Antes de continuar leyendo, cierra los ojos por un momento e imagina una manzana. Ahora, ¿podrías decir de qué color era? ¿Qué tan grande era? ¿Tenía tallo y hojas?
Habrá quienes hayan tenido una imagen visual muy vívida y otros quienes sólo visualizaron una imagen con pocos detalles. Esto se explica porque la capacidad de imaginar es distinta entre las personas. Sin embargo, ¿sabías que hay quienes carecen de esta capacidad de producir imágenes visuales en su mente? A esto se le denomina “afantasía”. Algunas personas nacen con esta condición y otras la adquieren tras una lesión cerebral.
La afantasía se puede medir mediante cuestionarios, pidiendo a las personas que visualicen cosas o eventos y que califiquen qué tan vívida es la imagen. Con ayuda de estas herramientas de autoinforme, desde el siglo XIX se habían descrito personas incapaces de visualizar mentalmente, pero fue hasta el 2015 que la comunidad científica acuñó el término “afantasía” y empezó a investigar sobre ello.
Poco a poco, la afantasía fue conocida por la población general y muchas personas con esta condición se sorprendieron al darse cuenta no sólo de que tenían afantasía, sino que había personas capaces de producir imágenes mentales tan vívidas como la vida real, algo que pensaban que era sólo una metáfora.
Cuando vemos algo, están involucradas distintas partes de nuestro cerebro. Primero se activa la corteza occipital, la cual, a pesar ubicarse en la parte trasera de la cabeza, recibe la información que le envían las retinas de los ojos. Después, la corteza occipital manda información a la corteza temporal, donde se guardan nuestras memorias; y a la corteza parietal, que nos permite ubicar dónde están los objetos en el espacio. Ambas áreas cerebrales se comunican con la corteza frontal que, como su nombre dice, es la parte del cerebro que está más al frente. Con esta información, la corteza frontal toma decisiones sobre qué hacer a partir de lo que vimos. Así funciona nuestra percepción visual de todos los días.
Cuando imaginamos algo, esta secuencia de información se invierte. La región frontal, encargada de la toma de decisiones, activa memorias en la corteza temporal y estas memorias, a su vez, activan a la corteza occipital, lo que nos permite tener imágenes mentales casi como si las estuviéramos viendo. Se ha propuesto que cuando es mayor la influencia de la corteza frontal y menor la superficie de la corteza occipital, las imágenes mentales son más vívidas.
Investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia realizaron un estudio para definir cómo la ausencia de imaginación visual se relaciona con otras capacidades mentales. Para ello, reunieron a 267 participantes con afantasía y les realizaron una evaluación de funciones psicológicas. Por ejemplo, se les pidió responder en una escala de 5 puntos diferentes enunciados que se agruparon en componentes como:
- Memoria episódica o de eventos, por ej. “Cuando recuerdo eventos, puedo recordar personas, cómo lucían o qué vestían”.
- Prospección a futuro, por ej. “Cuando imagino un evento en el futuro, puedo crear vívidas imágenes mentales que son específicas en tiempo y lugar”.
- Memoria semántica o de hechos, por ej. “Puedo aprender y repetir hechos fácilmente, incluso si no recuerdo dónde los aprendí”.
- Memoria espacial, por ej. “En general mi capacidad para navegar es mejor que la mayoría de mi familia/amigos”.
Los investigadores encontraron que los participantes con afantasía reportaron menor capacidad para recordar eventos pasados y generar detalles visuales de estos, así como casi no poder imaginar eventos a futuro. A pesar de estos problemas de memoria episódica (de eventos), los participantes con afantasía no presentaban déficits en la memoria semántica (de hechos), que involucra recordar conceptos, como saber las capitales de los países.
Paradójicamente, éste y otros estudios indican que personas con afantasía no refieren problemas de memoria espacial, es decir, pueden recordar la ubicación de lugares u objetos y también pueden pensar en cómo rotar figuras, a pesar de que no pueden visualizarlas en su mente. Esto último puede deberse a que la corteza parietal, que procesa la información espacial, aún se activa cuando piensan en un lugar u objeto, aunque no se active la corteza occipital, que es la encargada de “ver” el objeto.
En sus testimonios, personas con afantasía comparten que al leer no pueden visualizar escenarios o personajes de libros, y se limitan a disfrutar sólo de la trama, o que no pueden imaginar a seres queridos cuando piensan en ellos. Estas particularidades no limitan su capacidad de desenvolverse exitosamente en actividades diarias o de vivir plenamente, pero sí pone en perspectiva la fortuna de quienes tienen la posibilidad de imaginar.
Aún hay muchas preguntas sin resolver sobre la afantasía. Por ejemplo, no sabemos aún cuáles factores genéticos o sociales están asociados a la capacidad de imaginación visual. Sin embargo, los pocos estudios que se han realizado han mostrado resultados fascinantes que nos ayudan a entender cómo funciona nuestra imaginación.
PARA SABER MÁS…
Puedes revisar el artículo de Dawes y sus colaboradores, publicado este año en Scientific Reports, el artículo de Zeman y sus colaboradores, o esta narración de Blake Ross en Facebook, que nos cuenta como descubrió que vivía con afantasía.