Había terminado la Guerra de Reforma en Calpulalpan, en diciembre de 1860, y Miramón se refugió en Cuba. El extraordinario guerrero había ganado todas las batallas pero perdió la guerra, precisamente ese 22 de diciembre en Calpulalpan.
Los liberales ganaron esa guerra reformista con una minoría activa, y los conservadores la perdieron con una mayoría inerte.
Eso sí, el triunfo liberal no resolvía inmediatamente los grandes problemas de México: de los 22 millones que el gobierno juarista pretendía recibir por la venta de los bienes de la Iglesia católica, solamente llegaron a la hacienda pública 6 millones.
Juárez parecía dotado de poderes sobrenaturales al no ser ratificado el Tratado de McLean Ocampo con Estados Unidos por la llegada de la Guerra de Secesión.
Decretó la suspensión de pagos por dos años de la deuda externa el 17 de julio de 1861. El Congreso de la Unión discutió este decreto en el mayor sigilo. Los diplomáticos se enteraron de tal decisión hasta ese día.
Dicho decreto fue una virtual declaración de quiebra, pero sobre todo fue un fuego junto a un depósito de explosivos. Guillermo Prieto era el secretario de Hacienda.
Juárez no podía dar marcha atrás y al despilfarro de lo obtenido por la venta de bienes clericales sumó préstamos forzosos, aunados a bandolerismo, guerrillas, mexicanos en cortes europeas y Guerra de Secesión. Su ángel guardián era el Estados Unidos federalista.
51 diputados federales pidieron la renuncia del presidente Juárez, liderados por el famoso liberal Manuel M. Altamirano. Nunca en la Historia de México se juntaron en tan breve lapso un mayor número de condiciones favorables para el derrocamiento de un presidente de la República.
Al perder los federalistas norteamericanos la batalla de Bull Run el 21 de julio de 1861 se decidió la intervención extranjera contra México.
El 31 de octubre de 1861 se firmó la Convención de Londres para intervenir en México, pero sin menoscabar el derecho del pueblo mexicano a elegir y constituir libremente su forma de gobierno.
Regla de Tres según Fuentes Mares: Inglaterra podía y no quería; España quería y no podía; Francia podía y quería.
Las reclamaciones de los inversionistas eran tres millones de París; diez millones de Madrid y setenta millones de Londres.
Los liberales mexicanos amaban a Francia por sus libertades y odiaban a España, por la conquista. España se portó mejor con nosotros que Francia en el siglo XIX.
IMPORTANCIA DEL TRATADO WYKE- ZAMACONA.
Las naves españoles llegaron a Veracruz en diciembre de 1861, mientras que las inglesas y francesas lo hicieron en enero de 1862.
Los altos comisionados de las tres naciones intervencionistas fueron General Prim Conde de Reus (España), Juren de la Graviere y Dubois Saligny (Francia) y Charles Wyke (Inglaterra).
Los conservadores no querían ver a los aliados extranjeros tan desinteresados en los asuntos internos de México y los liberales no los querían de ningún modo. Los discursos de España e Inglaterra no eran agresivos: parecían sermones presbiterianos según Fuentes Mares.
Los diplomáticos le tenían más miedo al vómito negro que a la soldadesca juarista.
LOS PRELIMINARES DE LA SOLEDAD Y MANUEL DOBLADO, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES JUARISTA
Francia contaba en ese momento con tres mil soldados; España con seis mil e Inglaterra con ochocientos nada más. Juárez los dejó avanzar hasta Córdoba, Orizaba y Tehuacán en un acto de buena fe.
España e Inglaterra se retiran pero Francia rompe la alianza tripartita y rompe relaciones con México el 9 de abril de 1862, llegando con su ejército hasta Acultzingo teniendo como objetivo Puebla de los Ángeles.
El general Lorencez venía acompañado del mexicano hijo de Morelos, Juan N. Almonte. En París le habían dicho a Lorencez que los conservadores poblanos lo recibirían con arcos de triunfo y una lluvia de flores, pero nadie le dijo que lo esperaba ya el general Ignacio Zaragoza con el Ejército de Oriente.
Juan N. Almonte aconsejó a Lorencez atacar Puebla por el convento de El Carmen y éste resolvió atacar frontalmente por los fuertes de Loreto y de Guadalupe. Saligny había descrito a Lorencez como “un imbécil además de petulante”, como era todo francés parisino según José Fuentes Mares.
La batalla por Puebla inició con el ataque galo a las nueve de la mañana ese 5 de mayo de 1862, terminando al atardecer que se retiró del combate con la derrota a cuestas el mejor ejército del mundo mundial, dirían mis fans en Facebook, Norma Elvira Trejo y Magdis Cabrera.
