco, y aun casi exóticas, y poco a poco participé también en el coro que se preguntaba lo que iba a pasar…

«De marginal – una palabra oída de paso en una conversación en la acera, o dentro del autobús – “coronavirus” floreció paulatinamente en todos los labios de todas la bocas de Francia. Y un día, sorprendí a mi propia boca pronunciando aquellas sílabas tan nuevas».

A partir de aquel momento surgió lo que nombraría el segundo virus: el miedo, o más bien, el pánico. Cada uno medía el peligro en proporción a su propio miedo. Así, a principios de marzo, cuando otras palabras acompañaban entonces a “coronavirus” en el aire – “Covid-19”, “pandemia”, “epidemiología” y, sobre todo, “confinamiento” – hubo un movimiento extraordinario de gran parte de la población francesa en dirección de… ¡los rollos de papel higiénico! La penuria de éstos – y de la pasta, de repente, en los grandes almacenes – aumentó el pánico. La ola social causó otras penurias, que también tomaron formas lingüísticas de palabras raras: gel antibacterial o hidroalcohólico, tapabocas o mascarillas.

Las máscaras, en nuestra sociedad francesa, tienen una antigua tradición de estar asociadas con el teatro, con los espectáculos. Se piensa que son oriundas de Italia, del carnaval de Venecia, y que las máscaras acompañan momentos felices de relajamiento, y que prosperan en las fiestas sociales – todo lo contrario de lo que traía consigo el coronavirus. Pero en Francia, la crisis, en sus varias manifestaciones, apareció como la mezcla inseparable de lo trágico y de lo cómico, hasta lo grotesco, como lo mostró esa penuria nacional de papel higiénico en vistas de curar una enfermedad parecida a una neumonía.

«En Francia, la crisis, en sus varias manifestaciones, apareció como la mezcla inseparable de lo trágico y de lo cómico, hasta lo grotesco, como lo mostró esa penuria nacional de papel higiénico en vistas de curar una enfermedad parecida a una neumonía».

Sobre la escena nacional, el gobierno francés se arriesgó a proponer a sus ciudadanos, para su mayor vergüenza, una gran comedia con momentos burlescos. En enero, la ministra de la salud nos aseguró que el virus iba a quedarse en Wuhan. En febrero, ella dimitió, pero el motivo no era la llegada del virus, sino un problema interno al partido del presidente : el candidato oficial de su partido a la alcaldía de París acababa de dimitir porque una de sus admiradoras había difundido un video de él masturbándose. (¿Quién había rodado y enviado el video inicialmente? El propio candidato.) La ministra se propuso como candidata para la capital, y un nuevo ministro aseguró que Francia estaba lista para enfrentar la pandemia, y no era necesario cerrar las escuelas.

En tales circunstancias políticas, y a pesar del creciente rumor, el 4 de marzo, la pareja presidencial se mostró en público de camino al teatro, con aquel mensaje a la población: “la vida continúa, no hay que modificar nuestros comportamientos”. En una entrevista televisiva, el ministro de educación nacional se mofó de los que decían que, al llegar el coronavirus, era necesario cerrar las escuelas. La secretaria de estado y portavoz del gobierno hizo eco de esas declaraciones, y añadió, cuando un periodista le hizo una pregunta a propósito de la escasez de tapabocas en las farmacias: “los tapabocas son inútiles. Yo, por ejemplo, aunque soy ministra, no traigo uno. Además, es muy difícil colocárselo bien, porque es algo muy técnico”… Así fue el prólogo cómico-burlesco.

El autor y su hijo se ejercitan durante la cuarentena.

