Autoría de 11:56 am Memorias Peregrinas - Andrés Garrido

El Querétaro Intervenido (y VI) – Andrés Garrido del Toral

MIGUEL LÓPEZ, EL NEFASTO COMPADRE DE MAXIMILIANO

José Fuentes Mares fue un extraordinario historiador nacido en Chihuahua, de donde fue Rector de su Máxima Casa de Estudios. Como su modo de escribir era desparpajado y no seguía el guión de la historia oficialista, fue molestado no pocas veces por presidentes de la República, especialmente por don Adolfo Ruiz Cortines quien lo llamaba “conservador”, “panista”, “reaccionario” etcétera, pero la verdad es que a pesar de escribir Fuentes Mares en la muy conservadora Editorial Jus nunca perdió la objetividad en sus comentarios y menos cuando eran productos de miles y miles de horas de investigación en documentos originales dela Historia de México refundidos en bibliotecas de Estados Unidos. Para mí fue más grande su obra que la muy comercial de Catón, el Cronista de Saltillo y de Coahuila.

Siendo así, Fuentes Mares consideró que la ciudad de Querétaro fue entregada por Miguel López a los republicanos traicionando a su compadre Maximiliano. Yo no estoy de acuerdo en ello pero dejemos que se explaye el extraordinario historiador: “Era juicioso pasar por alto entonces el nombre del traidor, pues la conducta de Miguel López no manchaba al general Mariano Escobedo, menos a Juárez.

Comprar una plaza en tiempos de guerra, en vez de ganarla a viva fuerza, no es decente o indecente, como tampoco es decente o indecente comprar un piano o una gallina, más es inicuo haber terminado de ese modo con la defensa de Querétaro porque sus defensores tenían ganado el derecho a no ser vencidos o comprados como ganado. Casi todos ellos mantuvieron la fe ilesa hasta el fin, como Juárez y sus seguidores la conservaron entre las primitivas casuchas del Paso del Norte.“

Años más tarde, la historia burocrática llamó héroes a los unos y traidores a los otros, más la gloriosa defensa de Querétaro, contra efectivos tres y cuatro veces mayores en soldados, queda por encima de la impostura y el celo de los vencedores. Entre esos días de Querétaro, y los de Juárez en su peregrinar por los desiertos del Norte mexicano, se escribieron algunas de las más bellas páginas de la Historia como hazaña del hombre.

El Desenlace estaba escrito, y escrito por Juárez mismo en San Luis: los vencidos tenían que pagar «la enormidad de sus crímenes», de modo que el 13 de junio, al reunirse el tribunal para enjuiciar a Maximiliano, Miramón y Mejía, se corría un simple formulismo legal para llevarlos al Cerro de las Campanas, donde un pelotón republicano acabó con la vida de los tres.

“Murieron bellamente, como se dice que han de morir los héroes”, escribió José Fuentes Mares. Antes y después muchos mexicanos han muerto como héroes; sobre todo en comparación con los pocos que han vivido como héroes y sabido morir como ciudadanos modestísimos. No podemos pedir peras al olmo si vivimos en el país del arraigado culto a la muerte: lejos estamos de sustituir ese culto tenebroso por el culto de la vida, para dejar a la muerte en lo que es, vulgaridad billones de veces repetida, y al fin de cuentas nada más que irremediable tontería. La fiesta mexicana de muertos se la debemos a fray Sebastián de Aparicio desde finales del siglo XVI como ya lo hemos comentado en Queretalia.

El 15 de julio, después de una ausencia de cuatro años y cuarenta y cinco días, llegó a la capital con arcos de triunfo don Benito Juárez, consumada la increíble victoria. Terminaban las guerras de Reforma, Intervención e Imperio.

Nos vuelve a decir Fuentes Mares: “Hermoso decenio iluminado por la esperanza. El que principiaba, reclamaba una nueva versión del hombre, ducho en el arte del gobierno constitucional, y Juárez no era para eso. El tenaz defensor de la Constitución gobernó siempre en ejercicio de las llamadas «facultades extraordinarias», y no por gusto sino porque las condiciones del país lo exigieron. Sólo que las «facultades extraordinarias» crean el hábito de gobernar con ellas, y don Benito no podía ser excepción de esa regla”.

El mismo autor opina que qué bueno que la muerte en 1872 salvó a don Benito de hacerse odioso para los mexicanos, cosa que no sucedió con Porfirio Díaz al que la salud le alcanzó para gobernar de 1876-1880 y 1884-1910.