“La petulancia le ha causado más víctimas mortales a Francia que el ejército alemán en las dos guerras mundiales”, según Fuentes Mares.
Los mexicanos se apuntaron la primera y única victoria en guerra extranjera, la otra sería en 2018 contra Alemania 1-0 en el Mundial de Futbol de Rusia.
Napoleón III suspendió fiestas, banquetes, bailes y cacerías al saber la noticia de Puebla, quitándose y poniéndose nerviosamente y con rabia su anillo nupcial, en una forma inconsciente o consciente de repudiar a su esposa Eugenia de Montijo, a quien cargaba la responsabilidad de ser la iniciadora de la aventura mexicana.
Después de la derrota del 5 de mayo de 1862 en Puebla, Napoleón El Pequeño no podía retroceder y no retrocedió: relevó del mando a Lorencez y nombró en su lugar al general Elie Forey, llamado “El Héroe de Italia”, quien vino acompañado de cincuenta mil soldados.
El 17 de mayo de 1863 sucumbió Puebla tras un sitio de sesenta y tres días, disolviéndose el Ejército de Oriente al mando de Jesús González Ortega ya que Zaragoza murió de tifo en medio de grandes diarreas un año antes.
Jesús González Ortega, Héroe de la Reforma en la batalla decisiva de Calpulapan, en lugar de retirarse en plena batalla poblana capituló y abrió las puertas de la capital a los franceses, que entraron a ella el 10 de junio de 1863. Porfirio Díaz y otros grandes generales fueron presos y muchos desterrados a Francia. Porfirio escapó afortunadamente.
“Jamás sabremos de dónde salieron tantos bellacos a recibir a los vencedores franceses. No se había visto nada igual desde la entrada de Iturbide el 27 de septiembre de 1821”. José Fuentes Mares.
Lo mismo digo yo cada vez que gana un candidato a gobernador o a presidente de la República. La tiranía de las mayorías ignorantes.
Les vendo un puerco chaquetero y bellaco.
Uno de los capítulos más injustos en nuestra sufrida historia como nación fue la Segunda Intervención Francesa –la primera fue la Guerra de los Pasteles en 1836-1837– que nos provocó sangre, sudor, lágrimas y muerte desde 1862 hasta 1867. Los queretanos fuimos partidarios de Maximiliano pero no del imperio franchute, porque al decir de los historiadores los franceses se portaron muy mal con la gente de esta tierra queretana cuando entraron allá por noviembre de 1863, en un exceso de violaciones, saqueos, fusilamientos sin juicio previo, despojo de viviendas, robo de ganado y siembras etcétera.
Había terminado la Guerra de Reforma en Calpulalpan, en diciembre de 1860, y Miramón se refugió en Cuba. El extraordinario guerrero había ganado todas las batallas pero perdió la guerra, precisamente ese 22 de diciembre en Calpulalpan.
Los liberales ganaron esa guerra reformista con una minoría activa, y los conservadores la perdieron con una mayoría inerte.
Eso sí, el triunfo liberal no resolvía inmediatamente los grandes problemas de México: de los 22 millones que el gobierno juarista pretendía recibir por la venta de los bienes de la Iglesia católica, solamente llegaron a la hacienda pública 6 millones.
Juárez parecía dotado de poderes sobrenaturales al no ser ratificado el Tratado de McLean Ocampo con Estados Unidos por la llegada de la Guerra de Secesión.
Decretó la suspensión de pagos por dos años de la deuda externa el 17 de julio de 1861. El Congreso de la Unión discutió este decreto en el mayor sigilo. Los diplomáticos se enteraron de tal decisión hasta ese día.
Dicho decreto fue una virtual declaración de quiebra, pero sobre todo fue un fuego junto a un depósito de explosivos. Guillermo Prieto era el secretario de Hacienda.
Juárez no podía dar marcha atrás y al despilfarro de lo obtenido por la venta de bienes clericales sumó préstamos forzosos, aunados a bandolerismo, guerrillas, mexicanos en cortes europeas y Guerra de Secesión. Su ángel guardián era el Estados Unidos federalista.
51 diputados federales pidieron la renuncia del presidente Juárez, liderados por el famoso liberal Manuel M. Altamirano. Nunca en la Historia de México se juntaron en tan breve lapso un mayor número de condiciones favorables para el derrocamiento de un presidente de la República.
Al perder los federalistas norteamericanos la batalla de Bull Run el 21 de julio de 1861 se decidió la intervención extranjera contra México.
El 31 de octubre de 1861 se firmó la Convención de Londres para intervenir en México, pero sin menoscabar el derecho del pueblo mexicano a elegir y constituir libremente su forma de gobierno.
