Autoría de 5:24 pm Los Especiales de La Lupa

Abel, escort venezolano en Querétaro: «me acostumbré a ver el lado económico del sexo»

HISTORIA: CARLOS P. JORDÁ/LALUPA.MX

Escort es una palabra en inglés que, interpretada en forma de verbo, puede traducirse literalmente como “escoltar”. También, usándola como sustantivo, significa “acompañante”.

“Cuerpo definido, blanco, pecoso y tatuado”; así se describe en la página web donde se anuncia. Según el breve texto que invita a contratar sus servicios, Abel poseé un órgano viril de 20 centímetros y un “culote”. No será este reportero quien saque la cinta métrica para comprobarlo, sin embargo las explícitas fotos que exhibe en el portal no muestran indicios de mentira alguna. Su contratación incluye besos, masaje, faje, sexo oral y penetración. Prohibido el bareback (relaciones sin condón) y atiende exclusivamente a personas de su mismo género.

“No porque no me llamen mujeres ni trans (ríe), sino porque no me gustan, entonces no serviría en ese servicio”, aclara Abel haciendo valer la redundancia. En principio esta charla con lalupa.mx estaba pactada a las seis de la tarde, pero una laboriosa jornada, aunada al surgimiento de uno que otro cliente imprevisto, obligaron su aplazamiento. El entrevistado respondió a las insistencias hasta pasada la media noche. Tuvo la gentileza de atender una llamada procedente de un número desconocido, y hablar de su vida profesional y personal a mitad de un viaje de negocios en Monterrey. “Normalmente en esto tienes que estar viajando”, explica.

“Abel” es el alias bajo el cual es conocido por sus clientes, aunque tampoco encuentra inconvenientes en revelar su oficio ante personas que lo conocen por su nombre verdadero. “Normalmente a la gente no le molesta. En el ambiente gay eso les encanta; no llegaría gritándolo, pues, porque no soy así, pero si me lo preguntan no tengo ningún problema en admitirlo”. Puede el placer mezclarse con el trabajo, sí. Y de sus acciones cotidianas puede beneficiarse, tanto en el aspecto personal como en lo laboral, pero Abel no deja de ser un profesional. “Escort”, se autodenomina.

DE GRADUADO EN VENEZUELA A ESCORT EN MÉXICO

Un lustro atrás, cuando era un joven de 23 años, sin responsabilidades ni ataduras, Abel decidía dejar su patria por la compleja situación que en ella se vivía. El chico venezolano emigraba entonces a Colombia, buscando poder ejercer la carrera en la cual se había titulado. En tierra cafetalera, Abel consiguió lo que él mismo considera un empleo “normal”, sin embargo las ganancias eran pocas y los abusos —por ser extranjero— de empleadores ventajosos eran constantes.

Mientras batallaba para sustentarse en tierras forasteras, nuestro personaje principal era testigo de cómo un paisano y amigo suyo gozaba de una vida mucho más holgada; salía a divertirse y su economía alcanzaba para comprar más que sólo lo necesario. Los más intuitivos ya se imaginarán a qué se dedicaba este individuo secundario, quien frecuentemente recomendaba a Abel unirse al gremio. “Lo intenté y me fue bien. No me traumó la experiencia con el primer cliente ni nada. Me dio igual hacerlo y dije: ah bueno, dinero rápido”.

Quizás la razón por la cual especifica su color de piel, en la descripción que hace a sus posibles clientes, sea por aquella charla que tuvo con el mexicano que contrató sus servicios en Colombia. “Allá (México) te iría muy bien, porque eres blanquito, güerito…”, las palabras escuchadas por Abel se quedaron en su cabeza y, finalmente, terminaron convenciéndolo de emigrar una vez más.

“Si tú te quedas en una ciudad te vas a quemar. Si llegas a una ciudad y eres nuevo vas a trabajar muchísimo, porque la gente dice: `ah mira, llegó esta carne fresca´». Cómo ya ha sido mencionado, su trabajo demanda giras constantes a través del país, sin embargo Abel encontró en Querétaro un buen sitio para fijar su base y abrir un negocio —y así ejercer su licenciatura en administración integral—.

ENTRE EL PLACER Y EL TRABAJO

¿Le gusta su trabajo? “He visto los sueldos aquí, de mi carrera, y no (ríe)… de verdad que no me cambiaría”. Abel prefiere seguir ahorrando para poder emprender y no tener que rendirle cuentas a nadie. Su primer proyecto, una cafetería, fracasó debido a una mala ubicación, pero esto no mengua sus ánimos de convertirse de nuevo en empresario. El giro de su próximo negocio aún no lo decide, pues prefiere tener el dinero necesario antes de fantasear en gastarlo.

No es que le urja abandonar su oficio, de hecho cree que las ganancias de sus actividades como escort ayudarían a impulsar el crecimiento de un nuevo comercio ya establecido. Dentro de sus planes considera viajar a otros países donde las horas de compañía sean mejor pagadas, aunque no deja de ser México la mejor opción para fundar esa empresa que le brinde una mayor estabilidad económica —y personal—. Europa sería el destino ideal para hacer una gira de trabajo; ganar en euros e invertir en pesos.

