ENTREVISTA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
El sistema económico, sus exclusiones y las ruinas urbanas que quedan después de su supuesto éxito forman parte central de la obra La herida del territorio”, de Imanol Martínez González, ganadora del Premio Nacional “Manuel Herrera” de Dramaturgia 2020.
Es la segunda ocasión en que el escritor queretano gana este premio, tras obtenerlo en la primera edición en 2016 y el jurado consideró que se trataba de una obra “con una sólida tesis temática, una estructura bien construida e interesante, que remite al absurdo del conflicto económico actual”.
Escrita a partir de su participación en el Programa de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fonca), la obra mezcla dos protestas en Francia con dos décadas de diferencia, la primera en 1998 cuando el sindicalista agrícola José Bové luchó en Millau contra la instalación de un McDonalds; la segunda en 2018, cuando un grupo de trabajadores exigió en el barrio francés Saint Barthelemy que no cerraran un McDonalds.
“Lo defendían por no tener otras expectativas laborales, otros lugares de encuentro, no había espacios públicos en estas localidades y eso me parecía un mensaje de cómo funciona el mundo: podemos no tener oportunidades ni espacios para los jóvenes, pero sí un McDonalds”, señaló.
La pandemia por el Covid-19 le sirvió a Martínez González como un espacio suficiente para concretar la escritura de la obra, a partir de preguntarse la manera en la que el sistema económico genera dependencias hacia cosas que ni siquiera queríamos y provoca temas laterales, “cambios en el paisaje, cambios en los territorios, ruinas urbanas”.
¿CÓMO SURGE LA HERIDA DEL TERRITORIO?
Es una obra que escribí durante estos meses de confinamiento, la empecé a escribir en enero, pero realmente los primeros meses fueron de diseño, investigación y planeación del texto. Es producto den encierro, una obra que escribí dentro del programa de jóvenes creadores del Fonca que tuve este año y conjuga algunos intereses en cuestión de la dramaturgia. Antes de ella había escrito un cierto estilo de dramaturgia menos convencional, más experimental, que apelaba mucho a la narración, a la ruptura de estructuras. Esta obra es todo lo contrario, me la plantee como una obra ambiciosa, uso el termino sin pedantería, sino en la extensión y complejidad de personajes.
La obra se inspira en un par de sucesos reales que hago convivir en una sola comunidad, en 2018 leí una nota sobre unas protestas que sucedían en Saint Barthelemy , un barrio francés periférico que después quedarían bien evidenciados con los chalecos amarillos y era una comunidad que protestaba porque se iba a cerrar el McDonalds. ¿Por qué alguien defendería una empresa trasnacional? La defendían por no tener otras expectativas laborales, otros lugares de encuentro, no había espacios públicos en estas localidades y eso me parecía un mensaje de cómo funciona el mundo; podemos no tener oportunidades ni espacios para los jóvenes, pero sí un McDonalds.
A eso se suman las protestas de José Bové en 1998, también en Francia, en Millau, por defender la tradición culinaria, por ir contra el símbolo del capitalismo que era McDonald s y hago convivir los dos episodios como si fuesen parte de la comunidad, una obra en dos actos, una en el verano de 1998 y los del verano de 2018 en verano, pero están invertidos, en la obra el primero es 2018 y el segundo en 1998 pero me importaba que problematizara la estructura, primero que nos presentara las consecuencias y también las causas, para entender cómo un sistema económico nos hace depender de algo que de origen ni siquiera queríamos y al mismo tiempo otros temas laterales, cómo hay cambios en el paisaje, cómo hay cambios en los territorios, quiénes quedan excluidos cómo emergen ruinas urbanas, ayer salía por la calle aquí en Querétaro y el McDonalds de Constituyentes son ruinas, el Blockbuster son ruinas, quedan como recordatorio de algo.
¿UN RECORDATORIO DE QUÉ?
De que nos contamos un cuento de que el progreso es una cosa y que el progreso es momentáneo nada más.
ESOS CAMBIOS EN EL PAISAJE NO SON SÓLO URBANOS, ¿MODIFICAN LA CONVIVENCIA EN LAS CIUDADES?
Hay una idea que me gusta mucho de un guionista de series de televisión, que es David Simon, el creador de The Wire, que dice que occidente se funde en la promesa de que si uno se esfuerza demasiado va a tener un lugar en el mundo, que es lo que subyace a las discusiones de movilidad social, del “échaleganismo” y él decía que eso es una mentira, que realmente es la primera parte de la historia que nos cuentan para que hagamos lo que tenemos que hacer, pero la realidad es que no hay espacio para todos.
Contratar los 20 años me servía para hacer eso, cómo los personajes en el 98 se suman a una narrativa de progreso, de inversión, de hacerse en un sitio, de invertir en un carro, en una casa que en 2018 es impagable, que ya no sirve de nada, que ha quedado desplazada, pensada en términos territoriales, no tengo formación de arquitectura, de urbanismo, mi pareja sí, pero me interesa mucho pensar el desplazamiento, que alguien puede pagar durante toda su vida una casa que luego va a ser destruida creativamente, que va a quedar en el abandono para que luego haya una nueva inversión ahí en estos procesos de gentrificación.
ESOS PROCESOS DE GENTRIFICACIÓN YA HAN TENIDO OPOSICIÓN EN QUERÉTARO.
Evidentemente hay cambios en el paisaje, en Hércules, La Obra Banda, pero es aún más riesgoso aquellos que son de un capital extranjero verdadero, Barrio de Santiago y otros que no sabemos quiénes son los especuladores inmobiliarios que están detrás y en la obra es lo que intento retratar. Hay algunos diálogos que recrean a uno de los protestantes de 2018, que en un arrebato de enfado manda llamar al señor McDonalds y da cuenta de eso, no sabemos contra quién pelearnos, McDonalds es la cara visible, los especuladores no son los que están ahí.
Aunque el Premio Nacional “Manuel Herrera” de Dramaturgia 2020 contempla la publicación y lectura dramatizada, Imanol Martínez todavía no sabe qué sucederá en los próximos meses para su difusión.