REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
El básquet ya no se juega en las duelas, sino frente a una pantalla de computadora y a distancia. Dan las 5 de la tarde y Dalia, igual que otros 20 niños más, se conecta para jugar “en equipo” y conservar el ánimo en espera de volverse a ver. Extraña la cancha, las canastas y los ánimos de los compañeros, incluso los nervios de competir en un torneo.
Forma parte del equipo Hoopers. El nombre es nuevo, pero el grupo tiene 16 años y ella apenas se integró a mediados de 2019. Eso fue suficiente para enamorarse del básquetbol que practicaba a diario en las distintas canchas que usa la misma academia, porque “el básquet es el mejor deporte de todos”.
Para Dalia el entrenamiento es imperdible y también se suma a veces a las actividades del fin de semana, añora los torneos y quiere que todo vuelva a la normalidad. Lo mismo esperan las 120 niñas y niños que acudían cada tarde a distintas canchas de la academia y sólo piden que les digan que ya pueden regresar.
EL NACIMIENTO DE LOS HOOPERS
Hace 16 años Jaffet Dorantes estaba cerca del equipo profesional Cometas a través de su agencia de mercadotecnia deportiva. “Le propusimos al dueño hacer academias de niños, para tener fans para el equipo y él dijo, si las quieres hacer, hazlas. No sonó mal la idea y empezamos con el nombre de Cometas, pero al siguiente año, Cometas ya no existía y teníamos 30 niños en la academia”, recuerda.
Siguieron con el nombre de Libertadores hasta llegar a reunir a 80 niñas y niños, así que se afiliaron al equipo profesional, hasta que las academias recurrieron al nombre de Hoopers, porque se trataba de un grupo infantil que acudía al basquetbol para divertirse.
El nombre resultó más atractivo durante la pandemia y ahora que tienen actividades en línea hay personas de otros estados que quieren que las academias se extiendan a la Ciudad de México y Guanajuato, porque quieren abrir sus propios espacios deportivos.
Lo que caracteriza a los grupos es la promoción de la identidad como familia, la lealtad al equipo y la capacitación para los entrenadores, porque al principio Jaffet se hacía cargo de los niños de 6 a 12 años y luego se hizo necesario crecer hasta los 7 entrenadores que se tienen ahora, algunos de ellos incluso eran exjugadores del mismo equipo.
“Traen la misma filosofía, por eso es tan padre. Hay academias que se enfocan más en la cuestión competitiva y nosotros creemos que es totalmente formativo, los niños se vuelven competitivo cuando se sienten parte del equipo y ha funcionado los últimos 12 años cuando siempre llegamos a finales y nos va muy bien, tenemos tolerancia cero a las faltas de respeto, así sea el mejor jugador que tengamos, porque debemos apoyar al eslabón más débil porque ahí es donde nos rompemos”, agrega el entrenador.
Una de las grandes reglas es apoyar a los más pequeños, a quienes no saben jugar y los entrenadores lo saben, “muchas veces hay papás que lo entienden, el papá del niño molestado lo agradece, pero a veces el papá del niño gandallín pues sí se molesta, pero hay que entender que no pueden molestar, preferimos la disciplina y el respeto antes de querer ganar, eso eventualmente se da, pero ahora tenemos el poder del básquetbol y los niños aman tanto el juego que cambian y lo tomamos como arma para ser mejores personas, les decimos que deben portarse bien, respetar a sus compañeros para poder jugar”.
DE UN DEPORTE INDIVIDUAL A ENTRENAR EN EQUIPO
Dalia hizo deportes individuales durante varios años y le recomendaron probar un deporte en equipo “creo que para socializar más, así me dijeron”, pero cuando llegó al entrenamiento de básquetbol por primera vez se sorprendió que había por lo menos 11 o 15 niños en la cancha, no había nadie sentado ni órdenes estrictas.
Nunca había jugado básquet pero los entrenadores y los compañeros se encargaron de enseñarle. Con 9 años de edad todavía ingresó al equipo mixto, donde juegan niños y niñas por igual, así que no dudó en ir a diario a los entrenamientos, aunque sólo les piden acudir obligatoriamente a dos por semana.
“Me gusta meter canastas y reírme y gritar y competir entre nosotros. Ahora que estamos lejos nos esforzamos más para que noten que estamos mejorando. Ya quiero regresar y platicar con mis amigos, volver a tirar las canastas”, explica Dalia.
