REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
FOTOS: CÉSAR GÓMEZ REYNA/LALUPA.MX
Tequisquiapan, Qro.- Una señal de emergencia cerca de las vías del tren y un panel solar sobre una luminaria aún presentan impactos de bala que, hace 3 años, dispararon los guardias de seguridad privada del ferrocarril, muy cerca de donde se encontraba Don Martín. Las cosas empeoraron desde entonces y ahora la Estancia del Migrante González y Martínez sufrió el robo de ropa, sartenes, zapatos, artículos de limpieza y despensa donados para los indocumentados que pasan por Tequisquiapan.
Acompañado de su esposa, sus hijas y hasta sus nietos, Don Martín es pesimista sobre el futuro de los migrantes y de la humanidad en general. “Si seguimos así, sin ayudarnos, sin pensar en los otros, estamos destinados a desaparecer como especie, por eso necesitamos unirnos y ayudar”.
La mañana del domingo 6 de junio, Martín Martínez llegó a la Estancia. Bastó abrir la puerta para notar que alguien rompió las ventanas traseras, revolvió todo y se llevó los donativos en especie, vació la cocina y robó la televisión. Todo representó alrededor de 50 mil pesos y la policía municipal levantó un acta de hechos.
Desde 2015, Don Martín presentó 4 denuncias ante la Fiscalía General de Justicia por diferentes motivos, como los disparos que lanzan los elementos de la empresa de seguridad privada a los migrantes que van en el tren, entre otros abusos y agresiones. Hace tiempo que los migrantes no quieren quedarse en la Estancia durante la noche por miedo a la inseguridad.
A punto de cumplirse los 21 años de fundación de la Estancia, Martín Martínez no ve mejoría en las condiciones de derechos humanos en favor de los migrantes. Apenas se recupera del Covid-19, que “le pegó” hace dos meses y que lo hace andar despacio, pero lamenta que la gente sea capaz de robar a quien no tiene nada y que no exista empatía ante la situación que viven miles de personas que buscan atravesar el país.
Cada día, Don Martín le da alimentos a 90 o 170 migrantes. Ellos piden agua, zapatos, la ayuda humanitaria que les permita seguir su camino hacia Estados Unidos, así que cuando se dio cuenta del robo, consiguió apoyo de los voluntarios para comprar arroz, frijol, aceite y sartenes para darles de comer lo más pronto posible.
“Ellos van de paso y punto. Yo meto la mano al fuego por los migrantes, son 21 años ya y convivimos con ellos, nunca nos han faltado al respeto, si quieren algo pues ellos lo piden, (los del robo) son gente local de aquí, que andan viendo dónde fregar y pues nos tocó, sí hay mucha necesidad, pero no es un pretexto para cometer un delito, esto fue de gente que se dedica a lo fácil y que no piensa en los demás”, dice.
EL MIGRANTE QUE DECIDIÓ AYUDAR
A principios de los años 80, Don Martín emigró a Estados Unidos donde estuvo varios años en el campo y le tocó atestiguar varias injusticias. Se regresó una semana antes del terremoto de 1985. Volvió a Tequisquiapan porque sentía que era tiempo de estar con su familia. La ayuda en favor de los migrantes llegó casi enseguida.
“Como al mes que regresé de Estados Unidos empecé a trabajar en la parroquia, porque estudié mucho en el seminario y ahí lo hice todo de buena fe, porque yo viví la experiencia y eso me motivó, antes no era común ver mucha gente en los trenes. Investigué con la pastoral de Movilidad Humana de la parroquia y ahí entendí que eran gente honesta, que eran migrantes y con mi esposa, mi hija y yo empezamos a ayudar”, recuerda.
Más personas se sumaron al proyecto, que en principio arrancó con el apoyo del sacerdote Mario González. Hoy la estancia sobrevive en un espacio pequeño de la que fuera una estación de trenes afuera de Tequisquiapan, de la que es dueña una empresa de transporte de carga.
En 2011 se constituyó como asociación civil y también en esa época empezaron los “ataques fuertes”. Mientras la Estancia conseguía apoyo internacional y la protección de redes de defensores de derechos humanos, se cerraron varias puertas en el estado, el municipio y la iglesia, bajo el argumento de que él no está autorizado para dar ayuda, pero “desde mi bautismo estoy autorizado para practicar la caridad”.
