Mucho se discutió en la puerta de embarque del 2020 si se entraba a la profecía del año de los gemelos. El año pasado las crisis mellizas: economía y salud le dieron la razón a Nostradamus.
Fue como viajar de “Avatar” de James Cameron a “El Origen” de Christopher Nolan, darnos cuenta de que estamos dormidos y evaluar el nivel de sueño para poder despertar.
Transitamos un camino que iba de la utopía a la bocanada de aire frío de la realidad, que saca lo profundo del iceberg cuando se encuentra en inminente peligro de daño. Así que gracias Covid-19, el gran sobreviviente de la película.
Desde el otro lado de la escena se encuentra el 2021, que espera con ansias salir a su papel político y mediático. Empieza en medio de humanos y negocios muertos, estrategias de rescate, vacunas en intermitente, semáforos de colores inciertos, cruza también a vivitos coleando buscando “el año del hueso” y el “deshuesadero” y sacando a la vista las buenas y malas decisiones.
Entramos en los 365 días que nos van a heredar la gracia o desgracia de presenciar los cambios de estafeta: legisladores, presidentes municipales y gobernadores.
Tendremos la oportunidad de vivir una vez más la película de cada 3 o 6 años, si proyectamos el futuro desde el pasado sería definitivamente una de Luis Estrada, a lo mejor como El Infierno, La Dictadura Perfecta o la mismísima Ley de Herodes.
Nada me daría más gusto que respirar la igualdad de condiciones en estas elecciones, que el género no sea un tema de premio de consolación por ley sino un encargo por meritocracia. Me encantaría ver candidatos de carne y hueso y no de verborrea con pacientes asintomáticos de tanto escuchar la misma historia.
Que nos sorprenda su forma de hacer campaña y no usen el traje a la medida del electorado para luego quedar en el desván.
Puedo presumir conocer lo mejor y lo peor de los políticos y confío en que el humanismo puede contra el atractivo ego que sabe engañar pero no gobernar.
México necesita más gobernantes de carne y menos mentirosos por el hueso. No nos fallen, ni en las formas ni en el fondo. No simulemos y demostrémosle al año que se fue que la parada fue estratégica, que inmovilizar el cuerpo motorizó el corazón de la política mexicana dejando las vísceras mezquinas atrás.
La solidaridad es la asesina de todos los vicios y el bien común puede matar cualquier siseo de ambiciones personales que lastimen el cuerpo herido de México. Roto de tantas malas decisiones, de dejar instituciones sin dientes, pobres más pobres e iniciar la persecución política y fiscal de quien puede sostener la productividad y generar empleo.
Sorpréndeme 2021 con una película si quieres bélica, pero de honor y gloria a todos los que se quedaron en la batalla o la libran mereciendo su dolor esté en la mesa de decisiones públicas.
Pasamos de la parada, la desaceleración económica y la carrera del bicho contra la fragilidad humana a la expectativa y anhelo de mantener un Querétaro digno y salvar un México en llamas.
Y que comiencen los juegos del hambre.