Pero sólo dos días después, ¡catapún! el presidente Macron anunció que las escuelas, liceos y universidades tenían que cerrar inmediatamente: “los jóvenes, aún sin síntomas, pueden contagiar a las personas mayores, más débiles”. Poco después, el presidente anunciaba que cada uno tenía que aislarse en su hogar: empezaba el confinamiento. Surgió otro problema político. El domingo que seguía al anuncio del cierre de los edificios de enseñanza, estaban previstas elecciones municipales. Contra el aviso del Consejo de Salud, el presidente Macron y su gobierno animaron a los ciudadanos a votar. Las órdenes contradictorias – “Vayan a votar”, “Quédense en casa” – resultaron en un fracaso total de las elecciones municipales. Hubo muy poca participación, se canceló la segunda vuelta (pospuesta hasta septiembre), y se contagiaron muchas personas que participaron. Al mismo tiempo, se intensificó la cacofonía gubernamental. Casi cada día, enunciaban los ministros contradicciones. Cuando el ministro de salud entonaba el lema: “¡Quédate en casa!”, la ministra del trabajo recomendaba: “¡Ve a trabajar!” El ministro de la salud mismo cambiaba de canto, pasando del mantra: “estamos listos, tenemos tapabocas y respiradores artificiales”, a: “no estamos listos, no tenemos tapabocas ni respiradores artificiales”, frente a la Cámara de Diputados. Con aquella comedia política al mayor nivel nacional, se difundieron muchas bromas sobre los miembros del gobierno, y circularon videos sobre cómo fabricarse tapabocas artesanales con calzoncillos o sujetadores.

«Para nuestras culturas latinas, donde darse un beso en la mejilla, estrecharse las manos y abrazarse son gestos tan comunes como importantes para platicar y manifestar nuestros sentimientos, parece que tendremos que aprender nuevos gestos para seguir expresando nuestras emociones fraternales…».

Ahora, más allá de la comedia nacional, está difundiéndose otro virus, con consecuencias aún lejanas y oscuras. El último virus, que probablemente va a permanecer mucho tiempo después de la enfermedad propia, es el virus de los comportamientos frente a ella. No me refiero solamente a los gestos higiénicos como lavarse las manos, como andar y hablar con un tapabocas estirado a través de la cara, como mantener una distancia física visible para con los demás; me refiero a ese virus de sospecha generalizada, no solamente para con los demás, sino también para consigo mismo: “¿acaso estoy demasiado cerca? No quiero contagiar a esta persona y quiero que ella lo sepa…” Para nuestras culturas latinas, donde darse un beso en la mejilla, estrecharse las manos y abrazarse son gestos tan comunes como importantes para platicar y manifestar nuestros sentimientos, parece que tendremos que aprender nuevos gestos para seguir expresando nuestras emociones fraternales…

El hijo de Yann se asoma a las calles de Metz desde el balcón de la vivienda familiar. No podía faltar la inseparable mascota.

En este momento de transición que designamos con el neologismo de “desconfinamiento”, las contradicciones en Francia siguen manifestándose : se pueden utilizar tapabocas artesanales, pero no sirven para nada. Abren los comercios de nuevo, pero no todos; los restaurantes y salas de cines quedan cerrados, pero abren las escuelas. Podemos circular, pero no viajar. Hay que mantener una distancia física en los transportes públicos, pero ya no hay espacio suficiente para todos en los transportes públicos a las horas pico. En la capital de Bogotá, el autobús Transmilenio ha sido renombrado “el Transmi-lleno” por los bogotanos, así que los problemas de nosotros los franceses se encuentran a veces también en otros países… Al fin y al cabo, entre tragedia y comedia, la vida continúa.

YANN THOLONIAT ES PROFESOR DE LITERATURA Y ARTES ANGLOSAJONAS EN LA UNIVERSIDAD DE LORENA EN METZ (FRANCIA). ESCRIBE NOVELAS CORTAS Y POEMAS POR PLACER Y PRESENTA TERTULIAS SOBRE LA LITERATURA HISPANOHABLANTE EN ESTRASBURGO, DONDE VIVE CON SU FAMILIA Y SU GATO.
FACEBOOK: YANN THOLONIAT
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Last modified: 23 septiembre, 2021
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