Según Martín Martínez, esta ayuda es indispensable porque “ni Trump, ni el coronavirus, ni Biden, ni la Guardia Nacional van a detener la migración. Las fronteras norte y sur son las que siempre han vivido esta situación, en Querétaro apenas estamos en pañales, porque al principio la gente no creía que aquí hubiera migrantes, que pasaran por aquí, ¡qué barbaridad! Si Querétaro es paso obligado”.
“LA MANZANA DE LA DISCORDIA”
El municipio de Tequisquiapan colinda con Hidalgo, por donde llega una gran cantidad de migrantes. Por eso, el espacio que ubica la Estancia del Migrante González y Martínez se convirtió “en la manzana de la discordia”, porque es un lugar estratégico para la atención de los indocumentados que viajan en tren.
Don Martín afirma que a diferentes asociaciones les gustaría tener mayor presencia en el sitio donde se encuentra la Estancia, tal vez por la “bandera” que pueden representar los migrantes para algunos grupos.
Sin embargo, ese interés no siempre se traduce en ayuda clara ni en compromisos de respetar los derechos humanos. Como ejemplo, las constantes agresiones de la empresa de seguridad privada proveniente del Estado de México que contrató Ferrocarriles Mexicanos (Ferromex).
En 2015, Martínez denunció a nivel nacional que los migrantes y el personal de la Estancia sufrían amenazas y agresiones de los elementos de empresa de seguridad, quienes los encañonaban y hasta llegaron a disparar cuando se encontraban cerca de las vías del tren o arriba del mismo. Las agresiones se incrementaron el año siguiente y se presentaron dos denuncias, sobre todo luego de que los guardias balearon a un hondureño de 14 años.
Ferromex cambió a la empresa, pero las agresiones no pararon. Hace 3 años, los elementos de la empresa de seguridad dispararon cerca de Don Martín cuando esperaba a los migrantes para lanzarles bolsas de comida.
Uno de los impactos puede verse en una señal del número de emergencia, ubicada cerca de las vías del tren. Otro, en el panel solar de la luminaria. “Esa fue otra denuncia (ante la fiscalía) pero no ha prosperado, se quedó archivada, no tiene caso denunciar, no hay un proceso legal que se pueda concluir”.
Cada migrante, explica, tiene su propia historia de agresiones. Cuentan cómo los golpearon los de seguridad o la temporada en que les quitaban los zapatos a todos: hombres, mujeres, niños, “lo hacían como una forma de castigo y de humillación por viajar en el tren, pero la humanidad es indiferente a esas cosas. A los migrantes les quitan a sus mujeres, las violan, sabemos de una muchacha nicaragüense que, al llegar aquí, al entrar a México, fue violada 25 veces, desde Chiapas hasta aquí”.
EN BUSCA DE APOYO
Don Martín tiene aliados en universidades y en otras organizaciones locales e internacionales. Las necesita para conseguir donaciones en especie, ropa, zapatos, alimentos, agua, todo lo que permita vestir y dar de comer a los migrantes que pasan por Querétaro.
Tras el robo, dice que urge todo: dinero para comprar un tanque de gas, sartenes y más comida. Los migrantes no se detienen y la Estancia no recibe apoyo financiero. “Estamos en cero” y lo que se llevaron representa al menos dos meses de colectas con supermercados, asociaciones de vecinos y de estudiantes.
Los apoyos a los migrantes se complican porque ahora no hay certeza ni horarios fijos sobre cuándo pasan los trenes y si llevan gente arriba, así que hay que poner atención para correr con los alimentos cuando escuchan el paso de la máquina. Incluso cuando pasa el tren, no se sabe bien qué sucederá. Algunos conductores aceleran para evitar que los migrantes reciban la ayuda, otros desaceleran para que les lleguen las bolsas con comida.
Los alrededores de la Estancia se llenan de gente. Unos chicos con cuatrimotos pasean por uno de los caminos y un grupo de turistas aprecia el viejo ferrocarril que está detenido en el terreno enrejado. Algunas personas acuden a tomar fotos y esperan ver migrantes para fotografiar la ayuda, pero dos trenes pasaron temprano esa mañana y nadie sabe a qué hora transitará el siguiente, así que Don Martín aprovecha para preparar la comida que va a necesitar para repartir, porque en la Estancia el trabajo no se acaba y los migrantes no dejan de pasar.