INTRODUCCIÓN
Mantener satisfechas a varias naciones bajo un mismo Estado es una tarea casi imposible de lograr, a pesar de esto, el Reino Unido (RU) ha intentado alcanzarla desde su comienzo. Ha sido un claro ejemplo de que tener diferentes intereses entrando en colisión durante momentos críticos en los procesos de tomas de decisiones genera inconformidad que, bajo ciertas circunstancias, puede explotar.
En este ensayo explicaré de manera breve la historia de Escocia como un Estado independiente y su transición a su posición actual. En el siglo XXI, haré un recuento de los eventos sucedidos durante el Referéndum de Independencia escocesa de 2014 y el Referéndum sobre el Brexit de 2016, y el impacto de ambos en la sociedad escocesa. Una vez entendido este contexto llevaré a cabo un análisis en tres diferentes niveles: económico, político y social, en los que responderé si es conveniente dejar al RU, si debería la población escocesa mantenerse dentro de su tricentenaria tradición británica, o deberían dar un paso hacia una forma de gobierno diferente.
I. UN BREVE RECUENTO DE LA HISTORIA DE ESCOCIA (HASTA 2004)
En su inicio, gran parte de la isla de la Gran Bretaña estaba colonizada por el Imperio romano, se extendían por la isla de manera estable hasta el muro de Adriano; el área de la actual Escocia era esa excepción, lo que a la larga marcaría una diferencia, y no encontrarían terreno en común con sus contrapartes inglesas hasta finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Scotia, latín para “tierra de los escoceses”, o Caledonia, en honor al grupo étnico celta que dominaba la región en el periodo de ocupación romana (Cameron, 2021), es una tierra que desafía la mera existencia de sus habitantes; su gente tiene el deseo de luchar por sí misma y su tierra incrustado en su ser, lo que es visible a lo largo de su historia.
Por casi dos mil años, Escocia había mantenido su autonomía con relativamente nada de interferencia extranjera, sin embargo, para 1297, con la Batalla de Stirling, esto cambió. Debido a una crisis de sucesión escocesa, el reino vecino –Inglaterra– creyó que, mediante ataques estratégicos y sangrientos que duraron hasta 1314 con la Batalla de Bannockburn, podría ampliar su dominio; pero, manteniéndose fieles a su voluntad de acero, los escocés no fueron derrotados.
Su identidad nacional empezó a consolidarse en 1320; por medio de la firma de la Declaración de Arbroath, Escocia se declaró un Estado soberano independiente. Más adelante, durante la época del Renacimiento (alrededor de 1450) se estableció una primera oleada de aumento significativo en la vida intelectual. Lamentablemente, la dicha de ser una nación independiente fue cortada a la brevedad con el movimiento histórico conocido como la Unión de las Coronas en 1603, en el que la monarquía escocesa e inglesa compartieron gobernante. A pesar de esto, no fue sino hasta poco más de cien años después, en 1707 con la firma del Acta de Unión, cuando Escocia realmente perdió su soberanía y se creó un único Parlamento del Reino Unido de Gran Bretaña en el Palacio de Westminster. Rebelde como siempre, este acto no estuvo exento de levantamientos de inconformidades escocesas que duraron casi cincuenta años, siendo las batallas de Culloden y las “Clearances”, durante en 1746, las más significativas de todos esos años.
Una segunda ola de la Ilustración comenzó tan pronto como los problemas generales cesaron; figuras como Thomas Hobbes, David Hume y Adam Smith aparecieron en el mapa. Escocia se estaba adaptando a un ritmo constante, a un nuevo gobierno y estilo de vida, evidencia de esto se creó durante el siglo XIX con los avances industriales y urbanos, que más tarde se tradujeron en acumulación de riqueza; la minería, la construcción naval y los textiles fueron el núcleo del desarrollo de Escocia. En consecuencia, hubo una transición fluida y confiable hacia el siglo XX, pero el anhelo del pasado autónomo permaneció en el fondo de su mente.
