HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Salvador sale con su camioneta dos días a la semana para reunir a sus alumnos en grupos muy pequeños en espacios abiertos y darles clases, convencido de que a pesar de la pandemia, el tiempo no se detiene y si no aprenden ahora, aunque pasen el año escolar, su futuro está en juego, “como una construcción mal cimentada, tarde o temprano, se va a venir abajo”.
Una fotografía donde se le ve dar clases a unos niños sentados a un costado de la carretera lo puso bajo los reflectores, pues se viralizó en redes sociales. Sin embargo, el profesor, que ya podría jubilarse en mayo, dice que este esfuerzo es poco: hace 38 años caminaba 9 horas cada domingo atravesando el cerro para estar temprano el lunes con sus alumnos en la escuela de El Timbre de Guadalupe en Pinal de Amoles, hasta que alguien se apiadó de él y le prestó un caballo.
Profesor de sexto grado y director de la escuela Miguel Hidalgo en San Pedro Escanela, Pinal de Amoles, Salvador Olvera Marín comparte el gusto por enseñar con su esposa Elvira Córdoba Colín. Ella da clases en el patio de la casa a grupos pequeños de niños de primero y cuarto grado de primaria, mientras él sale en una estaquita con dos pizarrones en las redilas a encontrarse con sus alumnos de sexto.
Usan gel antibacterial, cubrebocas y sólo se ven en espacios abiertos donde pueden guardar la distancia. Para Salvador y Elvira la educación es lo único que puede ayudar a las niñas y a los niños de esa zona que se ubica a tres horas y media del municipio de Querétaro, donde hay carestías, pobreza y muchas personas se van de migrantes a Estados Unidos para buscar algo mejor.
Pero en la escuela, las niñas y los niños sueñan con ser profesionistas, “quieren ser abogadas, maestras, maestros, cada quien tiene su visión y su idea de su futuro” y ni Salvador ni Elvira quieren que el confinamiento por el Covid-19 les arrebate esa posibilidad.
“Dar clases así no es tanto, está uno acostumbrado a hacer el esfuerzo para que los alumnos tengan los mejores aprendizajes, no nos vamos a quedar cruzados de brazo ni ateniéndonos a que los niños nada más estén con el cuadernillo que se les hace llegar para que logren sus aprendizajes, tenemos que hacer el esfuerzo, dar el extra para que los niños aprendan mejor porque el tiempo no se detiene”, asegura Salvador.
MAESTRO NORMALISTA SUPERIOR
Salvador es originario de San Pedro Escanela, una comunidad que se ubica a unos 45 minutos de Pinal de Amoles. Hace 38 años empezó a dar clases después de terminar su formación profesional. “Ya casi me va a tocar jubilarme, pero andamos dando los últimos esfuerzos, todavía con mucho ánimo. Me podría jubilar en mayo, pero si Dios nos presta vida quiero llegar a los 40 años de servicio”.
Su primera escuela fue El Timbre de Guadalupe, de ahí lo mandaron a La Barranca, cerca de la cabecera municipal de Pinal de Amoles y luego a San Pedro Viejo, “cerca de San Pedro Escanela, ahí hacía una hora caminando, pero ahora ya hay carretera y transporte” y luego lo mandaron a la comunidad de El Ranchito, “ahí cerquita, también una hora caminando desde San Pedro Escanela”
Ahí se quedó unos 14 años hasta que lo mandaron a la escuela “Miguel Hidalgo” donde es director y profesor de sexto grado desde hace 19 años, “ya casi 20”. Su escuela tiene 114 alumnos y 20 de ellos cursan sexto con él. Se trata de una escuela rural, “hay mucha gente con pobreza, aquí no hay fuentes de trabajo, la gente tiene que salir, muchos emigran a Estados Unidos, los demás trabajan aquí al jornal y hay niños pobres, hay carestías, se batalla”.
Por eso a las niñas y a los niños les gusta ir a la escuela. Ahí van y hablan de lo que quieren ser de grandes, lo que quieren estudiar, así que cuando llegó la pandemia Salvador y Elvira, que ya tienen hijos grandes y profesionistas, se organizaron para no dejar a los niños solos.
