Esta vez no habló “Brozo”, su personaje más conocido y controversial. Esta vez habló su creador, el ciudadano Víctor Trujillo Matamoros, el padre de familia, el mexicano que ama, como millones de nosotros, a su país. Habló el amigo de Andrés Manuel López Obrador, del otrora opositor aguerrido y apasionado contendiente de los gobiernos anteriores y hoy presidente. Habló sin maquillaje y sin ocultar el pesar que asomaba a su rostro y traicionaba su voz. En su mirada el asombro ya procesado y una preocupación que comparte en esta entrevista que le hiciera León Krauze.
Con la palabra precisa de quien, una vez pasada la sorpresa, ha asumido ya los inesperados rasgos surgidos en hombre que está en la cumbre del poder , Víctor Trujillo habla de su amistad de años con Andrés Manuel López Obrador, el actual presidente, a quien agradece y de quien dice “ nunca voy a olvidar con gratitud y cariño cosas que tienen que ver con nuestras vidas y que no voy a ventilar porque son cosas íntimas y así lo reconoceré siempre; pero eso no tiene nada que ver con el destino de mi país. Con el país que les está tocando a mis hijas y el país que debiera tocarle a mis nietos. Esto es aparte. Esto es muy distinto a lo que vivimos en común, a lo que agradeceré siempre y nunca olvidaré”.
Víctor Trujillo, el ciudadano fiel a ese sentido crítico que le caracteriza, habló de la llegada de un hombre que creyó conocer y cuyo arribo al poder “destapó varias cañerías muy internas y muy profundas en el ánimo de Andrés y que a muchos nos sorprende de más y nos sorprendió para mal. Porque este país no es un país que le tocó de cero. Es un país con muchas cosas ya hechas, con demasiadas cosas por hacer…”
De eso y más habló el creador del comediante Brozo, el payaso más procaz de la televisión mexicana y su personaje más popular. Víctor Trujillo, el hombre sensible y dueño de una vasta cultura, quien en esta entrevista, realizada por León Krauze el pasado2 de junio, compartió su sentir con respecto al actual presidente Andrés Manuel López Obrador.
LA DESQUITOCRACIA
Hace tiempo que no veía a Víctor Trujillo, el hombre de trato fino, sensible, la persona que da vida al payaso Brozo, personaje este último sobre el que tengo un profundo rechazo al considerarlo un procaz solapador del machismo y que usó por mucho tiempo a la mujer como objeto de aparador. En lo personal no me convencen los argumentos de quienes hicieron defensa del personaje y de su programa matutino que usó a modelos como objetos decorativos y de atracción en su programa. Dicen sus defensores, que el trasfondo de ese formato era el de satirizar al machismo de nuestra sociedad. Difiero de ellos. Lo que vi detrás de eso fue mera mercadotecnia televisiva y hace tiempo hablé sobre ello.
Pero hoy, amén de la capacidad crítica de los personajes que han salido de la creatividad de Víctor Trujillo, destaco por sobre todo eso la inteligencia que posee. Esa crítica fina, sin deseos de denuestos, sostenida en claros argumentos, mostrando que una cosa son los personajes de comedia, y otro el gran ser humano respetuoso, el ciudadano preocupado por su país. Y eso es lo que hoy menciono y pondero, porque en su voz está no solamente la mía, sino la del sentir de miles de mexicanos que dimos ese voto esperanzador a un hombre que está hoy en la cúspide del poder engolosinado con el sonido de su propia voz.
El rostro que está en Palacio hoy no es el que vimos esa noche, la de la esperanza, en la que concitó a una multitud en el zócalo e iluminó el corazón de tantos con su discurso. No es el rostro de quien dijo ser demócrata y respetuoso de los demás. Aquél que juró gobernar para todos por igual y este que vemos en el poder, no son lo mismo. El de hoy es lo opuesto totalmente al que antes juró sería lo que olvidó tan pronto ascendió al Palacio donde entró no a unir, no a sentar las bases de un futuro alentador para todos; sino para enemistar a los mexicanos. El hombre que, en palabras de Víctor Trujillo, “eligió la discordia, la división, el rencor como instrumentos para gobernar”.
Es sobre ese hombre del que habla Víctor Trujillo. Del que tiene en sus manos los destinos de un país que conduce hacía un rumbo incierto. Un hombre ansioso de reflectores, cómodo en su plataforma de las mañaneras desde donde expande su voz que sus corifeos replican y que los pasillos del gran Palacio guardan como eco que acompañan su diario caminar.
Víctor Trujillo, quien desde años atrás ha tomado el pulso de los candidatos y gobernantes y se ha mostrado siempre implacable a la hora de señalar abusos, corruptelas políticas, no puede ser más puntual en su descripción y sentir que representa a gran cantidad de mexicanos. Porque al igual que él, fuimos muchos quienes creímos que con la llegada de López Obrador ala dirigencia del país, se abría un horizonte más transparente en la manera de hacer política. Aquél que fungiera como gran opositor que condenaba una y otra vez lo que de mal estaba sucediendo en México, creímos que llegaba al poder para ser un protagonista del cambio real y profundo en un país “mermado, saqueado, engañado y necesitado”, elementos que, a decir de Trujillo, “constituían un material para hacer bien lo que nunca se hizo bien: no destruir, sino habilitar. Era momento de unificar al país. Un viaje de todos con todos.