Regla de Tres según Fuentes Mares: Inglaterra podía y no quería; España quería y no podía; Francia podía y quería.
Las reclamaciones de los inversionistas eran tres millones de París; diez millones de Madrid y setenta millones de Londres.
Los liberales mexicanos amaban a Francia por sus libertades y odiaban a España, por la conquista. España se portó mejor con nosotros que Francia en el siglo XIX.
IMPORTANCIA DEL TRATADO WYKE- ZAMACONA.
Las naves españoles llegaron a Veracruz en diciembre de 1861, mientras que las inglesas y francesas lo hicieron en enero de 1862.
Los altos comisionados de las tres naciones intervencionistas fueron General Prim Conde de Reus (España), Juren de la Graviere y Dubois Saligny (Francia) y Charles Wyke (Inglaterra).
Los conservadores no querían ver a los aliados extranjeros tan desinteresados en los asuntos internos de México y los liberales no los querían de ningún modo. Los discursos de España e Inglaterra no eran agresivos: parecían sermones presbiterianos según Fuentes Mares.
Los diplomáticos le tenían más miedo al vómito negro que a la soldadesca juarista.
LOS PRELIMINARES DE LA SOLEDAD Y MANUEL DOBLADO, MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES JUARISTA
Francia contaba en ese momento con tres mil soldados; España con seis mil e Inglaterra con ochocientos nada más. Juárez los dejó avanzar hasta Córdoba, Orizaba y Tehuacán en un acto de buena fe.
España e Inglaterra se retiran pero Francia rompe la alianza tripartita y rompe relaciones con México el 9 de abril de 1862, llegando con su ejército hasta Acultzingo teniendo como objetivo Puebla de los Ángeles.
El general Lorencez venía acompañado del mexicano hijo de Morelos, Juan N. Almonte. En París le habían dicho a Lorencez que los conservadores poblanos lo recibirían con arcos de triunfo y una lluvia de flores, pero nadie le dijo que lo esperaba ya el general Ignacio Zaragoza con el Ejército de Oriente.
Juan N. Almonte aconsejó a Lorencez atacar Puebla por el convento de El Carmen y éste resolvió atacar frontalmente por los fuertes de Loreto y de Guadalupe. Saligny había descrito a Lorencez como “un imbécil además de petulante”, como era todo francés parisino según José Fuentes Mares.
La batalla por Puebla inició con el ataque galo a las nueve de la mañana ese 5 de mayo de 1862, terminando al atardecer que se retiró del combate con la derrota a cuestas el mejor ejército del mundo mundial, dirían mis fans en Facebook, Norma Elvira Trejo y Magdis Cabrera.
“La petulancia le ha causado más víctimas mortales a Francia que el ejército alemán en las dos guerras mundiales”, según Fuentes Mares.
Los mexicanos se apuntaron la primera y única victoria en guerra extranjera, la otra sería en 2018 contra Alemania 1-0 en el Mundial de Futbol de Rusia.
Napoleón III suspendió fiestas, banquetes, bailes y cacerías al saber la noticia de Puebla, quitándose y poniéndose nerviosamente y con rabia su anillo nupcial, en una forma inconsciente o consciente de repudiar a su esposa Eugenia de Montijo, a quien cargaba la responsabilidad de ser la iniciadora de la aventura mexicana.
Después de la derrota del 5 de mayo de 1862 en Puebla, Napoleón El Pequeño no podía retroceder y no retrocedió: relevó del mando a Lorencez y nombró en su lugar al general Elie Forey, llamado “El Héroe de Italia”, quien vino acompañado de cincuenta mil soldados.
El 17 de mayo de 1863 sucumbió Puebla tras un sitio de sesenta y tres días, disolviéndose el Ejército de Oriente al mando de Jesús González Ortega ya que Zaragoza murió de tifo en medio de grandes diarreas un año antes.
Jesús González Ortega, Héroe de la Reforma en la batalla decisiva de Calpulapan, en lugar de retirarse en plena batalla poblana capituló y abrió las puertas de la capital a los franceses, que entraron a ella el 10 de junio de 1863. Porfirio Díaz y otros grandes generales fueron presos y muchos desterrados a Francia. Porfirio escapó afortunadamente.
“Jamás sabremos de dónde salieron tantos bellacos a recibir a los vencedores franceses. No se había visto nada igual desde la entrada de Iturbide el 27 de septiembre de 1821”. José Fuentes Mares.
Lo mismo digo yo cada vez que gana un candidato a gobernador o a presidente de la República. La tiranía de las mayorías ignorantes.
Les vendo un puerco chaquetero y bellaco.