Autoría de 5:14 pm Rocío Benítez - Zona de la Visión Perpetua

Cómo celebrar un premio, según Ibargüengoitia – Rocío Benítez

FOTO: CÉSAR GÓMEZ REYNA

No acostumbro contestar llamadas de números desconocidos, más si son números de otra ciudad o números privados en los que es imposible ver los dígitos. Cuando llaman y es un número desconocido, dejo que terminen de sonar, luego entro a internet e ingreso el número en el buscador para localizar su origen. Me he encontrado con no gratas sorpresas y de inmediato esos números pasan a la lista de: No contestar. El 18 y 19 de octubre marcaron de números desconocidos. No contesté. De pronto llegó una idea, y si llaman de… Sabía que en la última semana de octubre darían los resultados. Entré a buscar la Lada de Nuevo León.

El 21 de octubre, a las 17:50, sonó mi celular y vi en la pantalla dos números iniciales que identifiqué al momento… Contesté.

Preguntaron por mí, refiriendo mi nombre completo. Hace mucho que nadie me llama así: Rocío González Benítez.

Después dijeron: ¿Participaste en el Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal?

Sí, contesté. Aún no me habían dicho que había ganado y mi mente, corazón y boca, hilaron de inmediato un: “gracias por llamar”. La emoción de la noticia, los nervios y el pensamiento de: ¿no se habrán equivocado? Se agolparon.

Celso Garza, secretario de Extensión y Cultura de la Universidad Autónoma de Nuevo León, me notificó que mi libro “Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas”, resultó ganador de la primera edición del Premio Iberoamericano de Poesía «Minerva Margarita Villarreal». Un concurso literario creado para honrar la memoria y legado de la autora de obras como «Las maneras del agua», «Herida luminosa» y «Pérdida», entre otros títulos.

Me pidieron mantener el “secreto”, hasta que hicieran oficial la noticia las instituciones convocantes: Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), a través de su Secretaría de Extensión y Cultura, la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL; el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura por medio de la Coordinación Nacional de Literatura.

Pero me tomé la libertad de compartirla con mis más cercanos, a quienes les advertí que era un “secreto”. Y no podían decirle a nadie.  Pero esos cercanos se tomaron la misma libertad de compartir la noticia. Y ellos, quizá, a otros. En definitiva, no sabemos guardar secretos.

Por varias noches perdí el sueño. ¿Será verdad?, me preguntaba. He esperado una llamada así, desde hace muchos años. Ahora entiendo que todo llega en el momento indicado. No antes, no después. Cuando finalmente se hizo oficial la noticia, acabaron las dudas. Luego comenzaron a caer mensajes (algunos que aún no termino de contestar) y llamadas de felicitación de amigos, compañeros de trabajo, escritores y maestros a los que tanto admiro. Por todo ello, me siento agradecida y muy bendecida.

Un mensaje que conmovió, fue el que escribió Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM): “Donde quiera que ande, mi gordo, Luis Alberto Arellano, debe estar aplaudiendo lleno de orgullo”. Luis Alberto era y siempre lo voy a considerar mi maestro. Me alentó a escribir. Creía en mí, más que yo misma. Mi libro “Muina” se publicó en gran medida porque recibí una llamada de él, en la que me dijo que ya era hora. Que iba a quedarme como la gran inédita de mi generación. A ti maestro, toda mi gratitud, por los consejos, por el aprendizaje, también por los regaños.

También agradezco a la maestra Lorena Alcalá, Alejandra Segovia, y José Antonio Gurrea, director de EnLaLupa.com , su apoyo, su aliento y aprecio, siempre.

Quiero cerrar esta columna, recordando un texto que años atrás encontré en la red y que se lo adjudican a Jorge Ibargüengoitia. En su momento me reí mucho. Ahora me parece totalmente encantador.

«Aconsejan los expertos que cuando le avisan a uno que acaba de ganar un premio literario debe conservar la serenidad y contestar: ‘¡Qué cabeza la mía! Ya hasta se me había olvidado que había entrado en ese concurso’.

Si no alcanzó un premio en efectivo, nomás mención honorífica, conviene decir: ‘Para serte franco, yo no quería entrar en el concurso, pero unos amigos míos se empeñaron en mandar mi novela’.

Si no alcanzó uno ni mención lo mejor es comentar: ‘¿Para qué quiero yo 50 mil pesos’ -o ciento veinticinco mil, según el caso’.

Yo nunca he podido seguir estos consejos. Cuando me avisan que gané un premio del tamaño del que acabo de ganar (*) doy brincos de gusto, cuando estoy a solas bailo una danza parecida a la de las espadas que bailan los escoceses y cuando me encuentro con mi mujer en el pasillo de la casa, nos abrazamos y gritamos a coro: ‘¡somos ricos!’.»: Jorge Ibargüengoitia.

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Last modified: 26 septiembre, 2021
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