Al fundarse la hoy ciudad de Santiago de Querétaro –entonces pueblo de indios-, en el primer tercio del siglo XVI, tuvo lugar el trazado del mismo a cargo del criado, religioso y arquitecto Juan Sánchez de Alanís; sin embargo, al paso de los años, alrededor de la gran población se fueron fundando caseríos, rancherías y pueblecitos independientes de la urbe y que hoy forman parte importante de la mancha urbana queretana.
Para el erudito Alejandro Obregón Álvarez, un barrio tiene las siguientes características:
1.- Es un espacio territorial urbano delimitado por la división o traza original de un pueblo o ciudad, mediante los ejes norte-sur, este-oeste, por lo que puede superponerse a la denominación de cuartel o distrito;
2.- Generalmente se refiere a la periferia habitacional o residencial, respecto de un centro que tiene funciones rituales y administrativas generales;
3.- El punto de atracción es la parroquia o la capilla, dedicada a un santo patrono que dará nombre no solamente a dicha parroquia sino a todo el barrio;
4.- Esto da origen a un tipo de organización administrativa, social, familiar, económica y religiosa como las fiestas patronales, organización de mayordomías o creación de cargos civiles y religiosos;
5.- La interacción entre un barrio y otro no obsta para que se tenga la conciencia de pertenecer a una unidad territorial más amplia. Existe la identidad grupal que supone el haber nacido y crecido en un barrio en particular.
Mi estudioso amigo Edgardo Moreno Pérez divide a los barrios queretanos de la siguiente manera:
1.- Barrios del primer cuadro o antigua traza: La Cruz, San Francisquito, Santa Ana y Santa Rosa.
2.- Barrios de la Otra Banda: San Sebastián, San Roque, El Tepetate y El Cerrito.
3.- Barrios de las Lomas: La Trinidad, Santa Catarina, San Gregorio y San Pablo.
4.- Barrios del Noroeste: La Piedad y San Agustín de El Retablo.
La doctora Mina Ramírez Montes encontró en el Archivo Histórico de la parroquia de Santiago el Libro de Defunciones de Indios, de los años 1736-1759 en que se citan los barrios de El Espíritu Santo, San Isidro, Santa Ana, San Antoñito, San Roque, San Francisquito, Santiago, Álamos, San Sebastián, San Nicolás, El Carmen, Santa Catarina, La Verónica, y el Gusano, encontrando como asentamiento indígena a San Pablo lo mismo que a San Juanico, Santa María, San Felipe, Buena Vista y Carretas.
Por estos datos podemos afirmar nuevamente que San Pablo en sus orígenes más que ser un barrio fue un asentamiento de indígenas que en el siglo XVIII ya existía.
Durante los siglos XVII y XVIII la ciudad terminaba hacia el occidente en las capillas de Santa Ana, San Antoñito y la del Señor del Mezquite, ubicada esta última donde ahora es la esquina de Sóstenes Rocha con Ignacio Pérez y Madero.
El conjunto de haciendas que se fueron integrando, junto con las estancias o labores de tierras indígenas, en las inmediaciones del poblado queretano, fueron los promotores más importantes del ensanchamiento de la mancha urbana. La barrera natural de esta situación hacia el norte fue el río Querétaro, cosa que fue rebasada en la medida que grandes señores del centro citadino fueron “desterrados” de éste y condenados a vivir en las orillas y fundar “La Otra Banda”.
En estas zonas suburbanas se concentró preferentemente la población indígena, aunque no exclusivamente, constituyendo así los barrios. Dice Carlos Arvizu que “las haciendas de Carretas y Callejas promovieron la urbanización de la zona sur y oriente de la población, generando los barrios de San Francisquito y La Cruz, ambos reforzados por la presencia del convento. Las haciendas de Casa Blanca y La Capilla, así como las labores de los indios emplazadas en la parte oeste y sur oeste de la traza urbana, desarrollaron los barrios de Santa Ana y el Espíritu Santo. Las haciendas y labores al norte del río, como La Era, Jesús María, la Noria, Los Álamos y Patehé, promovieron la zona al norte del río, donde se formarían diversos barrios, como los de San Gregorio, Santa Catarina, San Roque, el Cerrito, La Trinidad, San Juan de los Álamos y San Sebastián, conocidos globalmente como de la Otra Banda”.
A mediados del siglo XVIII la ciudad debe haber tenido 50 mil habitantes, aunque para 1822 volvió a quedar en un tercio de esa cantidad por la ruina económica.
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII las dimensiones de la ciudad eran: 5 mil 850 varas castellanas (4 mil 357 m.) entre las garitas de La Cañada (Al oriente) y de Celaya (al poniente); mientras que desde el puente de El Cuartel (al sur), hasta la capilla de la Cruz del Cerrito (Al norte), había 3 mil 210 varas (2 mil 593 m.). El espacio urbano cubría entonces, una superficie aproximada de 11.3 kilómetros cuadrados. El total de manzanas de la ciudad era de 155, el número de calles empedradas y adoquinadas era de 272; además de contar con seis plazas y plazuelas, anota el arquitecto Boils. Asimismo, al comenzar la última década de ese siglo, las estimaciones en torno al número de casas que integraban la localidad ascendía a 7 mil.
En los albores de la etapa independiente de la ciudad de Santiago de Querétaro estaba formada por 115 manzanas, 272 calles y callejones, seis plazas y plazuelas, 21 fuentes públicas, dos parroquias, dos colegios, siete conventos, un hospicio, dos conventos de monjas, dos beateríos, 15 capillas, dps escuelas gratuitas, 57 fábricas, 129 trapiches y diez tenerías.