El otro día platicaba con un buen amigo sobre la terapia psicológica y los temas que, tanto él como yo, hemos abordado durante las sesiones con nuestras respectivas terapeutas. Durante la tertulia surgió el conocido «amor propio». Ambos llegamos a la conclusión de que el amarse a uno mismo no es una habilidad inherente de los seres humanos, pero tampoco es una capacidad que aprendamos a desarrollar desde el núcleo familiar.
El concepto del amor propio se ha popularizado en últimos años gracias a las generaciones más jóvenes y ha concebido un fenómeno sociocultural que busca promover la aceptación de uno mismo, por quien eres y tal cual eres. Lo cual en teoría puede sonar sumamente sencillo, pero que en la práctica tiene su grado de complejidad.
La realidad es que la mayoría de las personas no crecemos con las herramientas emocionales para tener ese grado de aceptación y autoestima. Esto se debe a que probablemente las personas con las que crecimos (padres, madres, abuelas, etc.) no contaban con la inteligencia emocional para guiarse más allá de los estándares de belleza instituidos, las ideas establecidas respecto al manejo de las emociones o incluso sus propias heridas emocionales.
Desde mi experiencia como una mujer que creció en su mayoría influenciada por sus consanguíneas mujeres, les puedo compartir que crecí escuchando frases como: “no es bonita, pero se saca provecho”, “estás subiendo de peso, gordita, hay que cuidarse más”, “yo a tu edad tenía una cinturita”. Este tipo de frases, lejos de motivarme a amarme lograron todo lo contrario; no fue hasta que inicié la terapia que logré llegar a esta parte fundamental para la recuperación de mi salud mental.
Esto ocurre cuando se resalta más el aspecto físico que las cualidades y habilidades personales, porque lejos de aceptarte a ti misma, valorarte tal como eres, con tus cualidades y también con tus defectos y fortalecer tu autoestima, te están generando más inseguridades, miedos y estereotipos que te van destruyendo o consumiendo poco a poco; porque tienes que competir con otros desde la apariencia y percepción del otro, no desde la esencia de cada uno, de lo que tú sientes hacia ti y cómo te tratas tú. Te olvidas de quererte sabiendo que es imposible ser perfecto.
Gracias al tratamiento, de la mano de mi terapeuta, comencé a tener conversaciones conmigo misma en las que lograba analizar y discernir el porqué de mi falta de amor propio, entre las cuales destacó que al crecer en un ambiente donde no se propiciaba el aceptarme tal cual era, generé odio hacía mí misma. Esto a su vez influenció muchas de las decisiones que tomé a lo largo de mi vida, que me llevaron al momento de quiebre donde requerí de ayuda profesional.
Al llegar al meollo del asuntó, mi psicóloga me apoyó con las herramientas necesarias para trabajar en fortalecer mi autoestima, pero principalmente mi autoconcepto. Tras una serie de ejercicios, logré recordar las habilidades y cualidades que me hacían a mí ser yo. Recordé que no importa si soy talla 2 o talla 14, si mi rostro tiene acné o nada de imperfecciones, si me equivoco en el trabajo o tengo un gran resultado, si estoy soltera o en pareja, si tengo ansiedad crónica y a veces no logro manejarla en su totalidad, mi valor como ser humano no depende absolutamente nada de esto. Mi valor es mío por el hecho de ser. Precisamente el aprender a darme este valor es lo que el día de hoy me permite aceptarme, comprenderme y amarme tal cual soy.
En conclusión, querido lector, es muy importante fortalecer el amor propio procediendo en función de tus necesidades, no de las de los demás, ejercer un autocuidado emocional; establecer límites, alejarte de las personas tóxicas, perdonarte, porque al final del día podrá sonar sumamente utópico, pero el amor propio lo es todo. Si uno carece de la habilidad de valorarse y aceptarse tal cual es, lo más probable es que no tenga la destreza de transmitirlo o enseñarlo a los demás.
Yo lo veo de esta manera, si usted es de las personas que juzga o critica a los demás ya sea por su físico, situación económica, preferencia sexual u otro, muy posiblemente requiera volverse hacia adentro y analizar su nivel de amor propio, porque para ser sincera, las personas que están en armonía y plenitud con ellas mismas no se andan preocupando por voltear a ver qué está haciendo el otro.