El tema, explica Salvador, es que el tiempo no se detiene. “Estos niños, al final de cuentas, van a pasar el ciclo escolar, pero con deficiencias y les van a afectar en el futuro, ahora es cuando hay que estar al pendiente para fortalecerlos porque aquí hay muchas carencias, las familias no tienen recursos, no hay tecnologías, no hay televisión abierta, no hay señal, algunos tienen SKY y una tele, pero hay 4 hijos, muchos papás y mamás trabajan o no les alcanzan los conocimientos para explicarle a sus hijos”.
A SACAR LOS PIZARRONES
Elvira y Salvador se repartieron los pizarrones. Ella se quedó en el patio de la casa donde clase a grupos de dos o tres niños de primero y cuarto grado. Salvador empezó a recorrer las casas de los niños y los veía en los patios, con gel, cubrebocas y sana distancia, pero eso no le funcionó tan bien. El día no le alcanzaba para verlos a todos.
Ahora junta a grupos de dos o tres niños en espacios abiertos, para avanzar más rápido sin ponerlos en riesgo y ellos se ponen muy contentos. “Aquí les interesa, porque donde los cito acuden, ahí les explico, ninguno falta y si por algo falla, al día siguiente los busco y nos apoyamos, porque aquí lo que está en juego es su futuro, es como una construcción, si no está bien cimentada tarde o temprano se va a venir abajo”.
Tanto Elvira como Salvador tratan de minimizar los riesgos para la salud, por eso nunca dan clases en los espacios cerrados, ni reúnen a más de tres estudiantes, pero esperan que los niños con educación tengan más oportunidades.
Salvador tiene varios exalumnos que ya son profesionistas y muchos otros que viven en Estados Unidos y lo buscan a través de las redes sociales para saludarlo, incluso en su cuenta de Facebook tenía exestudiantes que todos los días le mandaban mensajes y se le hacía difícil responderles a todos.
Un día perdió ese perfil y creó una nueva cuenta, ahora con el nombre Sócrates Marín. Tomó el nombre de Sócrates de la película El Profe, de Mario Moreno Cantinflas, “porque me identifico con él” y cuando los exestudiantes se enteraron lo agregaron a sus amistades, sobre todo ahora “que me tomaron la foto dando clases en la camioneta; muchos decían que lloraban de emoción que fui su maestro, a mí me da satisfacción, porque aquí no hay pago económico extra, lo que hay es ese reconocimiento”.
Cuando ve las condiciones de sus estudiantes y lo compara con quienes tienen computadora, internet y mejores oportunidades, Salvador no puede sino pedirles que aprovechen todo eso, “porque si lo derrochan, si pierden el tiempo o piensan que aprender algo no les va a hacer falta, el tiempo les va a cobrar factura, no podemos dejar nada a la desidia, se deben dedicar a estudiar, a hacer el mejor esfuerzo y prepararse para un mejor futuro”.
LA ENSEÑANZA ES MI VOCACIÓN
Salvador se define como una persona de retos y, por eso, sus alumnos siempre sobresalieron y sobresalen en los concursos estatales. Incluso “el ciclo escolar antepasado, una niña de aquí de la escuela concursó en la olimpiada del conocimiento, obtuvo el primer lugar en la región y fue a la ciudad de México con el Presidente de la República”.
También hubo algunos años que sus alumnos de la escuela “Miguel Hidalgo” ganaron de manera consecutiva en el concurso Niñas y niños en el gobierno y “hubo 3 años seguidos en los que el niño de aquí era el presidente”.
Aclara que no es presunción, pero “antes el concurso del himno se hacía de manera obligatoria y cuando estuve en ranchitos mis alumnos siempre competían y obtenían el primer lugar en la región, el primer lugar en Querétaro y ahora acá en la escuela hemos ganado los concursos, siempre hemos tratado de ganar, nunca nos ha gustado dejarnos, los retos son para medir si en realidad estoy haciendo bien mi trabajo”.
La pareja de profesores continuará con las clases a grupos pequeños, hasta que termine la pandemia o hasta que puedan. “La enseñanza es mi vocación, de ahí comemos, de ahí vivimos, no me pagan más, pero me da la satisfacción de sentirme que estoy haciendo algo por la niñez”.