EPÍLOGO

Los europeos del siglo XIX, conservadores, consideraban como una aberración la democracia; a la República como origen perenne de trastornos y anarquías; el respeto a la libertad individual como un absurdo; la libertad de consciencia como un sacrilegio; el sufragio universal como una locura y a la igualdad civil como una utopía.

Cuando ponderaban las ventajas de la monarquía decían que era necesaria para conservar el espíritu de autoridad con el propósito de sostener el orden y mejorar las costumbres.

Estos conservadores europeos exageraban los inconvenientes de la democracia y que con ella no es posible la verdadera libertad y tiende a rebajar a un mismo nivel todas las actitudes, todas las inteligencias y todos los méritos.

Francia invadió México porque aseguraba su empeorador Napoleón III que México no había ganado nada desde que se declararon independientes de España: no se conocía el derecho a la propiedad y el respeto a las personas; la ley es letra muerta, imperaba la voluntad del más fuerte; no había principio de autoridad; no hay administración pública; no había orden posible ni gobierno permanente; los ambiciosos conspiraban y se sublevaban y no siempre ganaban los más inteligentes o patriotas sino los más audaces y vengativos; se despoblaban las ciudades; los campos se quedaban yermos; decadencia; miseria.

Europa conservadora y los conservadores mexicanos consideraban que nos habíamos constituido legalmente con instituciones ajenas para las cuales no estábamos preparados.

México incurrió en moratoria de pagos porque debía pagar créditos enormes y un tanto exagerados, sublevándose a especuladores sin entrañas.

El fracaso de la empresa Bonapartista en México se explica por el desconocimiento que tenían sus patrocinadores sobre México, además del paraíso que falsamente les pintaron los conservadores mexicanos en Europa.

La expedición francesa esperaba que su marcha desde Veracruz hasta México sería un paseo triunfal donde no habría resistencia en ninguna parte y que les acompañarían en su camino las flores y las aclamaciones de los habitantes, pero tales esperanzas quedaron frustradas.

Desde Orizaba a Puebla los franceses no pudieron avanzar un paso sin sostener a cada instante una escaramuza con las guerrillas mexicanas. Tres meses estuvo el general Lorencez y al fin tuvo que retirarse a Orizaba para esperar su relevo y los refuerzos franceses.

Aún después de tomada la capital en 1863 y que Juárez la abandonó para evitar el derramamiento de sangre y los horrores de un sitio; aún después de establecido formalmente el imperio, los franceses no fueron dueños sino del terreno que pisaban. El ejército francés no logró dominar por completo más que el Valle de México; el poder imperial siempre se extendió a una parte muy reducida del territorio y su autoridad sólo era fuerte y respetada en algunas ciudades populosas.

El imperio no lo fue sino en el nombre. La República no fue vencida realmente. El poder, la fuerza, la popularidad y el prestigio no le faltaron jamás a Juárez. Lo que no tenía éste era de fuerza material, parque, y tropas organizadas de manera regular.

Juárez tuvo que luchar con la traición de unos y con la tibieza de otros. Llenó de fe el alma de los incrédulos, animó a los que desfallecían y levantó a los que se desmayaron.

Desde Paso del Norte o desde San Luis Potosí, Juárez ejerció sobre el territorio mexicano más influencia que Maximiliano, Forey y Bazaine desde México capital. Sus órdenes, transmitidas por emisarios activos, eran obedecidas en todas partes. En la misma capital tuvo siempre inteligencias, amigos leales y partidarios ardientes que nunca desesperaron del triunfo de su causa.

El clima, las poblaciones, la actitud de la República Americana, todo les fue hostil a los franceses, costándoles su soberbia setecientos millones de francos y la vida de 20 mil soldados.

Lo más doloroso para Francia fue verse obligada por Estados Unidos a retirar su ejército expedicionario cuando más necesitaba de su apoyo Maximiliano, el cual se quedó reducido únicamente a los apoyos del partido clerical que también le dio la espalda expulsándolo a Querétaro.

La monarquía como hecho primitivo y espontáneo, necesita, como institución existente en sociedades políticamente avanzadas, apoyarse en la tradición; sin ésta, sin los elementos y fuerzas sociales que la constituyen, será siempre una creación ficticia, débil y transitoria.

La República Mexicana federalista respondió fieramente al reto de la orgullosa Europa, arrojando a sus pies el ensangrentado cadáver de Maximiliano.

Juárez, en una carroza austera, jugando su carta con el Destino Manifiesto, casi solitario pero inquebrantable, demostró al mundo que nunca con tan poco se conquistó tanto. Les vendo un puerco bonapartista.

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Last modified: 24 septiembre, 2021
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