A algunos de sus compañeros los ve en la pantalla durante los entrenamientos, a muchos otros nunca los ha visto, pero cree que tal vez ya acuden a las canchas. Ella prefiere esperarse, porque “ya nos dirán cuando sea seguro regresar a entrenar bien”.
En el primer torneo que participó le gustó que todos los integrantes del equipo jugaron. No faltaba ninguno en los partidos, aunque solo fuera un ratito y los papás gritaban muchas porras en los juegos.
“Lo que más me gustó fue que ganamos muchos partidos, nos dieron una medalla y fuimos a muchas escuelas en donde tenían muchos espacios, extraño competir”, admite.
EL RETO DE LA PANDEMIA
Antes de la pandemia, los Hoopers reunían a 120 niñas y niños en todas las canchas en Corregidora, Juriquilla y varios puntos del centro de Querétaro. Cuando inició la pandemia todos se fueron a las clases en línea y empezaron a entrenar con jugadas y actividades planeadas para 2 metros cuadrados.
A partir del regreso en algunas canchas, hoy llegan a tener hasta 40 jugadores de manera presencial en 5 lugares distintos porque no pueden tener contacto entre ellos así que permanecen otros 35 en línea de manera continua y siempre pueden integrarse más porque incluso se llegó a tener hasta 60 niños conectados.
La regla general, insiste Jaffet, es que todos los niños deben jugar aunque sea un rato y eso es muy posible gracias a la nobleza que se promueve en las academias, ya que “siempre se habla de la división de los deportes en dos ramas muy grandes: el individual y el de conjuntos, el básquet al ser en equipo, en conjunto, promueve la integración y hace que los niños quieran al básquet”.
“Es un deporte muy rápido donde todos participan, a diferencia del soccer donde hay muchos jugadores que a veces solo tienen oportunidad de jugar 2 minutos o ni siquiera los meten, en el básquet todos deben participar y eso lo aman, es una regla que tenemos, así sea un niño con pocas habilidades los entrenadores saben que deben jugar todos, aunque sea un cuarto, todos deben jugar, sean buenos o principiantes y eso lo aman”, añadió.
Empezar las clases en línea no fue difícil. Jaffet aprovechó la experiencia y el equipo de mercadotecnia para organizar videos, juegos, animaciones, colocar marcadores, entrenamientos especiales y los “hoppies”, una especie de moneda virtual que se ganan los jugadores y si obtienen un “master hoppie” lo pueden cambiar por gorras o playeras del equipo.
El interés de las niñas y los niños le permite mantener los entrenamientos en línea, mientras que a otras academias aceptan que no les funcionaron los entrenamientos a distancia. Jaffet revisa en la pantalla que quien realice los ejercicios adaptados en espacios muy pequeños sin olvidar que forman parte de un equipo.
“Hacemos retos deportivos y nos enfrentamos en línea contra otros equipos, seguimos unidos y conectados el día de la final tuvimos escuelas de Ciudad Juárez, de Nayarit, de Monterrey, de Querétaro, porque nos llamaron de escuelas para planear qué podíamos hacer para que los entrenadores tuvieran equipos y creemos que esto va a continuar”, añadió.
“EXTRAÑAMOS LAS COMPETENCIAS”
Dalia extraña las competencias, ir a las duelas a lanzar canastas, pero no es la única. En los entrenamientos en línea otros niños y niñas también se dicen deseosos por volver a las clases presenciales pero saben que se tienen que esperar.
“No podemos ir todos a las canchas, pero hacemos todos los ejercicios en la casa, jugamos con el balón, no hay canasta, pero hacemos ‘ochos’ para dominar el balón y brincamos”, expresa.
La nostalgia es generaliza. “Si los mismos papás extrañamos la competencia, ir a ver a nuestros hijos jugar y gritarles, pues ahora que los niños no puedan sentir la adrenalina de competir, porque incluso en las clases presenciales hay que medir la temperatura, usar gel, separarlos en la cancha y van muy poquitos y muchos papás no quieren arriesgar a sus hijos, pero así seguimos. Los niños se extrañan porque se sienten parte de un equipo y el básquet es el mejor deporte. No creo salirme nunca de esto”, dice Jaffet.
Mientras vuelven a verse Dalia se conforma con encender la computadora, prepara su botella con agua y su balón para entregar “en equipo” y a la distancia, porque igual que Jaffet, también está convencida de que “el básquet es el mejor deporte de todos”.