HISTORIAS: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Elena, Carolina y Karla esperan que las acusaciones de presunto acoso sexual contra el exdelegado de San Ildefonso Tultepec, municipio de Amealco, lleguen hasta las últimas consecuencias. Una de ellas presentó una denuncia ante la Fiscalía y acudió a la Defensoría Estatal de Derechos Humanos; las otras dos señalan que el acoso de Ángel «N» ha sido recurrente desde que éste aún no era delegado, pero que se acrecentó cuando llegó al puesto.
Las tres cuentan su experiencia con un nombre falso. Le tienen miedo al exdelegado, a su familia y a sus seguidores. “Hay más mujeres, ayer mismo (1 de octubre), en una manifestación contra el acoso sexual (afuera de la delegación), una jovencita le dijo que desde que era chiquita él le decía cosas”, narran. Son indígenas y creen que el ahora exdelegado, vecino de la zona, se aprovecha de la situación de algunas mujeres y confía en que no denunciarán: no tienen dinero para iniciar procesos legales, son casadas, divorciadas o madres solteras.
Tampoco tienen más pruebas que sus dichos y algunos testigos: familiares, conocidos, compañeros de trabajo, aunque muchos sólo dan su respaldo en el anonimato y otros le piden ya no seguir con las denuncias porque “todos en el pueblo van a hablar de ellas, van a decir cosas muy feas”.
“Yo soy divorciada y estudié hasta segundo de primaria, otra es madre soltera, otra casada, no tenemos los recursos para contratar a un abogado, a veces aquí preferimos dejar las cosas así, porque para una demanda requiero dinero, pero ya que una habló, yo misma estoy dispuesta a contar lo que me pasó a mí”, afirma Carolina.
LA JOVEN DE LA BECA FEDERAL
Elena conocía al exdelegado desde hace mucho tiempo y trabaja, desde hace dos años, en la delegación. Él era su vecino y la invitó a trabajar antes de volverse delegado. “Él incluso me invitaba a salir, yo era una adolescente, no veía nada de malo que me invitara, cuando me dijo que se iba a lanzar para delegado le di mi apoyo y lo acompañé en su campaña. En sus reuniones, él siempre bromeaba que iba a ser mi novio, pero como me lleva 9 años no le hacía caso”.
Elena quería regresar a trabajar a la delegación porque estuvo ahí en una administración pasada y cuando regresó, el ahora exdelegado le ofreció inscribirla para recibir una beca de un programa federal para jóvenes. Ella aceptó cuando vio que anotó a otra trabajadora de la delegación.
A partir de ahí, todo se volvió más difícil. Asegura que todo el tiempo “la piropeaba”. “Me decía: estás muy bonita, me gustas mucho, mi corazón le pertenece a un persona y esa eres tú. Yo estoy casada, le decía que cuando mucho podíamos ser amigos, él decía que él me divorciaba gratis, para que me casara con él”, recuerda.
Muchas veces cerraba la puerta de la oficina cuando Elena entraba y un día sintió mucho miedo. “Le conté a otras personas, me dijeron que si no hacía algo quizás él sí podía abusar de mí, quizás hasta llegar a matarme, por eso denuncié, porque ya no podía más”, explica.
A finales de febrero presentó una denuncia ante la Fiscalía y fue muy clara al señalar que no tenía pruebas. Una semana después fue a las oficinas de la Defensoría Estatal de Derechos Humanos en San Juan del Río y hace una semana enviaron un documento a la presidencia municipal de Amealco para recomendar que removieran del cargo al delegado.
En la Fiscalía le pidieron llevar a sus testigos el 18 de mayo. Pedían que se presentara el papá y la mamá de Elena, también su esposo, pero ellos se negaron a ir, porque “dicen que como fue un asunto en lo laboral pues que ellos no saben nada. Dicen que confían en mí, pero mi esposo me decía que después iba a andar yo en boca de todo mundo y no se presentaron, así que no sé si mi carpeta se archivó porque no tengo pruebas”.
El 26 de agosto se citó a los testigos del exdelegado, pero antes de eso, él mismo le pidió a Elena retirar la demanda. Hace una semana la invitó a comer, un domingo, para arreglar las cosas, le dijo que incluso podía llevar a su marido. Ante la negativa, el exdelegado la acusó públicamente de denunciarlo de manera falsa porque la dio de baja en la beca federal cuando se enteró de que ella cobraba un doble sueldo.
“Sí lo hizo, me dio de baja cuando lo denuncié, cuando no le hice caso, pero esto no tiene que ver con la beca que él me ofreció, él me inscribió. Después de que me señaló de manera pública, cuando llegué a mi trabajo no pude entrar a la oficina y su gente empezó a gritarme, una señora me preguntó si era verdad y si tenía pruebas, me pidieron desmentirme, mi mamá me acompañó al trabajo y la gente decía que no voltearan a verme, porque después iba a decir que me violaron, que yo siempre atiendo a las personas con cara de mierda. Otra muchacha dijo que mi papá era igual, que por qué en ese caso no decía nada”, cuenta entre lágrimas.
