PRIMER Y ÚNICO TIEMPO: MESSI
Llegó con 13 años al Barca.
Hoy tiene 34.
Veintiún años es la edad de la era de Messi en el Barcelona. Fue. Los recientes sucesos en la entidad blaugrana nos enseñan que hay que aprender a conjugar en pasado.
Joan Manuel Serrat decía que no tenía caso componer una canción para Ronaldinho porque el brasileño, cuando jugaba, era por sí mismo una canción. Y Messi, ¿qué composición musical o literaria sería?
¿”El canto general del Camp Nou”? ¿”La Messiada”? ¿”La divina zurda”? ¿”El Ingenioso Argentino, Don Messi de Rosario”?
Messi, més que futbol.
Hace menos de un mes ganó la Copa América ante Brasil. En la celebración, el 10 tuvo una videollamada con su familia. Por fin un título albiceleste. Por fin. Su voz se escuchaba agotada, eufórica, agradecida. La voz de un padre que comparte con su mujer e hijos, en la distancia, una inmensa alegría. Y un mes después Leo no tiene casa: no tiene un club donde jugar.
Se puede especular. Se puede creer que alguien mintió, la Liga, Laporta o los representantes. Se puede buscar la mentira en los despachos, pero ahí, por más que se investigue y se sospeche, no se encontrará la verdad. La verdad que los aficionados anhelábamos encontrar al sintonizar un partido del Barca. La verdad futbolística. La sensación de que un jugador puede hacer lo imposible; que puede, con un movimiento, un pase o un control, dibujar una línea que nunca antes había sido vista en un campo de juego.
Si en el Camp Nou fuera posible trazar una línea de todos aquellos movimientos inesperados que Messi realizó, ¿no parecería que a este lienzo de hierba le falta espacio? Lionel Messi cultivó y forjó como nadie el encanto de este deporte: el placer de la sorpresa.
Messi: más que futbol.
Conforme las horas pasan es inevitable preguntarse:
¿A Messi siempre le quedará París?
Espero que no. El PSG se perfila, cada vez más, a ser como aquel proyecto del Real Madrid en el que militaron Figo, Ronaldo, Zidane, Beckham, Roberto Carlos, Raúl y Casillas y que decepcionó a todo el mundo (incluidos a los propios futbolistas), menos a los mercaderes del balón. La saturación es improductiva, caduca pronto. De consumarse, el del PSG sería un proyecto que fracasaría prematuramente por una simple razón: exceso.
Hoy, como aficionado, me gusta más la opción de Leo en el Chelsea, un equipo en el que su jugador estrella es el mediocentro defensivo, su capitán uno que comparte entereza y humildad con Puyol, que tiene una plantilla joven y un técnico aprendiz consumado de Guardiola.
Pero Londres no es Barcelona…
Ni el Parque de los Príncipes el Camp Nou…
Allá a donde quiera que vaya Messi estará solo, en una soledad que solo puede sentir aquel que cambió la historia de un deporte y debe, en pocas horas, decidir de qué color será el último capítulo de su epopeya.
No sabemos qué ciudad y qué escudo acogerán al argentino, pero a los aficionados siempre nos quedará su imagen con la camiseta blaugrana… Estampa forjada a lo largo de 21 años de historia.
Gracias, Lionel Messi, el hombre que logró que el futbol fuera más que futbol.
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