La noticia retumbó en todo el globo: los talibanes regresaron al poder en Afganistán en un abrir y cerrar de ojos. Sorprende la situación y la forma en la que el grupo fundamentalista se volvió a instaurar en el gobierno tras 20 años de haber estado alejado de él. ¿Qué impacto tiene este acontecimiento para las relaciones internacionales? ¿Cómo se puede entender la postura de Estados Unidos de América (EUA) en este contexto?
Para comprender la actual situación en Afganistán es necesario regresar 50 años. En los primeros años de la década de los 70, la reciente república democrática afgana comenzaba a recibir ataques de los muyahidines, un grupo fundamentalista islámico. Para repeler estos ataques, el gobierno pro-socialista afgano recibió ayuda de Mijaíl Gorbachov en 1978, que de inmediato se interpretó como una invasión del ejército soviético al país centroasiático.
Tras 11 años de lucha contra los muyahidines, las fuerzas militares soviéticas comenzaron la retirada, derrota que se etiquetó como el Vietnam de la Unión Soviética. Los años que siguieron fueron marcados por una larga guerra civil dividida en tres fases que vieron la participación de agentes diferentes. En la última, los beligerantes vencedores fueron los talibanes. No obstante, pocas semanas antes de haber triunfado, se desataron los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EUA.
Varias decenas de países identificaron el terrorismo como una severa amenaza para la seguridad internacional, por lo que unieron fuerzas en una coalición liderada por EUA para combatir a los talibanes, quienes habían ofrecido refugio en Afganistán a los perpetradores de los atentados terroristas del 9/11. Tras el desarrollo de la Operación Libertad Duradera en 2003, la comunidad internacional venció, repeliendo a los talibanes a las fronteras de Afganistán y provocando el exilio de sus líderes a países como Pakistán y Qatar. Los siguientes años sirvieron para comenzar con el proceso de reconstrucción del Estado afgano.
De esta manera, la coalición internacional liderada por EUA se mantuvo en Afganistán para fortalecer las instituciones de corte liberal, administrar la ayuda humanitaria y encaminar a la población afgana hacia las prácticas democráticas. No obstante, la corrupción y la desatención, particularmente estadounidense, provocaron que las instituciones y la democracia no se reestablecieran del todo.
Al paso de los años, frente a las narices de la coalición internacional, los talibanes aumentaron en presencia y poder en Afganistán. El punto culminante fue la serie de negociaciones que tuvo la administración del entonces presidente de EUA, Donald Trump, y un representante de los talibanes, cuyo resultado fue un acuerdo de retiro de tropas estadounidenses y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en un plazo de 14 meses.
Sin embargo, al llegar a la Casa Blanca, Joe Biden afirmó que continuaría con el retiro de tropas de Afganistán, culminando el 11 de septiembre. A pesar de que aún hay tropas estadounidenses en el país centroasiático, la situación ahora es tensa con el arribo de fuerzas talibanes a Kabul, quienes afirman que instaurarán el Emirato Islámico de Afganistán.
La salida estadounidense de Afganistán, conducida de manera desesperada, no corresponde al comportamiento de una hegemonía global. Pareciera condescendiente la forma de responder de EUA ante el avance talibán, y de hecho sorprende mucho el avance tan rápido de este grupo fundamentalista, que en apenas dos semanas y con un ejército estimado de 50 mil soldados logró capturar sin dificultades las ciudades más importantes del país, incluyendo Kabul el 15 de agosto.
Es difícil pensar un retiro tan despreocupado y fugaz como el realizado por EUA en Afganistán. Crece la sospecha de que fue efectuado con la intención de cerrar de una vez por todas este capítulo con tal de eventualmente iniciar otro nuevo en el que tenga plena libertad de establecer sus propias condiciones y acciones. Sería una estrategia en donde la moneda de cambio es la población afgana, sobre todo las mujeres. Sólo el tiempo nos dirá los hechos.