La estrecha visión que tiene el presidente mexicano sobre la realidad nacional, producto de su afán por vendernos la idea de que con su simple llegada al poder las cosas han cambiado, está llevando al país a un callejón sin salida.
Especialmente me refiero al tema de la violencia y la delincuencia. Al arranque de su administración estableció cómo actuaría en este ámbito al referir que con los delincuentes se guiaría por la máxima de “abrazos y no balazos”.
Dicho en otros términos, el mandatario de la nación decidió renunciar a combatir a los delincuentes y prefirió “dejar pasar, dejar hacer” a las decenas de cárteles de la droga, del tráfico de personas, de la violencia, la extorsión y el secuestro.
LOS “BIEN PORTADOS” DE LÓPEZ OBRADOR
De acuerdo a la empresa encuestadora TResearch, durante los tres años del sexenio de Andrés Manuel López Obrador se acumulan 88 mil 823 homicidios dolosos, hasta el lunes 5 de julio de 2021.
Para darnos una idea de lo que significa esta cifra, refiero que en el sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006) se registraron 60 mil 280 homicidios dolosos. Con Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) la cifra subió a 120 mil 463 y a 150 mil 66 en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018).
Las muertes intencionales de mexicanas y mexicanos durante la actual administración ya superaron las acumuladas en el periodo de Fox y, al ritmo que van, seguramente superarán los números de los demás expresidentes aquí mencionados.
Sin embargo, López Obrador hace caso omiso de estos números e incluso los niega, como hizo recientemente en su conferencia de prensa matutina, cuando el periodista Jorge Ramos le cuestionó sobre estas cifras y la posibilidad de que su sexenio se convierta en el de mayor cantidad de muertos a causa de la violencia.
“Yo tengo otros datos”, contestó campechanamente el presidente.
Por si fuera poco, apenas la semana pasada, Andrés Manuel López dijo que los cárteles del crimen organizado “se portaron bien” en las recientes elecciones y que él solamente veía tres de ellos actuando en el país.
Y otra vez, esa visión de negar la realidad con el único objetivo de adecuarla a su discurso que se enfoca a asegurar que México, con su mandato, ha cambiado, lo que es falso de toda falsedad.
La prensa mexicana ha publicado en los últimos días decenas de historias y testimonios de políticas y políticos que durante el proceso electoral de este año sufrieron en carne propia la injerencia de los cárteles mexicanos, ya sea para evitar que participaran o para obligarlos a “apoyarlos” una vez en el poder.
El periódico El Universal publicó que en el municipio de Coyuca de Catalán, Guerrero, “al abanderado de Morena, Rey Hilario Serra, no le dieron tiempo ni de iniciar su campaña… recibió amenazas del crimen organizado con el fin de obligarlo a renunciar”.
Otra historia, la de la candidata de Morena a la alcaldía de Pungarabato, Michoacán, Francisca Baltazar Bravo, quien a finales de mayo renunció debido a las amenazas que recibió.
Un excandidato, este en tierra caliente de Guerrero, afirmó que les dieron la indicación de que “únicamente se va a permitir hacer campaña a los del PRI y en Tlalchapa a Morena, así que nos pidieron que no nos movamos para no meternos en problemas”.
De acuerdo al periódico Milenio Diario, los municipios de Múgica y La Huacana, en Michoacán, “dieron más de 50 por ciento de votos para la victoria del morenista Alfredo Ramírez Bedolla para la gubernatura.
“De los 49 mil votos que recibió, 26 mil los ganó en esos dos municipios”. Y un dato más, que publicó el mismo medio: “Esa zona de la Tierra Caliente de Michoacán fue una máquina electoral, pues en sólo 114 casillas le dieron el triunfo al abanderado de Morena, al obtener hasta 75 y 90 por ciento de los sufragios”.
ENFRENTAR LA DELINCUENCIA
La conclusión es clara: o se combate a la delincuencia y se le retiran los abrazos, o habrá violencia y erosión del Estado y de la legitimidad por su permisión. Ya basta de negar la realidad.