REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Tolimán, Qro.- Los temazcales y los pequeños proyectos ecoturísticos abundan en San Antonio de la Cal, muchos fortalecidos por las leyendas de los ovnis y las brujas que visitan la parte “de atrás” de la Peña de Bernal; otros por la presencia de fósiles, la fama de chamanes y por la comida indígena tradicional.
Los proyectos que existen requieren de la suma de varios vecinos para poder funcionar y dar empleo a distintas personas. En el barrio del Álamo, el académico Gerardo Ayala Real inició un proyecto junto con familias vecinas, que promueven el rescate de la gastronomía y la tranquilidad de la zona.
De acuerdo con los pobladores, en esta región se produce cualquier planta, cualquier fruta, cualquier cosa que se quiera sembrar, porque los minerales y el agua que corre debajo de la tierra son muy favorables, ya que “esta zona roja tiene minerales buenos para las plantas, para el durazno, el aguacate, la naranja, el higo, hasta el mango”.
La Casa Custer, proyecto que inició Gerardo hace varios meses, se ubica en medio del paisaje de mezquites, huizaches y plantas comunes del semidesierto en el que se resguardan alrededor de 200 capillas indígenas familiares. Lejos de la bonanza económica de los vecinos de Bernal, la gente en Tolimán inicia proyectos más acordes con su ambiente y más apegados a sus costumbres.
Cerca de la casa Custer hay otros proyectos ecoturísticos, en algunos de ellos hay presencia de extranjeros. La misma Casa Custer fue famosa, durante un tiempo, porque ahí vivió un estadounidense que se dedicaba a ser curandero y la gente acudía a pedir su ayuda.
“EL INDIO CHOCTAW”
La historia de Custer Bolton, el estadounidense curandero, es una sensación por sí misma. Originario de un grupo étnico de América del Norte, combatió en la Segunda Guerra Mundial en Italia, donde descubrió que tenía “el don de curar” y en Brasil continuó con su aprendizaje sobre distintas hierbas.
En ese país le contaron que si quería aprender más sobre esta forma de medicina ancestral tenía que viajar a México y así llegó a San Antonio de la Cal, donde se hizo famoso por su capacidad de curar a las personas de diferentes enfermedades.
Como dato curioso, todas sus mujeres en todos los países que visitó, se llamaron María, cuenta Gerardo entre risas mientras muestra algunas de las fotografías del dueño originario de la vivienda.
Una placa cuenta la historia de Custer Bolton, quien vivió de 1929 a 2009. “Fue un indio Choctaw y nació en una reserva de los Estados Unidos de América. Ese hombre con gran corazón entrenó desde una edad muy joven para ser un curandero y también un chamán. Aunque él vivía y trabajó en muchas partes del mundo, Custer todo el tiempo tenía un gran amor por la gente y el país de México. Su idea principal más importante era que todo el mundo tenía la capacidad de sanar”.
La pequeña vivienda fue el último lugar en México en que Custer vivió y trabajó por el ambiente místico de San Antonio de la Cal, en donde conviven las leyendas y la imaginación con una población que combate la pobreza.
EL TRABAJO Y LA ESPIRITUALIDAD
Hoy la Casa Custer tiene una imagen especial. El viejo horno que se encontraba en la casa se convirtió en una recámara con el techo en forma de bóveda. “Es como regresar al vientre materno”, presume el académico que se dedica a la integración del proyecto.
Los visitantes encuentran un baño ecológico, que el mismo Gerardo reconoce que le costó trabajo empezar a usar por la “comodidad y costumbre”, que significan los baños de agua corriente, pero que arroja beneficios para toda la comunidad y evita el uso del agua.
Un huerto y una ampliación para un segundo piso complementan el proyecto. En ese espacio pretende dar clases de yoga y otras actividades para las personas más grandes de la comunidad y para quienes acuden a Tolimán en busca de refugio.
Quizás uno de los beneficios más importantes, es que los vecinos participan en el proyecto ecoturístico con la elaboración de comida y con los servicios que se requieren para atender a los visitantes. Estos proyectos dan trabajo a varias familias sin invadir la zona con ruido o con infraestructura invasiva.
Tortillas a mano, arroz, nopales, frijoles, agua de guayaba y otros productos propios de la cocina indígena son algunas de las opciones que se ofrecen a los visitantes que llegan a la zona y que pueden cubrirse del sol debajo de un pequeño comedor en el patio.
Más adelante se encuentran otros proyectos, como La Tortuga, en el barrio Jasso, que también funciona por una cooperativa y en toda la región existen otros intentos más pequeños que pretenden dar empleo a las familias del lugar.
Gerardo considera que estos proyectos son muy nobles porque no fomentan las adicciones, sino que implican un regreso a lo natural y la conexión con la espiritualidad, crean un sentido de comunidad y representan una opción para que los jóvenes no emigren hacia Estados Unidos o hacia las ciudades.
Sin embargo, estima, hacen falta apoyos de las autoridades de todos los niveles para que se ponga a Tolimán en el mapa turístico, como se hace con la ruta del Queso y el Vino, “que fomenta la adicción”, contrario a las prácticas de San Antonio de la Cal que rescatan la economía a través del respeto a la naturaleza.
A diferencia de la boyante economía de Bernal, “los vecinos españolados”, las comunidades indígenas de Tolimán aportan misticismo a la región. Las leyendas de los duendes en los ríos, los espíritus de las capillas familiares, las brujas y ovnis de la parte de atrás de la Peña de Bernal, son propios del Triángulo Sagrado de la cultura otomí-chichimeca de Querétaro.