Elena estudió hasta la preparatoria y la primera vez que pidió ayuda y reportó al exdelegado “me respondió un hombre, me dijo que era una mentirosa, porque yo no decía que era casada, que todos pensaban que era soltera” y nadie la tomó en serio. El jueves vio las manifestaciones en la delegación y se sorprendió con una jovencita de 16 años que dijo que también fue víctima de Ángel, “no porque le haya hecho algo, sino porque la ve morbosamente, le decía cosas”.
“AL RATO, LAS MUERTAS PODEMOS SER NOSOTRAS”
Carolina es divorciada. Estudió hasta segundo de primaria, sólo hasta que aprendió español, “porque yo hablo otomí. Mi mamá no sabe leer ni escribir y sólo habla otomí, mi papá si aprendió a leer y hablar español”. Ella conoció al exdelegado como un vecino, pero el acoso lo vivió cuando tuvo que ir a hacer trámites a la delegación por el deslinde un terreno.
“Fueron varias vueltas a su oficina, hubo una semana en la que tuve que ir a diario. Me traía vuelta y vuelta con el documento. Un día bajé con mi mamá a la delegación, a un tramite de mi mamá, llevaba minifalda y estaba recargada en una de las columnas de la delegación, me llamaron y mi mamá me dijo que el exdelegado me veía de pies a cabeza, me dijo: no me gustó cómo te estaba mirando, casi casi te encuera con la mirada”.
Carolina fue a la oficina del exdelegado cada día que la citó, en espera del documento que necesitaba. Pero no le gustaban sus comentarios. “Me decía: tú me gustas, ¿no te quieres casar conmigo? Yo le decía que no, que sólo me diera el documento. Él decía: tú ya estás sola y no estamos en edad de tratarnos, tú eres mayor que yo y me quiero casar contigo. Yo le decía que no estaba buscando padrastro para mi hijo ni a quién me ayudara con los gastos”.
Los siguientes días los comentarios eran: me gusta tu falda, me gusta tu short, hasta que el último día de la semana, afirma Carolina, cerró la puerta de la oficina, “me jaloneó y me sentó en sus piernas. Me paré enseguida y le grité. Como me enojé, sacó la hoja que me tenía que dar”. Ahí no terminó el acoso. Con la excusa del deslinde, Ángel «N» le pidió su número de teléfono y una noche le avisó que estaba cerca de su casa. Eso se repitió durante todo un año.
“Sí me intimidó. Él era el delegado, yo venía de una relación no muy buena y yo pensaba: si yo digo algo me van a acusar, todavía hoy estoy indecisa por lo que llegue a pasar, pero también pienso que si Elena se animó, pues como mujeres hay que respaldarnos si a mí me pasó lo mismo, ¿para qué quedarme callada si al rato podemos aparecer muertas?”, dice Elena.
Insiste que ella no estudió pero ahora sabe que el miedo que el exdelegado le hizo sentir no está bien, ni es normal. Una de sus hermanas también sufrió el acoso. Karla es madre soltera y cuando acudió a un trámite a la delegación, Ángel volvió a acosarla, como cuando ella era más joven.
A ella también “la piropeaba” cuando iba a la tienda de la familia de Ángel. La miraba de manera muy rara, le decía que era muy guapa, muy bonita y cuando salía del trabajo y se iba caminando a su casa, él le decía muchas cosas. Cuando la volvió a ver, ahora con un hijo, le decía abiertamente que saliera con él, que ya con un hijo “no se diera a desear”.
“Ahora nos acusa a todas de iniciar una guerra sucia, pero no es así, con Elena no hay ningún parentesco, ni vínculo, sé su nombre porque aquí todos nos conocemos, de la chica que lo denunció en la manifestación tampoco tenemos un vínculo, no sabemos lo que ha pasado, no es como que tengamos algo armado contra este señor, él dice que es una guerra sucia del municipio, pero el municipio no tiene nada que ver con sus cochinadas”, señala.
Las tres mujeres, por separado, dicen tener miedo de lo que pueda pasar. Elena incluso quiere iniciar un proceso para responsabilizar al exdelegado de cualquier cosa que le pase a ella o a su familia. Carolina y Karla piden no quedarse calladas, porque “si no hablamos, al rato las muertas podemos ser nosotras, este señor pensaba que nadie se iba a atrever, porque sabe que somos de familias que no se saben defender, que no tenemos los recursos para contratar a un abogado, que a veces preferimos dejar las cosas así, pero hay que dar un testimonio, nos tenemos que defender, pero sí nos da miedo”.