El primer acontecimiento importante en este siglo debe ubicarse en 1967, con la perforación del primer yacimiento de petróleo del Mar del Norte, lo que le dio al RU acceso al “oro negro”. Además, una fuente confiable de ingresos para los escoceses abrió de alguna manera su mundo, regresando así poder a sus manos. Por lo tanto, por medio de un segundo referéndum en 1997 –el primero en 1979 no tuvo los resultados esperados– se hizo público el ansiado deseo de poderes más desarrollados, se envió un mensaje claro a las autoridades. En consecuencia, se firmó la Ley de Escocia de 1998. En resumen, esta legisló para el establecimiento de los poderes delegados del Parlamento escocés:
“[para] 1999, el Parlamento escocés volvió a reunirse por primera vez en casi 300 años, marcando el comienzo de una nueva era para el pueblo escocés. El edificio del Parlamento escocés al pie de la Royal Mile se inauguró oficialmente el 9 de octubre de 2004” (Scotland Is Now, 2021, N/D).
II. DECISIONES QUE MARCARON ESCOCIA EN LA SEGUNDA DÉCADA DEL SIGLO XXI
Dos eventos importantes durante la década de 2010 dieron forma a la indecisión actual con respecto al futuro escocés: el referéndum de la independencia de Escocia de 2014 y el referéndum del Brexit de 2016. Sin embargo, cada uno tuvo su resultado único que agregó tensión a la cronología de la situación actual.
A. Referéndum sobre la Independencia Escocesa del 2014
Durante las dos primeras sesiones del Parlamento escocés hubo una mayoría de partidarios de la coalición entre los partidos Laborista y Liberal Demócrata, es decir, los partidos tradicionales del RU estaban, en cierto sentido, representados en el gobierno de la nación; sin embargo, esto no duró mucho. Lento pero firme, el Partido Nacional de Escocia (SNP por sus siglas en inglés) se estaba abriendo camino hacia el poder. En mayo de 2007, el SNP hizo un movimiento histórico al ganar el mayor número de escaños, lo que condujo a la creación de un “gobierno minoritario” (Muller, 2014). El crecimiento constante continuó y para 2009 la posibilidad de la independencia –o al menos la posibilidad de que esta idea fuera considerada a nivel gubernamental– se hizo presente con la emisión del Libro Blanco de Escocia, que permitió debatir sobre el futuro de su constitución.
No fue hasta 2011 que el SNP se convirtió realmente en una fuerza de poder al ganar una mayoría absoluta en el Parlamento escocés, lo que permitió que el compromiso del manifiesto de celebrar un referéndum sobre la independencia se tomara como un asunto serio y el gobierno del RU aceptó que, en virtud de la Ley de Escocia de 1998, el Parlamento escocés tenía derecho a autorizar dicho referéndum y, en 2012, con el Acuerdo de Edimburgo, se establecieron las directrices del referéndum. Sólo sería una pregunta de ‘sí’ o ‘no’ la que se llevaría a cabo antes de finales de 2014 y la votación sería exclusiva para los residentes de Escocia, siendo la edad mínima para votar de 16 años, siempre y cuando estos estén registrados (GOV.UK, 2016).
Con una brecha de dos años para que se llevara a cabo el referéndum, la campaña para ambas posturas fue extensa. Según las encuestas, los resultados fluctuaron constantemente, a veces beneficiando a un lado y, a veces a otro (What Scotland Thinks, 2014). A pesar de lo anterior, la brecha pareció reducirse drásticamente al final de la campaña.
La participación del público fue asombrosa: el 97% de los electores se inscribieron para votar y el 84.6% acudieron a las urnas. Se alcanzó un resultado, “Escocia vota ‘no’ a la independencia” (BBC, 2014) con un 55% en contra de la independencia y un 45% a favor de ella.
B. Referéndum sobre el Brexit del 2016
Curiosamente, casi dos años después del referéndum escocés tuvo lugar uno más grande. “Si el RU debería permanecer o no en la Unión Europea” (UE) se preguntó en un referéndum, conocido como el Brexit Referendum 2016. Éste tuvo un efecto polarizador en la sociedad británica y presentó un tedioso “estira y afloja” entre ambas partes hasta que finalmente se mostraron los resultados: Brexit se convertiría en una realidad por una pequeña diferencia, 51.9% a favor de salirse y 48.1% a favor de permanecer (BBC, 2016). El 31 de enero de 2020 se decreta la salida oficial, dando inicio a un periodo de transición que culminó el 1 de enero de 2021, cortando lazos con la UE, aunque no todos estaban contentos.
