Eran las 12:30 de la tarde. Sentada en la banca de un jardín del centro de Querétaro, escribía los avances de mis notas del día, para mandar a mi editor, cuando un hombre se sentó en el otro extremo de la banca y me dijo: ¡Entonces, te gusta escribir!
Ignoré el comentario. Luego dijo: Si quieres yo te puedo contar todas mis historias, te las regalo, te podrían servir para un libro.
Yo no acepté la propuesta, pero hasta ahora me intriga saber qué contaban sus historias.
Y lo recuerdo en este instante porque una persona me ha dicho: ¡Quiero escribir! Pero no sé de qué ni cómo.
¿De qué escribir? Es la pregunta que brilla ante la página en blanco. Sólo hace falta una idea, no hay buenas o malas ideas, la pericia del escritor llevará esa idea a generar algo que se pueda llamar cuento, novela o poesía. Y todo lo que se vive, lo que se oye, lo que se sueña, sirve para escribir.
Es común, hasta romántico, escuchar a los escritores hablar sobre el origen de sus historias. Muchos retoman anécdotas de familia, noticias del periódico, algún momento que vivieron en alguna fiesta.
Una de mis películas favoritas es Hable con ella, de Pedro Almodóvar. Ya lo he comentado en otras ocasiones. Pues bien, Pedro cuenta que la película inició porque él quería contar la historia de un hombre que llora. ¿Por qué llora? En la película está la respuesta a esa interrogante. El trabajo del escritor (sí, el guionista de cine también es un escritor), es arropar la idea, justificar con un pasado, un presente y un futuro, definir a sus protagonistas, crear la trama. En Hable con ella vemos perfecto al hombre que llora, aunque esa idea no sostiene la película, pero sí es su origen.
Guillermo del Toro platica que de niño veía monstruos, pero en sus películas, como El laberinto del fauno, no vemos esa historia del niño Guillermito asombrado por ver un ser extraño, retoma ideas para crear algo nuevo.
El productor final (novela, cuento, película) no siempre representa la idea original, es el punto de partida, es el detonante, la chispa que enciende la inventiva de quien escribe. O lo que anima al escritor a enfrentarse a esa terrible hoja en blanco, hasta acabar con ella. ¡Muere hoja en blanco, muere!
Todos tenemos algo que contar. Y lo hacemos. Llamamos a nuestros padres o amigos para decirles: ¿Qué crees? Me pasó tal cosa. Pero no todos se ponen a escribir lo sucedido para comunicarlo. Aunque ahora con las redes sociales se hace más común, pero se queda en la anécdota, no hay intención de hacer literatura, sino expresarse como un acto catártico.
Soy de la idea de que cualquier persona puede escribir. Y en mi camino como periodista he visto a muchos lograrlo, me ha tocado guiar no sólo a jóvenes periodistas, sino también a personas de diferentes disciplinas a escribir, desde su experiencia y conocimientos, sin intimidarse en los detalles técnicos del oficio, para comunicar sobre algún tema.
Lo principal entonces es tener una idea, ¿cuál? Usted elija.