Como lo alerté en La Onda Plana del pasado 26 de junio, titulada “México: culpable de ecocidio”, los avances del informe que prepara el Panel Intergubernamental para Cambio Climático de las Naciones Unidas, que fueron difundidos por una de las agencias informativas más prestigiadas del orbe, seguramente causaría una enorme preocupación en el mundo entero y esto estimularía a muchos países a implementar medidas inmediatas para prevenir que pueda cumplirse el presagio de superar el incremento de 1.5 ⁰C de la temperatura media global en el 2026.
No transcurrieron ni quince días para que, el pasado fin de semana, durante la reunión de las veinte economías más grandes de la Tierra, el denominado Grupo de los Veinte o G20, pusiera sobre la mesa los avances de su proyecto para instaurar el llamado impuesto al carbono, que aplicará para aquellos que insistan en mantener un uso innecesario de los combustibles fósiles, principales causantes de la emisión de los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, y que han sido señalados como los detonantes de este aumento de la temperatura de nuestro planeta por encima de los niveles promedio que se tenían en la época preindustrial, por allá de mediados del siglo XIX. Aunque en esta reciente cumbre el G20 no alcanzó a implementar esta penalización, seguramente esta medida sí verá la luz en octubre próximo, cuando los mandatarios volverán a encontrarse.
Por cierto, en esta oportunidad el secretario de Hacienda, en reunión de los ministros del tesoro de la veintena de naciones, trató infructuosamente de resistirse a que tal iniciativa ecologista prosperara. Esa postura es entendible en tanto que la política energética de la actual administración federal mexicana bien podría ser catalogada como la más retrógrada y ecocida de este selecto grupo de economías, pero encontrar argumentos para defenderla ante funcionarios serios se antoja imposible.
Sin embargo, a pesar de estas reticencias naturales del Gobierno de México, en cuanto esta tasa impositiva entre en vigor nuestro país tendrá que aceptarlo. Esta situación inclusive podría adelantarse luego de que la fracción demócrata en el Senado estadounidense aprobó hace unos días la incorporación de aranceles hacia las importaciones provenientes de aquellos países que, como México, no actúen decididamente en contra el cambio climático —esto sin importar que se trate de su mayor socio comercial en la América del Norte—. Anuncio que fue hecho simultáneamente a la propuesta de la Unión Europea para imponer un cobro similar que busca proteger su planta manufacturera y presionar al mismo tiempo a otras naciones para que reduzcan las emisiones que están calentando a nuestro mundo.
Con tan contundentes advertencias, mejor haría el actual Gobierno de México en apresurar la corrección de sus políticas ambiental y energética; aunque eso implique detener los proyectos insignia del presidente de la república como la construcción de la refinería de Dos Bocas que, además de destruir el ecosistema de la zona, incentivaría el consumo de los combustibles fósiles si acaso llegase a funcionar; del Tren Maya, que está devastando la selva peninsular, un importante reservorio natural para el mundo entero; o del aeropuerto militar de Santa Lucía, que no sólo arrasa con el ecosistema local y los invaluables vestigios arqueológicos, sino que difícilmente será usado por vuelos comerciales de aerolíneas importantes.
Pero lamentablemente, cuando los aranceles ecológicos estadounidenses o el impuesto internacional al carbón entren en vigor, nuestras exportaciones serán tasadas y la economía mexicana perderá una más de sus ventajas frente a otros proveedores del mayor mercado del mundo. Entonces los ciudadanos mexicanos comenzaremos a pagar las severas consecuencias de la actual política energética sesentera mantenida irracionalmente por el actual primer mandatario. La producción de nuestro país se encarecerá frente a otros competidores en el mundo y podría también resultar estigmatizada como antiecológica, resultando con ello una pérdida de participaciones de mercado con nuestros principales socios comerciales. México entero será víctima de la obcecación de un solo hombre atrapado en el pasado.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.