Si observamos los datos de las encuestas de los resultados del referéndum de 2016 en el RU y los dividimos en sus cuatro naciones, el deseo de irse no fue una decisión tan cercana en todo el Estado. Birrel y Gray (2017) señalan la diferencia sustancial entre Escocia e Irlanda del Norte con Inglaterra, siendo el primero el más fuerte en oponerse al proyecto Brexit –con sólo el 38% de los votantes queriendo salir de la UE, seguido por el segundo, que tuvo la idea de irse como minoritaria–. Pero la fuerte ola nacionalista inglesa creció hasta un punto sin retorno, dejando descontento en la sociedad escocesa eurófila (Corbett, 2016).
III. LA INDEPENDENCIA: ¿VALE LA PENA?
Hay tres posibles resultados de este enredo si se llevara a cabo un nuevo referéndum: Escocia permanece como parte del RU o se va para convertirse en un Estado independiente, y si lo deja podría ser como una nación totalmente soberana o no, dando parte de su soberanía para convertirse en miembro de la UE. Sin embargo, es necesario seccionar en diferentes análisis la situación para poder responder esta pregunta.
A. Desde una perspectiva económica
Necesitamos analizar cómo se dividió el comercio de Escocia en un escenario anterior a Brexit para comprender cuánto ingreso perderá al salir de la UE y cuánto ingreso permanecerá con el comercio nacional y el comercio fuera del conglomerado europeo de naciones.
Según los datos del Parlamento de Escocia, a partir de 2018 el 60% de las exportaciones de Escocia se destinan al resto del RU; una pequeña proporción de éstas pueden ser reexportadas internacionalmente y, si bien esto no se puede cuantificar, los datos revelan que, están seguros, es una proporción realmente pequeña. No obstante, la exportación internacional más valiosa para Escocia es la UE.
De acuerdo con Transport Scotland, de los cinco principales socios exportadores en 2018, cuatro eran miembros de la UE –sólo excluyendo el segundo puesto, que es Estados Unidos de América (EUA)– por lo que la Unión sí juega un papel importante en la economía escocesa. Teniendo en cuenta lo último, durante las negociaciones de “divorcio” británico, ¿cómo protege el RU sus activos económicos escoceses en un contexto posterior al Brexit?: con el Acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA por sus siglas en inglés).
Sin embargo, hay una trampa, mientras que el TCA asegura que no haya aranceles o cuotas relacionados con el comercio de bienes con la UE, no evita nuevas barreras no arancelarias como las formalidades aduaneras, y también hace poco para garantizar el acceso al mercado para los servicios. De hecho, el gobierno escocés ha esperado una reducción del 6% en su ingreso per cápita y ha llegado a pronosticar una reducción del 36% en las exportaciones a la UE durante los próximos diez años. Los gobiernos, británico y escocés, han buscado atender la problemática generando planes transitorios y específicos para poder recuperar el porcentaje que se prevé perder, llegando inclusive a crear un grupo –Grupo Asesor sobre Recuperación Económica– para atender esta problemática, el cual ya sacó el primer plan “hacia una robusta y resiliente economía para Escocia”.
Desde el punto de vista económico, salir del RU no es la mejor opción. El comercio interno ya representa la mayor parte del comercio de Escocia; perderlo colapsará los medios de vida escoceses. Si fueran a seguir adelante con sus intentos independentistas, sería necesario llegar a una gran cantidad de acuerdos y tratados para mantener las relaciones de mercado y estos podrían llevar años. Además, el comercio de la UE y EUA no subsidia sus necesidades financieras por considerar que no vale la pena realizar el movimiento.
B. Desde una perspectiva social
El lado social, el cómo los ciudadanos visualizan las posibilidades del futuro de Escocia, es el más complejo, ya que se puede llegar a ver inclusive como contradictorio. Ha habido una fuerte campaña a favor de la realización de un nuevo referéndum, la influencia de los medios de comunicación y los constantes discursos políticos han demostrado haber cavado profundamente en la mente de la sociedad. What Scotland Thinks ha tenido varias encuestas al respecto y, con base en ellas, podemos llegar a ciertas conclusiones:
a) Los escoceses creen que el gobierno debe permitir otro referéndum de independencia dentro de los próximos cinco años (43%) (What Scotland Thinks, 2021); b) cuando se les preguntó, aparte de su propia opinión sobre la independencia de Escocia, cuál creerían que sería el resultado en caso de que se llevara a cabo el referéndum, la mayoría dio la victoria a la independencia (55%) (What Scotland Thinks, 2021); y, c) a pesar de que la idea de un nuevo referéndum y una Escocia independiente parece ser la “popular”, la última encuesta reveló que la gente en realidad votaría en contra de la independencia (53%) (What Scotland Thinks, 2021).
