Autoría de 11:30 am Víctor Roura - Oficio bonito

No puedes mover rocas con las manos atadas: Bob Dylan – Víctor Roura

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El Nobel de Literatura en 2016, un año antes de los escándalos de la Academia Sueca por entramados de acoso sexual y de posibles actos corruptibles en la selección de los autores (que dejara, por lo mismo, vacante ese galardón en 2017) le fue concedido a Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman, nacido en Minnesota el 24 de mayo de 1941) por el conjunto de su obra escritural en los ramos del folk y el rock, modificando asimismo la valoración de la música popular norteamericana.

A pesar de la controversia, inútil, que se desató en las redes sociales por esa decisión sueca, Bob Dylan es un autor que escribe canciones, así como Darío Fo era un escritor que hacía teatro o Pablo Neruda era un escritor que hacía poesía o Svetlana Aleksiévich es una escritora que hace periodismo.

A sus 75 años, Dylan recibió este premio justamente cuando estaba dedicado a grabar algunos de los álbumes más soporíferos de su historia con nostalgia por Frank Sinatra, pero Dylan discográficamente varias veces ha errado el rumbo (como cuando grabó álbumes declaradamente en alabanzas al Dios de los católicos); sin embargo, las más de las veces ha orientado posteriormente, con demasiada lucidez, su camino en las narrativas sin bandera, heterodoxas, sublimemente literarias, poesía bajo el manto de la música rock.

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“¿Por qué a él si no ha escrito una novela?”, le preguntaron a la secretaria de la Academia Sueca, Sara Danius, al notificar que el compositor Bob Dylan había obtenido el Premio Nobel de Literatura 2016.

Y reveló:

—Si miramos atrás, bien atrás, uno descubre a Homero y a Safo que escribieron textos poéticos o piezas que estaban hechas para ser escuchadas, representadas, a veces acompañadas con música. Y aún hoy leemos a estos poetas griegos y los disfrutamos. Es lo mismo con Bob Dylan, que puede y debe ser leído.

Por primera vez el máximo galardón de la literatura mundial fue para un compositor de canciones. “Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”.

Dylan recibiría su medalla y ocho millones de coronas suecas en una ceremonia privada en diciembre de 2016.

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Los que no conocen a Bob Dylan se pusieron inquietos, pero él ha sido siempre así. Su prolongado silencio después de que la Academia Sueca lo designó Nobel de Literatura llevó, incluso, a levantar rumores (sobre todo en las redes sociales, obviamente) acerca de su rechazo a este galardón: “Si se creara el Nobel de la Música, entonces sí lo recibiría”, se apuntaba, pero el de las Letras no lo va a recibir porque no está “a la altura” de los grandes poetas, se decía en la Internet con apresurado histrionismo como para apaciguar a los enfebrecidos puristas que no dejaban de lamentarse por la elección de Dylan con el Nobel 2016, porque puristas (y reaccionarios) no van a faltar, nunca, en esta vida.

Otra cosa es que la Academia condecorara el mercantilismo (dárselo a Murakami, por ejemplo, sería premiar a las empresas editoriales de bestsellers, cosa que hasta el momento no ha hecho para continuar con el prestigio de la propia Academia, pese a su pesadumbre interna). Después de una semana de haberse dado a conocer el reconocimiento a Bob Dylan (el jueves 13 de octubre de 2016), el compositor seguía guardando silencio, pero ello no significaba que lo rechazara (sólo Sartre ha tenido el orgullo de no aceptarlo), y una semana es bastante tiempo para considerar, o reconsiderar, el galardón. Más días para no aceptarlo era, es, ya una grosería, así que, dada esa circunstancia, el Nobel es de Dylan y el poeta cantor, en su acostumbrado silente comportamiento, no cabía seguramente de gusto por esta inusual designación. No fue sino hasta unos cuantos días antes de que se cerrara el plazo para la aceptación del Premio millonario cuando Dylan por fin se puso en contacto con la Academia.

Y lo recibió, el Nobel, a solas con los académicos, no en diciembre sino cuatro meses después, en 2017, tal como el compositor quería.

Fin de la rumorología.

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Dicen que Dylan nunca hubiera dejado de cobrar el monto económico del Nobel, casi un millón de dólares, porque así como escribe también se ocupa al dedillo de sus finanzas personales, no en vano, y sin ningún resquemor, cobra cientos de miles de dólares por aparecer en anuncios publicitarios ora bebiendo whisky, ora manejando un carro: la fama debe pagar muy bien a quienes han ascendido hasta ella. De ahí que, ante la suposición de la “digna” renuncia de Dylan a su Nobel, causara sólo discretas sonrisas de escepticismo en los que conocen y ubican humanamente al compositor estadounidense, razón por la cual tampoco a nadie sorprendiera su decisión de vender toda su obra lírica musical —hasta el disco doble de 2020—, a finales del año ´pasado, acaso para celebrarse a sí mismo su octogenario cumpleaños, a un emporio de entretenimiento por un monto equivalente a los seis mil millones de pesos, una cantidad satisfactoriamente remunerada por seis décadas de labor musical.

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En su disco Empire Burlesque, Dylan canta: “Hemos llegado al borde del camino, donde el campo comienza, donde la caridad supuestamente cubre multitud de pecados. ¿Pero dónde resides, y dónde está la luz? ¿Por qué siguen tus ojos abiertos a la noche? Lo siento en la oscuridad cuando en ti pienso. Lo siento en la luz y ha de ser cierto. No puedes vivir sólo de pan; no estarás satisfecha. No puedes mover rocas con las manos atadas. Tienes que comenzar en algún lado. No te alejes de mí igual que el tren de medianoche. Contéstame, una casual mirada serviría. ¿Qué es lo que tienes dentro? Puedo sentir el viento de cabeza. Sentir el polvo al bajar del camión en los suburbios. He sentido la tristeza de la Ciudad de México desde la última curva de la horquilla. Algo está ardiendo, nena…”

¿Por qué la tristeza nuestra, Dylan?

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Bob Dylan llega a sus 80 años de edad inalterado en su proceso musical, si bien se sabe que sus decisiones temáticas luego son bastante infortunadas, como las de rendir homenaje, recientemente, a los cantores y compositores norteamericanos de las primeras décadas del siglo XX rayando en un conservadurismo ajeno al propio Dylan… o que uno, por lo menos, creía ajeno a este escritor de propuestas heterodoxas. ¿Alguien imaginaba a Dylan construyendo un mausoleo para Sinatra, por ejemplo? Pues lo hizo, contra toda posibilidad teórica. Cinco álbumes (¡incluyendo uno triple!) hasta antes de su magnífico Rough And Rowdy Days, de 2020, los dedicó a la —innecesaria— loa de estas canciones tradicionales del mercado radiofónico.

(Ya su trilogía anterior de alabanzas al Dios de la fe católica, de la que abdicara posteriormente después de realizar, sin duda, una respetable discografía que incluía nada menos que a Mark Knopfler, por ejemplo, quien se sorprendiera, luego de grabar las pistas, de la lírica religiosa de un Dylan irremediablemente talentoso mas cuestionable en sus juicios roqueros.)

El Rough And Rowdy Days es ya la recuperación voluntaria del roquero combativo, del Dylan que mira el mundo con otros ojos, con esos ojos que lo condujeron, de manera irrefutable, a la ceremonia del Nobel literario que es.

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Last modified: 30 septiembre, 2021
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