Autoría de 2:46 pm Víctor Roura - Oficio bonito

El chayote, los diretes y la misma tijera – Víctor Roura

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Sigo pendiente de las “noticias” en torno del asunto en Notimex sin leer, aún, ninguna información sobre la práctica periodística o sobre la impertinencia de la mediocridad en el medio periodístico o sobre la veracidad del quehacer escritural, sino continúan expandiéndose los supuestos, las circunvoluciones, los diretes, las iracundias o los furores del pasado.

Por ejemplo, me dejan intrigado los decires de personas que ahora denuncian los hábitos inquietantes de los que dicen haber sido coaccionados para hacer usos indebidos en las redes sociales. Ante esta situación, poniéndome yo en ese horroroso lugar, sencillamente al día siguiente ya no trabajaba en ese sitio. Porque yo no aceptaría, ni acepto, ninguna orden que fuera en contra de mis básicos principios. ¡Y sobre todo no los contaría después de los acontecimientos de los que yo mismo había sido partícipe!

En todo esto hay triangulaciones osadas o, en todo caso, demasiado ingenuas. Circunstancias ajenas al periodismo, por supuesto.

Y en estas cosas conmigo no se cuenta.

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Personas que están en guerra sindical hablan, para incomodar a uno (bajo normas aceptadas en el manual de las políticas acuciantes en campañas de denostación sindical), de taparse los ojos ante el acoso laboral invisibilizando el hecho de que en una zona específica de la agencia, por lo menos, no se ha cometido ningún agravio de este tipo. Que es lo que a mí concierne como responsable de un área. Incluso hubo sistemáticos procedimientos disculpatorios para no arruinar resquemores alojados en esa redacción durante decenas de años (órdenes no cumplidas, ausencias laborales, indiferencias periodísticas, escrituras párvulas, imprecisiones informativas y hasta plagios).

Una vez, ante el descarado insulto a una nueva contratación para (tratar de) subsanar yerros, dije a quien ofendía de esa atroz manera que debía controlar sus disgustos. Pues parecía que nadie más podía tener el derecho de trabajar en esa agencia sino sólo unos cuantos privilegiados. La persona que exhibía su disgusto por la nueva gente (a prueba, aún no contratada) dijo que no lo haría más. En otra ocasión, ante un grave error de redacción cometido, pedí a uno de los editores que se tuviera más cuidado, que ya se tenían que dejar atrás las gravosas calamidades escriturales. Miraba a esta persona directamente a los ojos. El modo de trabajar tenía ya que ser otro, no el mismo de antes.

—Es la inercia, tiene que tenernos un poco de paciencia —me respondió.

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No entiendo por qué hospedarse en un sitio donde las cosas no funcionaban, donde la cultura era zaherida, acaso sin querer, con una labor de medianías consentidas. Y esto que afirmo no es nuevo: ya; Manuel Buendía lo caracterizaba en uno de sus numerosos ensayos sobre la prensa. Decía el columnista que los periodistas de base se protegían y se cubrían entre sí mediante compartidas medianías.

¿Por qué no deshacerlas?

Entre otros de los minuciosos enconos que se han vertido en este combate de supuestos y palabrerías acerca de la fractura en Notimex es algo que me ha dejado aterrado por la insania inyectada producto de los rencores acumulados: ahora resulta que los que trabajan en esta agencia son corruptos y chayoteros justamente porque han accedido a un empleo que otros ya no tienen. Esta insidia, por supuesto, puede disgregarse en minúsculas capas insalvables, porque entonces la mayoría de los trabajadores, si no es que todos, son chayoteros por devengar un salario que otro u otros poseían antes de que fueran contratados. Eran, o han sido (sin saberlo) chayoteros y corruptos, ¡valga la diatriba!, gente que ha trabajado, o trabaja, en Televisa, en TV Azteca o en la radio; gente que ha laborado, o ahí labora, en La Jornada, en Excélsior, en Reforma, en La Prensa, en Milenio, en Proceso; profesores que han impartido clases, o siguen impartiendo, en la UNAM, en las FES, en los Tec de Monterrey, en la Anáhuac…

¡Todos somos chayoteros por asalariados, vaya perturbación!

Todas estas ímprobas consecuencias se desprenden, ¡ay!, de los fatídicos supuestos informativos.

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Porque en esta guerra, o contienda, sindical pareciera ya no distinguirse el decoro. Abundan los besos de Judas, si hemos de creer en el relato bíblico. Pues hasta la persona que dice quererte ha resultado, en el último momento, ser alguien que a tus espaldas oculta su querencia.

¿Por qué esta disociación de perplejidades, como la de asegurar que en la sección cultural se obliga a los reporteros uniformar su criterio sobre el conflicto o a afiliarse a tal o cual sindicato so pena de mirarse fuera de la nómina laboral?

Tal falsedad fue abordada por Alejandro Meléndez —ex fotógrafo de Notimex, hoy fervoroso simpatizante de la huelga— a través de distintos tuits que él mismo publicó en días recientes y fueron replicados por cuentas en Twitter afines al sindicato huelguista. En dichas afirmaciones, el fotógrafo da por cierta la supuesta denuncia anónima de una supuesta reportera de la sección cultural de Notimex (todo, como hasta ahora, en el territorio de las fidedignas suposiciones tan fugitivas como una vela encendida en medio de una ardiente discusión). Posteriormente, durante un breve video que circula en redes sociales, Meléndez, hijo de mi amigo periodista Jorge Meléndez, ha ofrecido una disculpa reconociendo que en la sección de Cultura no se ha coaccionado a nadie para congraciarse con tal o cual bando.

