Tardé en encontrarlo, pero no desistí de la búsqueda porque sabía que sí estaba en mi poder. Y no me equivoqué. Me refiero al libro Apuntes para la historia de la prostitución en Querétaro, de José Rodolfo Anaya Larios. ¿Y qué hace este libro en un espacio que intenta enfocarse en la poesía? Pues es una publicación que combina una investigación histórica sobre la prostitución en Querétaro, y la ley del ejercicio de la prostitución, fechada en el año 1931, y reescrita en formato de poema.
Las mujeres inscritas I
(artículo 10)
Las mujeres inscritas
se clasificarán
en aisladas
y asociadas
o en comunidad.
El libro está dedicado al poeta, periodista y ex rector de la UAQ, Hugo Gutiérrez Vega. Y su autor es también escritor de los poemarios Acusación manifiesta, Los cantos del soberbio, Geografía elemental y Memoria del corazón.
En Apuntes para la historia de la prostitución en Querétaro, José Rodolfo da cuenta de los acontecimientos de lujuria que han marcado estas tierras, comenzando desde las prácticas sexuales indígenas, y revelando varios hechos relacionados con la iglesia.
“A pesar de los anatemas y castigos celestiales, la cachondez y la lujuria estaban a la vuelta de la esquina”, se lee. La referencia más antigua, sobre la prostitución en Querétaro, es una orden del año 1796, que dice:
“Estarán (los alcaldes) todas las ocasiones que suelen proporcionar las mujeres de mal vivir, procediendo contra ellas según corresponda, procurando que semejante gente, como otras muchas mujeres ociosas y vagas que abundan la ciudad, se apliquen a servir en casas honestas y recogidas”.
Tiempo atrás batallaban (no con el Covid-19) con plagas conventuales que provocaban una tremenda comezón en ciertas partes del cuerpo, y que ni las misas, ni rezar el rosario calmaban. Y «padecían» por otro tipo de contagios.
“Un buen día, la ciudad despertó con la noticia de que una nueva plaga la azotaba. En plazas, atrios, confesionarios, locutorios conventuales y tertulias, no se hablaba de otra cosa. No había temor de contagio y aunque se dieron, nadie había muerto. No se supo dónde surgió el primer brote, si en las casas o en los beaterios y conventos femeninos”, se lee en el apartado de ‘Juguetillos endemoniados’, conocidos como “quitapesares”, en palabras más de ahora: “consoladores”.
El libro no olvida los remedios de la época para enfermedades como la sífilis, y otros productos milagrosos para esas enfermedades secretas. Además de hablar de la zona roja y del registro de prostitución de Querétaro.
La parte histórica es muy entretenida. La parte de la ley, aun con su reescritura en verso, es sólo el enlistado de reglas por cumplir.
Queda prohibido
(artículo 41)
Queda prohibido
que en las casas de asignación
haya bailes,
juegos de azar,
instrumentos musicales;
el consumo, por el público,
de comestibles y bebidas,
y la existencia,
venta y consumo
de bebidas embriagantes.
“El reglamento queretano fue transcrito en verso, para trocarlo en un poemario, donde cada artículo se transformó en un poema, esto para quitarle lo solemne, al cambiarle el formato, respetando el contenido del texto, y se pudiera leer, no como el frío documento legal que fue, sino como un aporte histórico-literario”, explica el mismo autor de este libro publicado en 2010 con el sello de la Universidad Autónoma de Querétaro.