Antes del arribo de los otomíes de la provincia de Xilotepeque a la región queretana, hubo una población indígena de otra nación: los chichimecas. Conforme avanzaba el proceso de colonización española se alteró la composición racial de la población en la región.[1] Desde el siglo XII los nómadas llamados genéricamente “chichimecas” ocuparon el valle de Querétaro y el resto de El Bajío.
Siguiendo a Jaques Soustelle, Cruz Rangel cree que en la época prehispánica no había otomíes en Querétaro, Guanajuato y el norte de Hidalgo, a donde se expandirían durante la Colonia, ya que la toponimia lo confirma así, debido a que en Querétaro solamente en la región de Amealco y en Cadereyta existen nombres en otomí como Boyé, Zituní y Boñú, mientras que Maconí, Deconí y Concá son nombres pames, a la vez que Xichú es toponimia jonaz.[2]
Me convence Cruz Rangel cuando afirma que en la región queretana “se ubicaron asentamientos chichimecas que aprovechaban las construcciones prehispánicas ya en ruinas para vivir”.[3] Habitaban los fieros chichimecas los cimientos de antiguos edificios, tales como cúes y cuesillos hechos a mano, de piedra suelta. El mismo autor se inclina a pensar que estos chichimecas se asentaron lo mismo en cuevas, parajes cerriles y cimientos de antiguos edificios prehispánicos, que corresponden a un patrón tradicionalmente disperso, ya sea porque ellos así lo decidieron o fueron empujados a zonas de refugio por el desalojo sufrido a manos de otomíes y españoles.