Así, Meléndez ha aceptado haber empleado un indebido y erróneo término al afirmar que se había llevado a cabo una operación del todo inexistente. Se disculpa, Alejandro Meléndez, por afirmar la orquestación de algo que jamás ocurrió. Empero, denuncia en ese mismo video que se ha fraguado una “articulación” para que los trabajadores actuales de Notimex se expresen a favor de su fuente laboral. ¡Pero, vamos, si yo estuviera rodeado de gente sin voluntad propia, si estuviera yo en un microcosmos del mundo feliz de Huxley ya me habría marchado de ahí sin pensarlo dos veces!

De nuevo, los supuestos y los diretes se imponen en esta contienda paradójicamente periodística.

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Si lo afirmado por Alejandro Meléndez fuera cierto (las argucias para obligar a los trabajadores a mirar con gríngolas, como los caballos en las competencias hípicas, de modo que no puedan contemplar hacia otros lados sino sólo en frente suyo, o de plano la sumisión laboral, lo que es decir la difuminación de la personalidad, la clausura de la pluralidad…), sería yo el primero en retirarse de inmediato de la agencia. Y no esperaría a contarlo, según como se aproximara la tolvanera, luego de mi salida.

Y estas atrocidades se levantan acaso porque en el anonimato es sencillo, y posible, hablar y decir cosas inciertas, porque bajo la sombra no calienta el Sol de la veracidad. Quien o quienes hayan sostenido aquella infamia ha, o han, elegido mal a sus enemigos, o no ha (o no han) sabido cómo encauzar su denostación. Lo que no sabe esta gente que ha gritado esta insolvencia (insalubre, insolencia, indigesta) verbal es que existen evidencias preclaras de lo planteado en esta plática amistosa del pasado viernes 7 de agosto. ¿O es que ya tampoco se puede hablar de periodismo entre periodistas (fuimos seis en total)?

De lo que se trata es de repudiar reputaciones, como ahora el anonimato sindical insiste en hacerlo conmigo. Escriben para decir que yo encargué el “trabajo sucio” a Mario Bravo mientras yo, dice el feliz anonimato, me distanciaba de la agencia para recogerme, supongo que alborozado, en otros páramos ajenos a los acosos laborales. Y el anonimato escribe a Roberto Velasco, a Jenaro Villamil, a Luisa Alcalde, a quien fuera, para acusarme de mi desacato y mi indiferencia por esta insania producida delante de mi nariz. ¿Trabajo sucio? Que lo diga el personal de la sección de Cultura, no de otras zonas, que a mí no me competen.

La infamia es irresoluta, irremediable e intransigente, al final del día.

¿Dormirán en buen reposo, me pregunto, los infames?

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En el anonimato no deben extrañarse las presencias de la pronta mentira, de las escandalosas argucias, de las abruptas difamaciones, de la invención, de las farsas, del drama, de la enjundia en la injuria, de la búsqueda de algún resquicio inexistente, no en vano la infamia también es conocida con otros diversos nombres de ínfima coloración humana.

Pero no todos estamos cortados con la misma tijera, con fortuna.

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Ya se sabe, además, que mientras labores en una empresa nada se compara con ella, pero cuando la abandonas los defectos le empiezan a crecer.

Después de todo, y cuando no se es propietario de ella, la empresa en la que se trabajaba finalmente no era la ideal, como sí lo es la empresa en la que actualmente se trabaja, que dejará de ser la apropiada, en el mismo momento en que se esté fuera ya de ella.

Y no se diga si estamos hablando de la prensa y sus periodistas.

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¿Por qué la pausa en la fractura laboral en Notimex se ha alargado más de la cuenta?

¿Nadie entonces tiene la razón o alguna de ellas sí la tiene, pero se quiere prolongar el misterio?

¿Por qué no se dicen las cosas como son y todo gira en diretes y supuestos?

La resolución de esta calamidad periodística tiene que llegar a su fin, porque no es posible que un problema de carácter informativo sea manejado desinformadamente, lo cual ya es el colmo del oficio mismo.

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Porque esta contienda no es, o no debería ser, una lucha entre buenos y malos o entre villanos e insurgentes, mucho menos una batalla entre sexos o géneros, ni entre periodistas, sino es, sobre todo, y así ha querido ser representada, un enfrentamiento habilitado por las jerarquías del pasado, porque todo esto tiene sus raíces en los poderes gremiales: lo ganado, como dice Rita, no se quita. Aun si lo ganado tuviera una disparidad hoy insostenible, lo cierto es que los satisfactores que lo sostienen son irrenunciables para todos aquellos que se los han adjudicado.

De ahí, quizás, la irremediable demora pues los asuntos políticos conllevan tiempo, donde lo expedito no cabe.

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Y una inquietud. Cuando platico con alguien en mi celular, que pertenece a la agencia Notimex, de inmediato el anonimato (un verso desolador) sale en Twitter comentando lo que acabo de decir. ¿Está intervenido mi teléfono?¿Debo acusar esta supuesta infamia con Alcalde, Villamil y Velasco, tal como lo hacen puntualmente los fantasmas que empiezan a estar sobre mi cabeza?

No, no lo haré, porque caería, yo también, en esta incierta batalla de supuestos dándolos por hechos irrefutables.

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Last modified: 19 octubre, 2021
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