Autoría de 1:54 pm Víctor Roura - Oficio bonito

Yo no sé mañana – Víctor Roura

1

En el periodismo se han olvidado las disculpas. Cualquiera puede cometer un yerro y pasarlo por alto.

En su noticiario escuché decir a José Cárdenas que la activista Nadia Vera, asesinada cruelmente por los que iban por ellos, por ella y por el fotorreportero Rubén Espinosa, y fueron muertas sin miramientos (y violentadas cobardemente) otras tres mujeres, oí, digo, que José Cárdenas decía que la activista culpaba de lo que pudiera a ella ocurrirle al gobernador chiapaneco

Así dijo.

Acaso trastocando las palabras, porque había informado minutos antes que Nadia era oriunda de Chiapas, pero lo que quiso decir era que la activista culpaba al gobernador veracruzano, no chiapaneco. Y el espectador entendió muy bien ese gazapo, pero el periodista no se disculpó, como no se disculpó cuando llamó Alicia a su reportera regiomontana Araceli. Ni cuando informó que el primer secretario de Cultura era Guillermo Tovar y de Teresa, alrevesando el nombre del hermano de Rafael, ambos ahora ya fallecidos (el primero, nacido en 1956, en 2013 y el segundo, nacido en 1954, en 2016).

2

Y a eso voy, al olvido de subsanar los yerros.

Cuando Carmen Aristegui, en su políticamente cancelado noticiario radiofónico de MVS, hablaba en el micrófono los banners apuntaban un sinfín de cosas, muchas de ellas incluso con horrorosas faltas ortográficas, y nadie se disculpaba por ello.

Cuando López Dóriga habla en inglés parece que está hablando en tzotzil, y no estuviera mal que lo hablara, sino lo que no está bien es que quiere hablar en inglés pero no sabe cómo hacerlo, y no se disculpa por ello.

Cuando Vicente Fox, ese presidente ejemplarmente desilustrado (¡ejemplar porque siendo como es pudo llegar a la Presidencia de la República mediante su farsantería y su ensimismado natural carácter engañoso!), pronunció Emmanuel Carbalo, al entregarle su Premio Nacional de Literatura en 2006, jamás pidió disculpas por no haber sabido a quién le entregaba el galardón, motivo por el cual, obviamente, no pudo decir su apellido correctamente: Carballo. Ya no digamos cuando dijo José Luis Borgués.

3

Una vez, mirando la cartelera en el Palacio de Bellas Artes para ver qué concierto me animaba a asistir, leí con grande sorpresa: “Director: Fransisco Savin”, que me dejó, gulp, conmocionado. Pero nadie, al otro día, puso alguna errata o algo parecido. No se diga en los restaurantes donde en los menús (¿no debe decirse menúes?) se apunta quezadillas u orchata, y el comensal come sin atragantarse por la indigerible ortografía.

Había un programa televisivo intitulado Lente loco cuando efectivamente es un dislate: Lente loca es lo correcto, pero nadie, hasta este momento, ha pedido una disculpa por ese yerro. Casi todo el mundo habla del sazón en las comidas cuando debe decirse de la sazón, pero entre el hablar y el hablar a veces nadie se percata de los desperfectos idiomáticos.

4

Y, sí, ya no estoy hablando enteramente de periodismo sino de muchas otras zonas donde, de igual modo, el lenguaje es ignorado, y a sus hablantes les tiene sin cuidado.

Enrique Guzmán canta, acaso sin conciencia de lo que está cantando (como suele ocurrir con numerosos artistas inducidos por la industria mediática), en “El rock de la cárcel: “… Todo el mundo en la prisión corrieron a bailar el rock”, y no se ha disculpado por la tremebunda errata ya que si todo el mundo era el que bailaba el rock entonces el verbo debe ser en singular, no en plural: todo el mundo en la prisión corrió a bailar el rock.

Luis Enrique, el salsero, dice yo no sé mañana si estaremos juntos, pero le está haciendo falta el “si…” para que su frase sea redonda: yo no sé si mañana estaremos juntos…, aunque el cantante lo que hace es un enroque lingüístico: yo no sé mañana si estaremos juntos, porque el “si” lo traslada adelante de “mañana” para compensar el defecto. Es como si dijéramos: “Yo no sé hago el amor si en la tarde…” O: “Yo no sé aprendo si como es debido el inglés…” O: “Yo no sé me acuesto si temprano o no…” Y nadie clama por el gazapo. Porque es una música, ¡ay!, poética.

5

En poesía estos vocablos adelantados o atrasados tienen sentido, porque es intención del poeta trastocar el lenguaje, no así en canciones que no pueden remediar sus acentuaciones rítmicas. Porque las intenciones literarias, o periodísticas (en el entendido de que un buen periodista debiera aplicarse en el ejercicio lingüístico), son notorias, como accidentales los involuntarios yerros, cuyos autores nunca piden disculpas, como si su infalibilidad fuera de antemano comprensible.

“Erró porque no había remedio”, como se equivocan continuamente las investigaciones policiacas, cuyos gazapos la ciudadanía debe no cuestionar nunca: “Yo no sé el asesino del periodista si entró robar a o no…

Finalmente mientras se entienda la cuestión, ¿cuál es el endiablado problema?, se preguntan las autoridades de la Real Academia Española cuando ordenan no acentuar la o de guion porque, dicen los lexicógrafos, todo el mundo acaba acentuando la palabra tenga o no el acento, de manera que si no se acentúa en la a la palabra arbol de todos modos la gente la va a acentuar en su inconsciente. Así que escribamos suponiendo que todo es correcto, aunque no lo sea.

6

Sin embargo hay yerros imperdonables, abusivos, inadmisibles, furiosamente rebatibles, como el que alguna noche cálida cometiera una dulce mujer con su servidor. Al punto del arrebato corporal, con voz intensa mas apagada por el furor del momento, díjome: “Te ammmmmo, Frankl…”, ante lo cual yo detuve mi impulso enjundioso para instarla a completar el nombre errado: “¿Frankl qué, chiquita?” Y no se disculpó, haciendo de oídos sordos mi quebrantada agonía pasional, que prefirió entonces circular por los estratos de la vacilación y el ludibrio del tacto amorfo, en la espera de una puntualización de aquella errata que jamás llegó, pues el sueño la adormiló tan pronto como sus brazos se desprendieron de mi lánguida extenuación.

Quizá por eso no haya mejor manera de atacarla, a la errata, que con un prontuario poético: la errata es una errata es una errata es una errata… hasta acabar por hacerla incomprensible, a la errata, como incomprensible es el amor, el periodismo, la atracción, el beso saturado, el impulso, la vida… 

7

Luego yo miro las erratas en mis libros, y me sonrojo todito. ¿Cómo componer aquel despilfarro, cómo arreglar aquella bestialidad, cómo exhibir la desazón autoral?

(Visited 22 times, 1 visits today)
Last modified: 19 octubre, 2021
Cerrar