Abel ha llegado a atender hasta siete personas en un día, y su tarifa es de mil 500 pesos por hora. A veces compensa la falta de clientes individuales con tríos o servicios que duran un día, o una noche entera. A estos ingresos se suma lo que genera su perfil de onlyfans.com y justfor.fans; páginas de internet donde los usuarios pagan una suscripción mensual a cambio de acceder a contenido audiovisual sin censura de personalidades variadas.

Actrices y actores —no exclusivamente pertenecientes a la industria porno—, celebridades, modelos, escorts y, básicamente, humanos de toda índole, pueden subir sus fotos y videos —tan explícitos como así lo deseen— y recibir a cambio el dinero que les parezca justo. Por supuesto: el 20 por ciento le pertenece al sitio. Aparte, existe la opción de recibir propinas voluntarias.

“Todo el mundo (de medios similares al suyo, aclara) lo usa. Ya mucha gente ni siquiera trabaja de escort ni nada, sino solamente se dedica a sus videos, pero muy bien producidos, pues”. Abel pone como ejemplo —sin recordar nombres— a una joven cuya recaudación, en alguna de esas dos plataformas, giraba entorno a los 120 mil dólares. No hace falta conocer las cifras exactas para saber que nuestro interlocutor, gracias al trabajo presencial y a su material digital, no tiene dolencias en la cartera.

“No estaría ahí sin lo económico, me pueden decir: `quédate una hora más y me coges o te cojo divinamente, como nunca te han cogido´, y yo le voy a decir que no, porque es mi trabajo y si no me estás pagando yo me voy”. Abel no niega que exista placer, deseo y atracción en la actividad con la cual se gana la vida, sin embargo la experiencia le ha enseñado a disfrutar sin olvidar que está ahí por el dinero.

“Muchos escorts se quedan porque el cliente está bueno; porque tiene un culote o tiene una vergota, o si tiene drogas, ellos se quedan sin que les paguen. Yo no hago eso, bueno, yo no me meto nada, ni drogas ni tomo, pero tampoco me quedo porque la persona me guste”.

¿Entonces qué pasa cuando un cliente es de su agrado? “Lo tratas súper bien y haces de todo; él pensara que así lo haces con todos los clientes”, contesta Abel entre risas. También reconoce que es más necesario interpretar un papel —”ponerle picante”— cuando quien lo ha contratado le resulta atractivo, pues podría evidenciarlo fácilmente en una suerte de nerviosismo y no sería muy profesional su trato.

Ahora: ¿qué sucede cuando el caso es el contrario? ¿Cómo puede llevar a cabo un servicio cuando no existe atracción alguna? “Te acostumbras. Yo no me fijo en el físico, sino en la higiene de la persona. A final de cuentas es mi trabajo y trato igual a una persona que está bonita a una que está fea… intento, pues”. Abel recuerda haber perdido el encanto por clientes que, a pesar de ser guapos o “estar buenos”, emanaban mal aliento o la limpieza de sus partes íntimas dejaba mucho que desear.

“De igual forma uno busca maneras para mantener una erección, si eres activo, y si eres pasivo es mucho más fácil porque lo que haces es dejarte y ya”. Su técnica para mantener el vigor, durante jornadas atareadas, es evitar eyacular, aunque de vez en vez es necesaria una ligera dosis (25 mg) de viagra, la cual, según su experiencia, resulta efectiva hasta por siete horas. Abel se anuncia cómo versátil —”sin problema de rol”— y, aunque no está escrito en su perfil, puede llegar a hacer lluvia dorada y fisting (introducir el puño en el recto de quien lo pida).

LA DIFERENCIA

“Yo ya no creo en los clientes. Todos te quieren bajar el cielo y quieren contigo, luego ves a otro escort conocido y te dice: `ah mira, sí, también me escribe a mi´. Él igual va a contratar a otro, entonces no voy a ser el pendejo que dejó de cobrarle para salir de gratis, cuando a otro sí le está pagando, ¿sabes?”

Abel acostumbra rechazar a quienes proponen pasar ratos de dispersión si es que ya pagaron por sus servicios en otra ocasión. “Eso es la diferencia de un escort a una puta, pues. Porque la de la calle, o la puta, es la que está afuera ofreciéndose sólo para coger; un escort cobra por su tiempo”.

“Entonces, si quieres salir conmigo al cine, quieres ir a comer o algo, tienes que pagar por eso.” Peras con peras y manzanas con manzanas; Abel no vende su cuerpo, sino aquello que ha invertido en construirlo y mantenerlo en forma: tiempo. Peras con peras y manzanas con manzanas; Abel dice que es imposible mantener una relación sentimental con alguien que no se dedique a lo mismo que él.

