Cuando entrevisté al poeta español Agustín Fernández Mallo, el año pasado durante la Feria del Libro de León, Guanajuato, le dije que descubrí su obra por un PDF de “Carne Pixel”, que me compartió mi maestro, también poeta, Luis Alberto Arellano (1976-2016).
¡Está muy bien, fue lo correcto!, dijo él y explicó con resignación que los libros de poesía tienen mala distribución.
Haciendo un recordatorio, creo que “Carne Pixel” fue el primer PDF que llegó a la bandeja de mi correo. El libro lo consiguió Luis por un amigo que lo trajo de España; él se encargó de escanearlo, convertirlo a PDF y compartirlo entre amigos y alumnos.
A partir de ahí, cada vez que visitaba una feria de libro, buscaba los poemarios de Fernández Mallo, sin éxito. Sus publicaciones de ensayo y novela comenzaron a llegar a México, pero su obra poética no. En internet seguí mi búsqueda y me enteré que en 2015 publicó en España la antología “Ya nadie se llamará como yo”, con el sello de Seix Barral. Ese libro llegó a México, en una segunda impresión, hasta el 2019, y se comenzó a distribuir justo en la Feria del Libro de León. Tomé el libro en cuanto lo vi y de inmediato me dirigía la caja para comprarlo, era el primer día de la feria y apenas se estaban acomodando, ni siquiera tenían a la mano el precio. El encargado me dijo: “Este libro es una de nuestras novedades, va llegando de España”.
Lo sé, lo he estado buscando por dos años, respondí.
Al día siguiente, muy temprano, tenía programada la entrevista con Agustín. Llegué con “Ya nadie se llamará como yo” entre mis manos y de inmediato preguntó: ¿Dónde lo conseguiste, ese libro aún no está en México?
Hago el recuento de esta historia, sí, por el revuelo que causó la declaración de la escritora Fernanda Melchor, sobre la distribución de su obra en PDF. Si buscan en internet van a encontrar el origen de la polémica, la frase de Melchor que se volvió trending topic en las redes, y todos los comentarios que surgieron alrededor del tema, uno de ellos engalana el título de la presente edición de esta columna: El que esté libre de pdfs y fotocopias que lance la primera piedra (Atenea Cruz).
https://twitter.com/fffmelchor/status/1303878018453008385
Y me llamó la atención esta frase porque recuerda lo que hacían o hacíamos antes de la existencia del internet y el PDF. Fotocopiamos los libros, o en su defecto reproducimos las copias de las copias, todo sin saber quién, cómo y por cuánto compró el libro. Así pasa con los PDF, de pronto aparecen, alguien los comparte, ¿y uno qué debe hacer?
La antología de la poesía completa de Alejandra Pizarnik las fotocopié de unas copias que me prestaron en un taller literario.En aquel tiempo, no recuerdo cuándo, era imposible conseguir ese libro en México. Cuando pude ir a Argentina, el primer libro que me aseguré de comprar fue la poesía completa de Pizarnik, y ya de paso el libro que reúne los textos de su diario. Dos años después de ese viaje comenzó a circular el PDF de la antología de poesía. Ahora tengo el libro, las fotocopias y el PDF. Lo cual me lleva a admitir que esto es un vicio.
¿Compartir PDF o no compartirlos?, son parte de los cuestionamientos que surgieron con esta polémica. Y algo que hay que agradecer, en medio de esta pandemia, es la cantidad de libros en versión digital, ebooky PDF, que se liberaron desde las casas de reconocidos sellos editoriales,ediciones independientes e instituciones de cultura.
Además, en los buscadores de internet se puede encontrar un sinfín de enlaces para conseguir PDF de todo tipo de libros. Algunos tienen los derechos para su distribución en internet. Otros tienen ese lado oscuro de lo clandestino. Usted decide qué ruta seguir. Pero no deje de leer.