Organizarse. Recoger esos anhelos francos, justificados por todos lados. No convertirlos en ola de resentimientos, en venganza”. Y algo más que dijo con inocultable preocupación o dolor: “la irresponsabilidad del presidente al transferir esa irresponsabilidad a la gente y azuzar el resentimiento de la gente, para también justificar el propio y en base a eso hacer de la desquitocracia un régimen”.
LA CRUELDAD
Casi 40 minutos de una entrevista iluminadora que vale la pena escuchar. Es el testimonio de alguien que, conociéndolo de cerca desde años atrás, nos comparte su transformación y crueldad de quien permanece impasible, sordo a clamores de la ausencia de medicamentos, a la precariedad en el sector salud, a los niños con cáncer y de sus mensajes contradictorios con las víctimas del accidente del metro. De ese diálogo solitario que sostiene consigo mismo. “Él habla con él. Él es el pueblo. El decide cuál es el estado de la nación. Eso es muy peligroso…”, opina Trujillo.
Paso a paso, disecciona también la virulencia con la que se persigue a quienes osan hacer una crítica al presidente. El papel del CISEN ante cualquier crítica y del que el recibió el claro mensaje: “Si tú hablas en contra del presidente, estás hablando en contra de México y eso es traición a la patria. Todos tenemos que estar desde nuestras trincheras con el presidente”. Habla también de la crítica en tiempos del panismo, de los moneros de La Jornada como propagandistas del régimen. De la ausencia de programas de sátira en la televisión, ahora uniformados “salvo aquellos que no están concesionados…” En suma, una fuerte, pero sobre todo, necesaria revisión del rumbo que toma este país en manos de quien parece no estar dispuesto a escuchar otra voz que no sea la suya.
Lo que Víctor Trujillo comparte en esta entrevista es algo que otros analistas han advertido está ocurriendo. Lo destacable aquí, es la voz de alguien que, conociéndolo de manera tan cercana, a través de una amistad compartida durante años, confiesa el desencanto de ver perderse al amigo en la locura del poder.
Recomendable entrevista, obligada reflexión.
YO, ASPIRACIONISTA DE LA CASI CLASE MEDIA
Luego de la crítica del presidente a la clase media y que sirviera de banderazo para que sus corifeos se lanzaran prestos y veloces a dejar sentado su repudio a este estrato de la sociedad, y leyera los cientos de testimonios de personas que hablaron de los esfuerzos que han acompañado su caminar en búsqueda de mejores oportunidades y niveles de vida para los suyos, pregunto:
- ¿Estamos ya en los terrenos donde un presidente decrete qué afanes nos deben motivar como sociedad?
- ¿A qué clase social y económica pertenece la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller?
- ¿Dónde estudia el hijo pequeño de ambos?
- ¿A cuál clase social pertenecen sus hijos y esposas?
- ¿Aspirar a fundar un negocio de chocolates en uno de los lugares más caros de la CDMX es criticable?
- ¿Dónde vive la gente cercana a su gabinete y dónde estudian sus familias?
Por lo pronto, comparto aquí mis aspiraciones de casi clasemediera que sabe de apuros y esfuerzos pero que sigue aspirando a un país de justicia, equilibrado, con oportunidades y respeto para todos y libertad para desarrollar el potencial de cada uno.
- Aspiro a una clase política digna que honre la confianza ciudadana otorgada. Que propugne mejoras para el país y que no albergue entre los suyos a individuos de dudosa reputación, que no sea cómplice de los violadores y que no trabaje para los intereses de su partido o para los caprichos de un solo hombre.
- Aspiro a una sociedad con capacidad de indignación, capaz de unirse para pedir cuentas sobre obras mal hechas con dineros públicos y de fatales consecuencias para los más desprotegidos. A un pueblo que no se resigne a accidentes que algunos servidores públicos provocan con su negligencia criminal.
- Aspiro a una sociedad sensible a las atrocidades que se cometan en su entorno inmediato; una sociedad valiente, capaz de unirse y salir a las calles a gritar un alto a la impunidad cuando una mujer sea vejada, como ocurrió hace unos días en Hidalgo con la muerte de la doctora Betya manos de la policía.
- Una sociedad más madura. Que cultive su tolerancia a la frustración y enfrente desde la conciencia la verdad y tenga la capacidad de exigir un alto a los actos de violencia que han escalado con nuestros silencios y omisiones.
- Una sociedad que lea, no como símbolo de status de sapiencia, sino para elevar su consciencia de lo humano y su responsabilidad como parte de un todo. Que encuentre en la lectura la riqueza de las ideas, de los mundos infinitos y maravillosos de la palabra, y abrace la huella de los escritores que dejaron una obra luminosa y que encuentre en esa lectura un despertar para ser mejores en todos aspectos.
- Una sociedad que viva sus valores y sea intolerante a la injusticia del más fuerte con el más débil. Una sociedad más empática, más inclusiva, más de genuina, más digna, más valiente.
A eso y más aspiro ¿es mucho pedir de esta aspiracionista irredenta y feliz?