“No soy de relaciones abiertas, y estar con un escort es algo parecido a eso, pero no es lo mismo para mí. No me gusta eso de tríos, no me gusta eso de relaciones abiertas; tú coges por aquí, yo cojo por allá y luego nos hacemos los locos. No me gusta eso. Soy a la antigua… No creo que funcione, la otra persona siempre va a ver el trabajo del escort como que está puteando de gratis, va a decir: `tú estás cogiendo con otros, yo también lo puedo hacer´”.

El único noviazgo que Abel ha tenido, desde que se inició en esta profesión, fue con alguien de su mismo gremio. Aquella historia ya tuvo su desenlace, pero igual cambió la forma en la cual nuestro escort se relaciona fuera de horarios laborales. “Me acostumbre a verle el lado económico al sexo, ¿sabes? Entonces, si tengo ganas, prefiero esperar a que me contrate alguien. Porque tengo clientes que están ricos (carcajea), y la paso bien y me pagan”.

¿Y si se enamora, estaría dispuesto a dejar su oficio? “No, porque… al final el amor se acaba. Amor con hambre no dura. O me aceptas así o me vas a ayudar en darme mensualmente lo que me gano”. Sus proyectos, personales y profesionales, se alimentan con una suma de dinero que la parte monógama usualmente no está dispuesta a pagar.

EL MUNDO DE ABEL

Como tal, no es una doble vida la que lleva Abel; sus familiares más cercanos saben de dónde proviene el dinero que lo mantiene. Muchos prefieren no meterse en el tema y lo único que esperan es que tome las precauciones necesarias. Preservativo en cada encuentro y PrEP (profilaxis preexposición) a diario son las medidas que usa para procurar su salud.

La PrEP es una pastilla que, ingerida de manera diaria, resulta sumamente efectiva para prevenir el contagio de VIH. Abel la usa como respaldo en caso de accidentes, aunque, según lo que platica, la mayoría de quienes la toman lo hacen para “poder coger sin condón”.

“Normalmente, en el mundo gay, todos se tiran con todos… bueno (corrige), todos nos tiramos con todos”. Durante la charla, nuestro entrevistado hace mención constantemente del “mundo gay” para poner en contexto ciertas situaciones. Contar con instalaciones para llevar a cabo sus servicios, por ejemplo, es casi una obligación, pues: “en el mundo gay son codos para coger. Como es más promiscuo, y se consigue en todos lados el sexo muy fácil, como que no le quieren invertir tanto”; es decir que son pocos los clientes que están dispuestos a pagar la tarifa y añadir a su gasto la renta de una habitación.

Ir al gimnasio, comer saludablemente y cuidar su aspecto físico en general, son disciplinas que convergen en los mundos que habita Abel; el personal, el laboral y el homosexual. “Va de la mano, porque en el ambiente gay tienes que verte bonito, tienes que verte bien porque si no no vas a ligar nada. Hago ejercicio para verme bien yo y, adicionalmente, me sirve para el trabajo”.

El mundo gay que Abel describe se antoja exigente, aunque también aclara que cuestiones como la interacción sexual se dan con mucha más naturalidad que en el otro lado. Vivir en medio de ambos polos o, mejor dicho, ser gay en las sombras del mundo heterosexual, no fue fácil para el adolescente que algún día fue este joven escort. “Creo que como la mayoría: bullying y eso, me molestaban mucho… como yo era de un pueblo, no conocía nada del tema gay, y como no tenía un apoyo o algo así, sentía que estaba mal… me cuestionaba mucho… es como si tú te sientieras mal por ser heterosexual: te vas a sentir mal en todo aspecto. Se refleja en tu vida como tal; en tus amigos, en cómo tratas a tu familia”.

Oprimido en un país que describe como machista, Abel relata que su liberación se dio hasta que le hizo frente a un vecino mayor (unos 40 años) que lo insultaba y juzgaba, incluso frente a sus familiares, por un piercing en la ceja. El sujeto sugería, de forma grosera, que si el chico de la casa aledaña permitía que le perforaran la cara, no tendría límites en otros aspectos. “Es una ofensa que todos permiten por la moralidad de que eso está mal, ¿sabes? Pero llegó el momento que me cansó y, delante de mi mamá y mi tía, le dije: `pero ese es pedo tuyo´».

Aunque por muchos la sociedad queretana es considerada conservadora, este escort los ve “encaminaditos” hacia una apertura más liberal; “poco menos que en el DF”, dice. En contraste con otros estados, Abel no percibe tantas miradas lacerantes cuando camina en las calles, y le resulta menos frecuente atender a clientes que ocultan su verdadera orientación sexual. “En el norte es donde si son bien descarados. Tienen esposa y dicen: `es que no se me para y un amigo me recomendó que probara un culito de hombre y ese sí funciona´ ¡Ay, por Dios! Eso es jotería”, concluye entre sus ya características carcajadas.

Tras una hora y 15 minutos de contestar preguntas, Abel por fin puede descansar, pero no deja pasar la oportunidad para recordar que es su tiempo aquello que vende: “ya me debes dos horas”, ríe por última vez.

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Last modified: 24 septiembre, 2021
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