Sin embargo, incluso con el resultado del inciso “c”, la sociedad escocesa históricamente ha mostrado fluctuación de opinión sobre el tema de la independencia –tomando como referencia el anterior referéndum independentista–, por lo que no podemos asegurar que en una siguiente encuesta el pequeño margen cambie al actual. Además, no debemos olvidar el papel del nacionalismo cuando se habla de perspectiva social, que en este caso creo que ha contribuido a impulsar el referéndum y la independencia. Por eso, desde una perspectiva social, creo que el referéndum y la independencia merecen el esfuerzo.
C. Desde una perspectiva política
A los ojos del gobierno escocés, principalmente de los miembros de la mayoría de los escaños de los parlamentos (SNP), Escocia fue sacada de la UE en contra de su voluntad, de ahí el afán de celebrar otro referéndum de independencia. El gobierno argumenta sobre la necesidad de preservar los intereses de Escocia; Birrel & Gray (2017, p. 773) nos explican que:
“el gobierno escocés ha sido el más crítico de toda la empresa del Brexit. Considera que el enfoque del gobierno del Reino Unido plantea riesgos inaceptables para los intereses democráticos, económicos y sociales de Escocia y los derechos del Parlamento escocés”.
Lo anterior nos explica el porqué de la existencia de varias posturas eurófilas en el gobierno escocés. McGarvey y Stewart (2016) apoyan estas ideas basándose en su propia visión (escocesa) de Escocia como una sociedad abierta e igualitaria con participación europea, un gran Estado de bienestar y autogobierno.
Aproximadamente 180 000 ahora residentes del RU y la UE viven en Escocia, lo que representa el 20% de la fuerza laboral en educación, salud y administración pública. Haciendo referencia a la cantidad y duración de los programas de financiación y contactos en toda Europa, el gobierno escocés ha perpetuado la imagen de que el conglomerado europeo ha sido bueno para Escocia.
Incluso con las buenas relaciones con la UE, no debemos hacer la “vista gorda” ante la posibilidad de que, si Escocia se independiza del RU no significa que ella vaya a ser miembro de la UE. Durante el proceso de adquisición de la membresía puede tener trabas, por ejemplo, España pueda hacer uso de su derecho de veto, con el argumento catalán. Podrían ver necesario decir no a la adición de Escocia, porque si ellos ingresan establecerán precedente para una nación que persiguió su independencia y la UE la respaldó, dando así motivación e incitando las luchas nacionalistas catalanas en su Estado.
Por lo tanto, no hay una garantía sólida de que, si Escocia logra su independencia, los escoceses tendrán un lugar en el proyecto europeo. Desde una perspectiva política, cualquiera de las decisiones podría ser debatible, pero a la vez, defendible, sin embargo, creo que independizarse no es un riesgo que Escocia necesite correr.
IV. CONCLUSIÓN
Si bien es cierto que las opiniones del Parlamento escocés sobre el Brexit en varios casos fueron desplazadas a un segundo plano por el gobierno británico y la negativa de la sociedad escocesa a esta decisión fue reducida por la postura de las demás naciones británicas, no podemos negar que RU no ha descuidado a Escocia y está trabajando en recuperar las pérdidas ocasionadas por la separación de los miembros europeos.
Aunque Escocia podría gestionarse a sí misma como un Estado independiente, el cual podría optar por afiliarse a la UE o no, no veo esta situación benéfica para lograr su principal interés: mejorar la calidad de vida de los escoceses. Tomar la decisión de dejar al RU, presenta más pérdidas que ganancias.
El “divorcio” del RU y la UE tomó casi cuatro años para llegar a un acuerdo y su relación únicamente duró poco menos de cinco décadas. Ahora imaginemos el problema de una separación entre dos naciones que comparten poco más de trescientos años de historia, el proceso sería tedioso y realmente no vale la pena desde casi todos los puntos de vista que se revisan.
Además de lo anterior, creo que la perspectiva de Escocia cambiará una vez que experimenten realmente lo que será estar en un RU sin ser miembro de la UE en un contexto moderno. Por lo tanto, creo que el futuro de Escocia está mejor asegurado si se queda en el RU, si ellos se mantienen en la tradición y no buscan un cambio sumado al que ya están experimentando post-Brexit.
V. REFERENCIAS
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